Entrevista

Jordi Sevilla: "Que la avería del ascensor social nos sea esencial para un gobierno socialdemócrata me cabrea"

El que fuera ministro de AA PP con Zapatero critica que tanto PSOE como PP se hayan echado en brazos del populismo

Jordi Sevilla ha publicado con Deusto "Manifiesto por una democracia radical"
Jordi Sevilla ha publicado con Deusto "Manifiesto por una democracia radical"David Jar

Jordi Sevilla define en este momento su estado de ánimo como «cabreado». Uno de los militantes con más solera del PSOE y «otrora» gurú económico del partido (fue ministro de Administraciones Publicas con José Luis Rodríguez Zapatero, y responsable de los programa electorales en esta área) asiste estupefacto al espectáculo poco edificante que Gobierno y oposición, echados en brazos del populismo tanto de izquierdas como de derechas, están ofreciendo a los ciudadanos. La confrontación permanente en la que viven inmersos y la imposibilidad de llegar a grandes acuerdos de Estado han llevado al que también fuera presidente de Red Eléctrica y, actualmente, director del área de Contexto Económico de LLYC a publicar con Deusto, en un momento de crisis para las democracias liberales, «Manifiesto por una democracia radical», en el que defiende que contra esta polarización, que no beneficia a nadie, solo se puede luchar con más y mejor democracia.

¿Por qué era necesario escribir este libro?

Este es el primero libro que he tenido la necesidad de escribir. Tengo desde hace algún tiempo varias preguntas en la cabeza que me han dado muchas vueltas, como ¿por qué un personaje como Trump haya llegado a ser presidente de Estados Unidos? o ¿por qué, de repente, Putin invade Ucrania? La respuesta a esas preguntas me ha llevado mucho tiempo, mucha lectura y mucha reflexión. El libro lo he escrito en siete meses, pero me ha costado más de 40 años pensarlo. A final, como dice, un amigo mío, este es un libro de autoayuda, porque explica a la gente dónde están hoy los problemas políticos y cuáles son los caminos a través de los cuales se pueden mejorar.

¿Y esos caminos pasan por la democracia radical?

Estamos en uno de los peores momento del siglo XXI. Vivimos una situación económica muy complicada y quizá el peor momento bélico de los últimos 50 años. El Banco Mundial incluso habla de una década de oportunidades perdidas, con un retroceso de las democracias liberales palpable en todo mundo. Estamos inmersos en un contexto en que los problemas se combaten a base del «y tú más». Los partidos políticos están demasiado ocupados mirándose el ombligo, por lo que es necesario abrir la democracia a la sociedad civil. Yo creo que en este momento necesitamos un gran movimiento ciudadano que exija devolver un poco de sensatez a la gestión de los temas. En eso consiste la democracia radical.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Las promesas que hizo el neoliberalismo al principio del siglo XXI se han incumplido. Los damnificados por ello se han transformado en cabreados, lo que ha propiciado la aparición de los populismos, que son una consecuencia de los errores cometidos por la democracia, pero, a su vez es causa del deterioro de la propia democracia

¿Cómo nos afecta la polarización actual?

Estamos instalados en la confrontación, lo que dificulta e impide la solución de los problemas. El populismo ha inundando los partidos.

¿También en España?

El caso más evidente es el del Partido Republicano de Estados Unidos, pero también los vemos en nuestro país. Tanto PSOE como PP se han contagiado del populismo de Podemos, Sumar y Vox.

¿Y cómo salimos de esta?

Hay que recuperar la razón en contra de la pasión. La pasión te lleva a atrincherarte en las diferencias para confrontar con otros. La razón, en cambio, te lleva a pensar qué tenemos en común y cómo podemos resolver los problemas. La emoción puede ser nacionalista, racista o supremacista, y todas las experiencias históricas en las que el populismo y la polarización se ha impuesto, han terminado mal.

¿Cómo volver al acuerdo?

Hay grandes temas pendientes en España, como la renovación del Consejo General del Poder Judicial o la reforma de la financiación autonómica que solo se van a poder resolver mediante pactos. Nos hemos olvidado de que en España durante la Transición nos sentamos para ponernos de acuerdo y, gracias a eso, hemos disfrutado del periodo más próspero de nuestra historia. Tendríamos que aprender un poquito de la experiencia y de lo que ha funcionado bien.

Denoto por sus palabras nostalgia, aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor...

Más que nostálgico, me siento cabreado. Y lo estoy en el sentido de «¡cómo no os dais cuenta que por este camino no vamos a ninguna parte!»

