África
Empieza la aventura, bienvenidos a Kenia
Desde el principio hasta el final del viaje, todo es sorprendente. África deja huella
Cuando la avioneta empieza a planear y allá en el fondo se ve una franja rectangular de tierra y en medio de la jungla, es la clara señal que se está a punto de aterrizar. Ya en tierra, un amable caballero se acerca a la pequeña puerta de la nave para darte la bienvenida, te ayuda a bajar y se ofrece a llevarte tu equipaje de mano. La furgoneta estaba lista, las mochilas ya organizadas, subimos a la camioneta, la que sería nuestro medio de transporte durante la estancia en la reserva Masai Mara y pregunté el tiempo que haríamos hasta llegar al Lodge, la respuesta fue clara “si tenemos suerte en una hora y media habremos llegado”. Me pregunté qué significaba la respuesta “si tenemos suerte…” no quise entrar en detalles y arrancamos. Nos metimos directamente en la jungla, o sea justo allí al lado del sitio del aterrizaje. Impactan de entrada los sonidos provenientes de todos lados, el camino era en medio de una vegetación impresionante. La selva invade. Lo que impresiona y mucho es que en muy pocos metros, todo es diferente.
Aterrizar allí en medio de la nada tiene su aquel, descubrir el mundo de la selva es espectacular. Hay instantes (varios durante el viaje) que se pregunta uno ¿qué estoy haciendo aquí?, pero como a uno le gusta descubrir mundos nuevos, pues he aquí el resultado. Las dudas desaparecen casi al instante, no hay largos momentos de incertidumbre, las emociones son constantes.
Habíamos recorrido pocos metros de la pista de aterrizaje cuando tuvimos que detenernos. No tenía idea cual era el motivo del parón. El chofer hizo la seña de guardar silencio, y me indicó que pusiera atención de lo que estaba pasando delante de la furgoneta, bueno, delante, detrás y a los lados... era una manada de chimpancés que parecían simpáticos e inofensivos. Claro “el que no sabe es como el que no ve”, si hubiera ido yo sola, me hubiera bajado para verlos de cerca y fotografiarlos, pero seguramente ahora mismo sería otra persona la que estaría contando esta historia y de otra manera muy distinta claro está.
Se trataba de una raza de chimpancés a los que no les gusta mucho el trato con los humanos. En pocos minutos estábamos rodeados de ellos. El espectáculo era increíble, se había montado un show en menos de lo que canta un gallo, y nosotros allí detenidos, esperando a que sus majestades los dueños de la selva dejaran de emitir sonidos con saltos acrobáticos y se apartaran del camino para poder continuar hasta el albergue a donde nos íbamos a instalar. Esto solo acababa de empezar.
Llegamos por fin al lodge. El espacio del dormitorio era muy agradable, repartido en dos estancias amplias. Una tienda de campaña muy bien estructurada. Al despedirse la persona que nos acompañó hasta allí, se despidió dándonos una recomendación “por la noche cerrad bien las cortinas porque algunos animales, sobre todo los elefantes, suelen acercarse pues estamos dentro de su territorio. Si necesitáis, algo llamad al masai que vigilará el lodge toda la noche. Por cierto, la luz se apagará a las nueve de la noche pues debemos de poner a cargar el generador y así tener energía durante el día.
No era broma, por la noche la visita de los elefantes a la tienda de campaña no cesó. Para distraernos puse en un reproductor portátil de video la película de Cantinflas “El padrecito”...
