Opinión
La OPA de los más o menos banqueros
Las OPA, sobre todo si son hostiles, hay que hacerlas con dinero, no con canjes de acciones, «papelitos», que luego ya se verá cuál es su valor
Voltaire (1694-1778), que siempre sabía llamar la atención, afiliaba su ironía y contaba que «si alguna vez ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar». Eran otros tiempos y, sobre todo otros banqueros, como el que Keynes (1883-1946), desde su cinismo, consideraba «el más romántico y menos realista de los hombres». Los jefazos del BBVA, es decir, el presidente Carlos Torres, y el consejero delegado, Onur Genç, al margen de que coincidan más o menos, deshojan la margarita de si presentan la semana que viene la OPA (Oferta Pública de Adquisición), en este caso hostil, por el Banco Sabadell, que preside Josep Oliú, y en el que César González-Bueno es el consejero delegado que en los últimos años ha revitalizado la entidad.
La OPA, si se presenta, del BBVA es tan legítima como, en esta ocasión, torpe, y también rácana. Enrique Fuentes Quintana (1924-2007), el padre teórico de los Pactos de la Moncloa, repetía con frecuencia que «una guerra se hace con balas y una inflación con dinero». Una OPA, si quiere tener garantías de éxito, hay que hacerla con dinero, no con «papelitos», como pretenden los responsables del BBVA que ofrecen un canje de acciones, con un precio –¡faltaría más!– algo superior, pero tampoco tanto, al valor actual del Sabadell en bolsa. Los bancos, como las empresas, son de sus accionistas, grandes y pequeños, y la mejor manera de seducirlos es con dinero contante y sonante, no con «papelitos», que luego ya se verá su valor. Ningún «banquero romántico» plantearía una OPA como la del BBVA, y en Cataluña –en otros tiempos– hubo unos cuantos. Hace unos años, Marcial Pons reeditó «Banqueros románticos catalanes», de José María Ramón de San Pedro (1912-1994), un estudio biográfico de los banqueros José Xifré Casas (1777-1856), Gaspar Remisa Mairons (1784-1847), José Safont Lluch (1803-1861) y Evaristo Arnús Ferrer (1820-1890).
Banqueros, avanzado ya el siglo XXI, quedan pocos, muy pocos, aunque existir existen y también en España, como los March y en parte algunos Botín. Poco más. Todos los demás llamados banqueros son grandes ejecutivos o directivos, es decir, son empleados de los accionistas –los dueños del negocio– y, en el mejor de los casos, poseen una participación ínfima en el capital. Sin embargo, rigen los destinos de esas entidades como si fueran suyas, sin mayor control de unos consejos de administración, bien remunerados, elegidos por ellos mismos y que, de forma directa o indirecta, les deben obediencia.
Carlos Torres, presidente del BBVA, es un superejecutivo bancario, lo mismo que su segundo Onur Genç. Los dos, como otros muchos en diferentes bancos y grandes compañías, persiguen el crecimiento y el buen funcionamiento del negocio, nadie lo duda. Sin embargo, lo hacen con la perspectiva del «ejecutivo», que es un empleado y no tanto del propietario. Es el signo de los tiempos, cuando bancos y empresas son tan gigantescos que es muy difícil que haya capitales particulares que puedan tener grandes participaciones. Hay quien defiende que el ejecutivo es el «empresario» o el «banquero» del siglo XXI, pero es discutible y Amancio Ortega y Juan Roig son los mejores ejemplos para ponerlo en duda.
La OPA del BBVA llega –¿o no, como diría Rajoy?– justo cuando el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, casi en su despedida del cargo, acaba de presentar las condiciones futuras del llamado «Colchón de Capital Anticíclico», en un escenario que está considerado como de «riesgos intermedios». El objetivo es apuntalar la solvencia de las entidades financieras, mediante ciertas limitaciones a la concesión de créditos para evitar problemas futuros. Algunos de esos problemas, en el pasado, fueron el origen de muchas fusiones, aunque en ocasiones esos matrimonios de conveniencia tuvieran incluso un peor resultado. El caso de Bankia, surgida de fusiones sucesivas de antiguas cajas de ahorros, es paradigmático.
Hay también otras razones, más prosaicas, detrás de algunos intentos de fusión, que son las maniobras de los grandes ejecutivos, no «banqueros románticos», de preservar sus posiciones privilegiadas. Pueden decidir y deciden el destino de grandes corporaciones, pero en sus estrategias figura en una posición principal, por mucho que lo nieguen, sus posiciones personales, mucho más allá de buscar primero el interés de los accionistas. En la OPA del BBVA, al menos por ahora, falta dinero y todo es todavía muy confuso. También por eso, ahora tampoco parece que fuera buena idea saltar por la ventana tras un banquero –que no es banquero– porque habrá algo que ganar, como sugería Voltaire.
Un Impuesto de Patrimonio ni redistributivo ni equitativo
Los economistas Jordi Gali y Èlia Capella, en un estudio que publicará la Revista de Economía de Cataluña, cuestionan el Impuesto de Patrimonio como un instrumento redistributivo y equitativo. «La exención plena de los activos empresariales –escriben– y el tope a la cuota en función de los ingresos» ofrecen mecanismos para que los patrimonios muy altos no paguen nada. «En cambio, individuos con rentas de trabajo altas y patrimonios acumulados por el ahorro» afrontan altos pagos.
Subida espectacular del precio del cobre, pero dudas de que se mantenga
El día de las elecciones catalanas, ladrones todavía sin identificar ni detener, robaron miles de metros de cobre de las líneas de cercanías. Unos días después, los robos se repitieron. Todo coincide con un fuerte tirón del precio del cobre en los mercados de materias primas, con un alza cercana al 20% en lo que va de año, como ha precisado el analista Juan Ignacio Crespo, seguidor minucioso de estos mercados. No hay certezas, sin embargo, de que ese precio se mantenga o suba más.