Sevilla
«Salir del banquillo no es fácil, pero no tiene porqué ser imposible»
El sevillano, que desorejó a un toro del Conde de la Maza en el Corpus, afirma que su amigo Manuel Escribano «se ha convertido en un espejo»
La séptima corrida desde su alternativa en Sevilla. Cinco años, desde aquella tarde, sin pisar La Maestranza. Dos años y medio sin torear en España. En un mundo de cifras, de datos, de estadísticas rebuscadas y promedios rocambolescos, los guarismos contextualizan como la mejor de las semblanzas la vida del matador de toros Pepe Moral. El buen torero sevillano parece abocado al fracaso del éxito. Todo un antiheroe del siglo XXI al que las empresas han marginado en ese cajón del olvido que tanto desespera al torero. La peor de las cornadas. Ahora, tras el enésimo aldabonazo cortando dos orejas en Sevilla el pasado Corpus, Moral espera que ese fátuo sino cambie de rumbo de una vez por todas.
-Enhorabuena.
-Gracias. Fue una tarde muy especial. Bonita de principio a fin. Era el único compromiso que tenía contratado y, por suerte, salió ese sobrero que me dejó transmitir lo que siento, el objetivo real de todo torero, y el público supo captarlo para entregarse conmigo.
-Del Conde de la Maza fue ese sobrero.
-Sí, fue un toro muy en su encaste de Núñez. Tengo la suerte de ir mucho a tentar a esa ganadería y la conozco bien. De hecho, sabía cómo era ese toro. No salió claro, pero a mí me gustó bastante. Estaba muy bien hecho y le tenía fe, porque fue de esos animales que te permiten dar un paso al frente. En la segunda tanda, el toro se paró en el segundo muletazo, pero a partir de ahí ya rompió y tomó la muleta con muchísima franqueza. Me permitió torear como nunca con la mano izquierda.
-De una vez por todas, ¿servirá este triunfo tan fuerte en Sevilla?
-Aunque los precedentes no hayan sido buenos, tengo que ser optimista. No queda otra. Es verdad que este año, aunque suene a tópico, las ferias están ya prácticamente hechas. Más que nunca, pero siempre hay huecos. Salir de esta situación tan adversa no es fácil, pero tampoco tiene porque ser imposible salir del banquillo.
-Se le intuye una serenidad que asusta.
-Tengo una gran amistad con otro torero de Sevilla como Manuel Escribano y, además de amigo, se ha convertido en un espejo para mí. Después de diez años ha sido capaz de convencer a todos e invertir su situación hasta ser un fijo en todas las ferias.
-Por sus palabras, asume sin rencor la situación que ha sufrido tantas temporadas.
-Lógicamente, consideraba que era injusto y que merecía una oportunidad, pero pienso que si estaba parado era por algo. Había una razón. Unas veces por el toro y otras también por mí. No echo balones fuera. Las figuras lo son por algo y los que llegan allí, lo hacen triunfando muchas tardes. Lo que toca es mentalizarse y mejorar más.
-¿Cómo esquiva el aburrimiento un torero que no se viste de luces en España en dos años y medio?
-Con mucha afición y amor por lo que siempre te ha gustado. He pasado momentos muy malos, pero me he obligado desde el primer día a entrenar como el número uno del escalafón, a estar muy preparado en el campo para cuando llegara el tren. En mi caso, no puedo dejarlo escapar.
-El problema es que de novillero no pasó en balde, cruzó la Puerta Grande a hombros en pleno San Isidro.
-Sí, pero los meses posteriores no salieron bien y se fue enquistando mi evolución. Todo se fue viniendo muy abajo hasta que cada vez tuve menos ambiente. Cuando tomé la alternativa en Sevilla, apenas existía.
-Sin entrar en nombres, ¿le da rabia ver lo que ha supuesto en la carrera de otros novilleros una Puerta Grande en Madrid?
-Puede, pero no me debo quedar amarrado al pasado. No sirve de nada andar ahora con lamentos. Más que rabia lo que muchas veces me hace reflexionar es ver las imágenes o en los carteles a otros compañeros de mi generación que han progresado, que hace unos años les sacaba yo varios cuerpos y actualmente se me han escapado, porque ellos sí están toreando con más frecuencia. ¿Si tiene el mismo valor para todos una Puerta Grande? En mi caso, sé que no fue suficiente.
-Pero, luego, volvió a salir a flote para confirmar en Madrid: estuvo muy serio con un corridón del Conde de la Corte.
-Sí, fue en la preferia, la prensa cantó mucho esa actuación. No hubo una faena rotunda como otras tardes en Madrid, pero me la jugué sin trampa ni cartón con una corrida muy ofensiva, sobre todo, un arrimón con el sexto, muy peligroso. Pensé que, tal vez, me podría caer una sustitución, pero tampoco hubo suerte. Volví después de la feria y fue una tarde sin historia.
-Y luego, la nada...
-En España, sí. Nada. Algunos festivales y unas pocas corridas sueltas en América, pero treinta meses, uno detrás de otro, parado en casa y sin vestirme. No salían contratos y, donde llegaban, no era en las condiciones más apropiadas o que yo consideraba legítimas para ser sincero conmigo mismo y con mi profesión.
-¿Qué le decía su apoderado Manolo Cortés?
-Tiene un mérito tremendo y por la persona que más me alegré de mi triunfo en Sevilla fue por él. Ha vivido conmigo en torero desde que me acompaña y ha sentido esa dureza del día a día parados, sin fechas por delante, sin objetivos, es muy duro. Más para alguien como Manolo que ya tuvo su carrera y ha sido alguien importante en esto.
-¿Le gustaría volver a Las Ventas, aunque fuera ahora en verano?
-Por supuesto, la considero mi plaza tanto como Sevilla o más. He disfrutado mucho cada vez que he toreado allí y me siento torero de Madrid: ese aprecio que me ha demostrado siempre la afición es de agredecer. Por eso, no hay problema en ir en verano o cuando haga falta. En mi situación, cómo voy a rechazar ir a la primera plaza del mundo.
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