Opinión
Lagarde, Draghi y todas las deudas
El Banco Central Europeo ha bajado los tipos de interés porque la inflación se ha moderado, pero también porque ve nubarrones en el horizonte económico, como Draghi
Edward Chancellor, historiador financiero británico, que también trabajó como estratega para fondos de inversión, ha estudiado la historia de los tipos de interés para concluir que «el tipo de interés refleja la impaciencia colectiva de la sociedad o su preferencia temporal». Desde luego había algo más que impaciencia, sobre todo en los mercados y quizá menos entre los ciudadanos –incluso entre los endeudados–, a la espera de un descenso de los tipos de interés. Estaba anunciado, proclamado y escrito, y así ha ocurrido. El Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde, y a cuyo consejo acaba de incorporarse José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España, redujo el precio del dinero el jueves pasado. En la práctica lo ha dejado en un 3,50% para la denominada «facilidad de depósito», es decir, 25 puntos menos que antes. El BCE aplica tres tipos de interés diferentes. El anterior, que a partir de ahora será el de referencia y el de financiación principal, que queda en el 3,65%, y la facilidad marginal de crédito, en el 3,95%. Por razones técnicas persigue equipararlos todos y a partir de ahora, el de la facilidad de depósito será el de referencia.
La decisión afecta a cientos de millones de ciudadanos de la eurozona, que ni conocen ni tienen necesidad de estar al tanto de esos intríngulis de la política monetaria. El resumen es simple: el dinero ha bajado de precio y, por lo tanto, endeudarse debe ser más barato, al mismo tiempo que obtener rendimientos seguros, por ejemplo los depósitos, será más complicado.
La bajada de los tipos de interés llega porque la inflación se ha contenido, aunque existe el peligro del repunte, como ha recordado la propia Lagarde, y porque las previsiones económicas de la Eurozona han empeorado. Quizá por eso, en esta ocasión, el consejo del BCE ha sido unánime y no, como en la ocasión anterior, en la que Robertz Holzman, gobernador del Banco de Austria, votó en contra de bajar los tipos de interés.
El BCE ha dado este paso casi al mismo tiempo que Mario Draghi, el hombre que salvó el euro, ha presentado el informe sobre la competitividad de la Unión Europea, que le encargó la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Draghi advierte de los problemas de la eurozona, de Europa, si no toma medidas. Defiende que hay que buscar fórmulas para detener la evidente decadencia europea y sobre todo para que pueda competir con Estados Unidos y China. Draghi no se ha ido por las ramas y propone, ¡con un par!, una inversión anual de 800.000 millones de euros, una cifra tan difícil de imaginar como –y no es lo menos importante– de gastar o de invertir. La demostración es lo que ocurre con los llamados fondos «next generation», los 750.000 millones que la UE decidió destinar a la recuperación económica tras la pandemia. Lo acaba de explicar el analista Juan Ignacio Crespo: «En España resultaba evidente desde el principio que no había capacidad para utilizar esos fondos –unos 150.000 millones– y a estas alturas está todavía por conocerse bien dónde han ido a parar y en qué destino productivo apreciable se han empleado».
Mario Draghi, que quizá en esta ocasión se ha querido alinear al lado de la corrección política, propone que esos 800.000 millones se consigan con deuda mutualizada de la Unión Europea. Es decir, la pagarían de forma solidaria todos los miembros de la Unión, algo que los «halcones» del norte, con Alemania a la cabeza, no es fácil que acepten. Para los críticos, el plan de Draghi es disparatado en el terreno financiero, aunque existe una cierta coincidencia en que pone el dedo en la llaga cuando se queja, por ejemplo, del exceso de regulación, que se carga la iniciativa y la innovación. Para él, y no es el único, el gran problema de Bruselas en la «normativitis» y la burocracia comunitaria.
El gran problema, sin embargo, es la búsqueda de esos fondos, que supondrían un incremento enorme de la deuda que, en el fondo, no es más que impuestos diferidos en el tiempo. Ahí es donde entran en juego los tipos de interés que, si son reducidos, permiten casi todo, pero también animan la creación de dinero y, en definitiva, la reaparición de la inflación. Es lo que ocurrió antes y después de la pandemia y lo que provocó el alza del precio de dinero.
Por otra parte, la deuda mundial, en su mayoría pública, asciende a la inimaginable cantidad de 315 billones de dólares, más o menos del 335% del PIB mundial. Es lo que explica también la obsesión por mantener unos tipos de interés bajos, que sí son «ultrabajos», como ha ocurrido en el pasado reciente, y reflejan la impaciencia de una sociedad, pero que «también parecen tener algo que ver con el resurgimiento del populismo», según el mismo Edward Chancellor.
Una subgobernadora con muchas raíces en el Banco de España
Soledad Núñez, nueva subgobernadora del Banco de España, tenía esperanzas de ser gobernadora, sobre todo cuando el Gobierno dejó circular el rumor de que deseaba a una mujer en ese puesto. «Sole», como la conocen sus amigos y compañeros, siempre ha estado vinculada al Banco de España, en donde su padre, José Luis Núñez de la Peña, quefue el primer responsable de inspección y que falleció de un infarto en su despacho en 1982, tiene hasta un busto en el edificio.
Aumenta el gasto en España pero sigue por debajo de la media de la OCDE
El gasto total en educación en España ha crecido en los últimos años y ha aumentado más que el número de estudiantes, lo que se traduce en un incremento del gasto por estudiante, aunque todavía está por debajo de la media de los países de la OCDE. El gasto en educación primaria y secundaria está cercano a la media, mientras que el correspondiente a la educación superior, 15.664 dólares por estudiante, está todavía muy lejos de los 20.499 dólares de la media de los países de la OCDE.
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