Los Masai tienen imán
No lo sé si será el contraste de su piel con el rojo vistoso de sus indumentarias, su simpatía, sus tradiciones o su historia, pero los Masai tienen imán. Desde el momento de llegar a su territorio hasta el momento de la despedida, la atracción por cada uno de ellos es inmensa. Ellos saben que recibirán visita y se preparan para ello. El jefe del grupo recibe ofreciéndole la mano a sus huéspedes y presentando a los que le acompañan. Aquí las jerarquías lo dicta todo, desde la vestimenta y los accesorios, hasta quien habla, quien ordena, quien decide, quien saluda... En el grupo formado en su mayoría por hombres había un niño, vestido con una túnica azul que destacaba de los otros, pero lo más impresionante de todo, eran sus ojos color verde agua. Impresionaba su mirada, dulce y profunda. Cuando terminaron los saludos, el jefe dio orden de que iniciaran el baile, si allí mismo. Los Masai tienen como tradición saltar. La danza de los saltos, es una de las danzas más conocidas de los Masai y en ella, los hombres de la tribu dan saltos como muestra de hombría y virilidad entre otro tipo de razones. Viven en tierras de Kenia y Tanzania. Son pastores seminómadas, que van buscando el verde en estas tierras y se van moviendo con sus rebaños dejándolo crecer. La población de los Masai son cerca de ochocientos cincuenta mil y su principal medio de vida es el ganado que muchos la comparten con otro tipo de actividades.
Sus casas
Sus casas bajitas y redondas se denominan “Mayatas” , el poblado recibe el nombre de “boma” y es circular. Los habitáculos están hechos con adobe y estiércol, dentro de este único espacio viven los integrantes de toda la familia. Entrar en ellas es una experiencia, la primera sensación es de oscuridad total, después de fresquito y la otra es que son tan pequeñas que no se puede uno poner de pie, hay que mantenerse en cuclillas o sentarse en el suelo para comer o conversar. No huele a estiércol, huele a tierra y humedad. Cada mayata está cercada por acacias con espinas para evitar el ataque de los animales salvajes que circundan la boma, esta disposición del poblado en círculo ayuda a tener controlado al ganado.
Existía un rito para convertirse en hombres Masai que consistía en cazar a un león y matarlo con sus propias manos, esta costumbre ha quedado en los libros de historia pues ahora son animales en riesgo de extinción y está prohibido. No quiere decir esto que no realicen un ritual en donde se simula la caza del animal y a partir de esto empezar a ser parte de los Masai.
Cuantas más cabezas de ganado se poseen, más importante se es. La riqueza para los Masai se mide en ganado además de ser su principal fuente de alimento del que se aprovecha la carne, la leche y la sangre. Como pastores semi nómadas, tener una cierta cantidad de animales simboliza poder y riqueza que es un aspecto muy relevante a la hora de contraer matrimonio, ya que la dote se materializa en la donación de animales.
Dependiendo del tipo de dilatación que tenga en los lóbulos de sus orejas sabrás con quién estás tratando
Seguro que si se cierran los ojos y se piensa en la máscara funeraria de Tutankamon, viene a la mente los agujeros de sus orejas, y si pensamos en el Buda Gautama el filósofo y sabio con quien se fundó el budismo, también recordaremos la longitud de los lóbulos de sus orejas. En la tradición budista la perforación del lóbulo está relacionada a las reencarnaciones y por lo tanto es referente a la sabiduría que se posee. Los Incas perforaban los lóbulos de las orejas y colocaban joyas con peso para deformarlos, los que las portaban, marcaban así su status social para diferenciarse del resto de la población.
Pero no nos tenemos que ir a los libros de historia para ver de cerca que en algunas poblaciones en Kenya y Tanzania lucen unos largos lóbulos con accesorios de lo más originales.
En Kenia han utilizado el estiramiento de orejas para alterar su apariencia durante siglos. El estiramiento se realiza de varias formas, en ocasiones se usa el peso para hacerlas más largas; otras veces ha sido el tamaño de la perforación lo que provocó el estiramiento. Antiguamente, los Masai las estiraban utilizando piezas cada vez más grandes de piedra, madera ó colmillos. Los miembros mayores de la tribu, a menudo tenían perforaciones más estiradas que los miembros más jóvenes, ya que el estiramiento podía llevar muchos años. También puede significar que los lóbulos espaciados más grandes sean un signo de edad y sabiduría. Tanto hombres como mujeres los adornan con joyas de todo tipo desde pulseras de colores hasta intrincados pendientes y demás objetos. Estas modificaciones corporales constituyen una parte importante de la cultura Masai.
Viajar a África es descubrir otro mundo, es adentrarse a culturas ricas en tradiciones. Cuando se recorre la selva, se da uno cuenta que hay muchos lugares en el mundo en los que se vive de una manera tan diferente a la de uno y que en su realidad, son también felices.
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