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Feria de Fallas: Roca Rey corta dos orejas a un buen toro de Cuvillo

El peruano corta dos orejas al tercer buen toro de la tarde de Cuvillo en la sexta de la Feria de Fallas

Roca Rey abandona a hombros la Plaza de Toros de Valencia larazon

Valencia. Sexta de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, terciados de presentación. 1º, descastado; 2º, desigual de ritmo; 3º, bueno y repetidor; 4º, noblón y rajado; 5º, con movilidad y repetición aunque falto de entrega; 6º, como sobrero, muy flojo. Lleno de “No hay billetes”

Sebastián Castella, de azul y oro, pinchazo, estocada (silencio); estocada (saludos).

José María Manzanares, de grana y oro, estocada de rápido efecto (oreja); pinchazo, aviso, estocada arriba (saludos).

Roca Rey, de verde hoja y oro, aviso, estocada (dos orejas); pinchazo, estocada desprendida (silencio).

Le bailaron los corrales a Ricardo Gallardo el día anterior con la corrida de Fuente Ymbro. El valor de los valores dura apenas 24 horas. Las que pasaron para que diera comienzo la sexta de abono con un lleno espectacular en el que se colgó el cartel de “No hay billetes”. Ramplón fue el toro que abrió plaza. El hijo de los lidiados el día anterior. En la misma plaza. Un cosa. O la contraria. Una línea a seguir. Esa que buscó un poco después José María Manzanares con un segundo, precioso de capa, jabonero, y pobretón de pitones. No tenía plaza el toro, se lo comía la propia entidad del coso de la calle Játiva. El animal de Núñez del Cuvillo con el que se hizo José María Manzanares tenía largura en el viaje pero muy irregular en el ritmo. De ahí que la faena fuera de búsqueda y belleza cuando ambos se encontraron en la misma dirección, y más con el empaque intrínseco del torero. La contundencia de la estocada fue espectacular. No falla.

Roca Rey dando un pase de rodillas

Tampoco Roca Rey. Replicó el quite de Castella y se puso a torear de rodillas al tercero. Incendió la plaza nada más empezar por esa capacidad de sorprender, de pellizcar que tienen las arrucinas, y más si las hacen, como fue el caso, de rodillas. Dos, a falta de una, seguiditas. Mucha tela para el corazón de los valencianos. Toreó después, porque el toro fue de categoría. Noble, repetidor y entregado. Hubo, en ese toreo compacto, varios momentos cumbres, los más desgarradores, quizá cuando se cambió la muleta de mano para rematar con el de pecho y nos encontramos con un pase eterno que acabó en desmayado. Tremendo. Al natural y con la diestra se entretuvo en conquistar Valencia para rematar con unas manoletinas sin espada y tirarse a matar de veras. En esa verdad entró la espada. Y paseó el doble premio. Qué toro bueno. Qué estallido en el ruedo.

De rodillas y a la verónica recibió al sexto, sobrero. Había caído la noche ya, y casi a la vez se desplomó el toro. No se tenía en pie el animal de atrás. Le aguantó el presidente y después de los estatuarios iniciales, el toro hizo un cuerpo a tierra y poco quedó más que coger la espada y disfrutar del triunfo cosechado. A hombros se iría después. Rey también el peruano de la plaza de Valencia.

José María Manzanares dando un pase de pecho

Movilidad y repetición tuvo el quinto, aunque le faltó entrega. Manzanares vistió mejor la faena por fuera que por dentro. A la vistosidad de su toreo, le faltó autenticidad en la base, ajuste en el embroque... De ahí que la faena fuera complaciente pero no llegara a crujir salvo en un par de muletazos, con los vuelos y una trinchera, con otra hondura. El toro se movía pero soltaba la cara con ligereza.

Sebastián Castella pasó con discreción con un primero desrazado y soso que tenía poco que decir. Y no dijo. El cuarto fue todo bondad. Con el poder bajo mínimos y a un paso de rajarse, que fue lo que hizo después. Castella anduvo perfecto en las tres primeras tandas, con los vuelos y medido. Se alargó después cuando el animal hacía tiempo que le había entregado todo. Y quizá se había acabado ahí.