El chequeo de la cosas
Nieve en el desierto
El régimen de Riad escudriña como diversificar su economía y sus inversiones
Arabia Saudí es un desierto que flota en petróleo y gas. Lo más verde entre sus dunas son los dólares que emergen de las negras profundidades de los nueve millones de barriles de crudo que vende cada día. El régimen de Riad escudriña como diversificar su economía y sus inversiones. Los combustibles fósiles dan mucho dinero, pero tienen fecha de caducidad, como los yogures.
Las energías renovables se extienden al igual que su rentabilidad y la geopolítica exige a los países occidentales avanzar hacia la soberanía energética. Así que Riad busca nuevos negocios y oportunidades. La estrategia es evidente como un trallazo de Benzema o una chilena de Ronaldo. Primero, invertir en fútbol, pan y circo occidental, con la Supercopa española, entrando en la Premier con la compra del Newcastle y contratando figuras del balompié. Es el poder blando. En el fútbol las victorias no se cuestionan.
La segunda fase pasa por acceder al capital de compañías estables que ofrezcan buenos dividendos, sociedades relacionadas con las nuevas tecnologías, la digitalización y las redes de comunicación. Aquí entra en juego la inversión de STC, la teleco pública saudí, en Telefónica. Antes, Riad invirtió en Nintendo, Uber o Activision Blizzard y en el japonés SoftBank, grupo financiero especializado en los sectores tecnológicos y energéticos.
Pero Riad quiere también diversificarse dentro de sus fronteras. Construye la nueva ciudad más grande del mundo, The Line, 170 kilómetros de punta a punta. STC gestionará todas las comunicaciones y el 5G. Y está Neom, el proyecto para urbanizar la costa del Mar Rojo donde se incardina Trojena, una estación de esquí de 500.000 millones de dólares para tener nieve en el desierto.
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