El descontento de la ciudadanía es manifiesto y la desafección que es palmaria...

Es que un proyecto de país no se puede fundamentar en descreditar al otro. Mi partido hace de la necesidad virtud y el PP solo se centra en derogar el Sanchismo. Si esas son sus únicas propuestas, creo que ambos partidos necesitan un refresco que solo puede venir de fuera.

Desgraciadamente, parece que los jóvenes ya asumen que vivirán peor que sus padres....

La situación de los jóvenes me parece absolutamente indignante. Hemos depositado en manos de las familias su cuidado y protección porque no hay políticas públicas adecuadas para hacer frente a sus necesidades y que les ayuden a resolver sus problemas. De esta forma, estamos condenando a que la pobreza también se herede. Que la avería del ascensor social no sea una preocupación esencial de un gobierno socialdemócrata me sorprenden, me cabrea y me indigna.

¿Son entonces los jóvenes los nuevos pobres?

El patrón de la pobreza en España ha cambiado. Antes, eran mayores jubilados y, ahora, son los jóvenes. Lo más sorprendente es que este dato se conoce desde hace una década y a ningún gobierno le ha preocupado lo suficiente como para tomar medidas eficaces.

Pese a todo, la economía se mantiene a flote y seguimos creciendo...

Creo es que tenemos que revisar el propio concepto de crecimiento. Preguntarnos qué es crecer y para qué. Si crecer sirve para que los ricos sean más ricos y los pobres sean igual de pobres y si no es acorde con los ODS y la sostenibilidad, la idea que tenemos de que si el PIB crece, todo el mundo es feliz merecería una reflexión profunda. El PIB no mide la felicidad.

Cómo exministro de Administraciones Públicas aboga en el libro por una reforma de las mismas...

Tenemos unas administraciones públicas del siglo XX para resolver problemas del siglo XXI. Hace 17 años que dejé de ser ministro y ningún gobierno se ha tomado lo suficientemente en serio esta reforma tan necesaria

¿Dónde radica el problema?

Hemos pensado que la reforma de la Administración era poner ordenadores, cuando, en realidad, el objetivo debería ser facilitar el acceso de los ciudadanos. Puedes digitalizarla, lo que no significa modernizarla. Y eso, una vez más, solo se puede resolver pactando entre las distintas administraciones. Hay muchas reformas pendientes que solo se pueden resolver a largo plazo y con grandes acuerdos, pero, en este momento, los pactos transversales en España, parece que están prohibidos.

Estamos asistiendo en lo últimos años a un mayor peso del Estado en la Economía, ¿cómo lo interpreta?

Estamos viviendo un regreso del Estado. Durante años, se nos vendió que el mejor Estado era aquel que era muy pequeño o que no existía. Entonces, llegó el crash del 2008, la pandemia, la Guerra de Ucrania o la confrontación tecnológica con China y todo el mundo volvió a llamar al «papá Estado» para que solucionara los problemas. Nos hemos dado cuenta de que el mercado no se ajusta y que se necesita al Estado para salvar a una buena parte de la economía.

¿A ello responde la nueva política industrial en la UE?

La estrategia marcada por Europa hoy es la de la autonomía estratégica, es decir, seleccionar sectores económicos para los que quiere tener independencia. Su objetivo es reducir por razones de seguridad su dependencia actual de países como China e incrementar su propia capacidad de producción. Y eso exige PERTES, fondo Next Generation y ayudas públicas. Que el Estado esté de vuelta hace que sea más necesario que nunca que las cosas se hagan bien y de forma eficiente, y que se refuercen los marcos de democracia radical que lo controlan desde fuera.

¿A qué grandes desafíos globales nos enfrentamos?

Por primera vez en la historia de la Humanidad, todos los seres humanos, de la nacionalidad que sea, del color que sea, de la creencia religiosa que sea, se ven amenazados por dos hechos: la crisis ecológica, que es mucho más que el cambio climático, y la Inteligencia Artificial, que pone en cuestión incluso nuestra autonomía. Para afrontarlo, tendremos que ponernos de acuerdo como especie humana y aplicar una regulación global. De poco sirve lo que haga Europa si luego China o Rusia no lo hacen

¿Qué pasará si no lo conseguimos?

Es una necesidad urgente lograr volver a dialogar porque la alternativa es acostumbrarnos a vivir otra vez con guerras, con escasa democracia, con populismos y con una crisis ecológica que va a afectar a millones de personas en todo.