Teruel
Raquel Sanz, viuda de Víctor Barrio: «Yo me decía es una cornada grave pero va a salir, ¡ya no se muere en la plaza!»
Raquel Sanz habla para LA RAZÓN a tres días de la fatídica cornada que le partió el corazón al diestro.
Habla para LA RAZÓN a tres días de la fatídica cornada que le partió el corazón al diestro.
El próximo 11 de octubre haría dos años de casada. Nueve llevaba en común con Víctor Barrio. Raquel Sanz es la viuda del torero. La última vida cobrada en las astas del toro. Ella estaba, como siempre, en la plaza. También la hermana, el padre y los abuelos del diestro segoviano.
Aquella tarde del 9 de julio fue el día fatídico en Teruel e impresionante su entereza para hablar, con extremo vértigo y pudor. Se cumple aquello de que detrás de un gran hombre, hay una gran mujer. Han pasado apenas tres días, y rompe su silencio, por Víctor y por todos los toreros.
“Estoy orgullosa de mi marido. Él dejó todo y quiso cumplir un sueño”. Se conocieron antes de que Víctor comenzara su andadura en los ruedos y desde entonces “lo hemos compartido todo. Él es mi pilar”. Nos adentramos en la conversación con la cautela y el pudor del dolor reciente.
–¿Cómo está?
–En una nube. Pienso que Víctor está en el campo y que va a volver en cualquier momento. A veces más entera de lo que jamás hubiera pensado, pero es él que me inyecta la fuerza en vena esté donde esté. Me queda tanto que no quiero ni pensarlo.
–Decía en Twitter que se le había ido la vida.
–Sí, yo he dado mi vida por él, porque he querido y la he adaptado a él. Me hacía feliz. Cuando nos vinimos de Madrid a Sepúlveda sabía que renunciaba a muchas cosas profesionalmente pero lo hice consciente y encantada.
–¿Conoció a Víctor ya en los ruedos?
–Qué va. Cuando yo le conocí no era torero. Le gustaba y enredaba con estos temas pero no había empezado. Al poco sí que lo hizo. Él estaba trabajando en el campo de golf y tomó la decisión de dejarlo todo e intentarlo.
–¿Y cómo se lo tomó?
–Yo nunca le dije nada. No quería que pudiera echarme en cara que no había intentado su sueño, yo era la última en llegar y le respeté siempre.
–¿Le gustaban los toros?
–Yo no tenía ni idea de nada. Pero sí me acuerdo de una conversación que tuvimos antes de empezar esta aventura y me decía que si tiraba para adelante iba a ser muy duro todo. No se refería a lo que ha pasado claro, pero sí al tiempo que iba a estar fuera de casa. Era su sueño y su vida y nadie podía hacer nada.
–Y no faltaba en el tendido.
–No. Alguna vez que no he podido ir ha sido casi peor. Disfrutaba viéndole torear, me llenaba, me gustaba, me he hecho aficionada por él. Aunque luego era muy crítica, él siempre decía que le metía mucha caña. Pero confiaba mucho en sus facultades, en su valor, y en esa capacidad inmensa que tenía para transmitir.
–Y llegó Teruel.
–Eso es una pesadilla. Nos fuimos gente de Sepúlveda en un microbús y pasamos el día allí. Había buen ambiente.
–Y el padre de Víctor también.
–El padre se fue con unos amigos y resulta que se les averió el coche. Tuvieron que llamar a una grúa y llegaron cuando mataron al primer toro.
–¿Fue consciente de la gravedad de la cogida?
–No quiero ser consciente de la gravedad en el momento. El día anterior fue la cogida de Javier Jiménez en Pamplona y me impresionó mucho pero fíjate que después sale de la enfermería. Es como que siempre está el milagro, lo imposible... Cuando vi a Víctor inerte en el suelo pensé en Javier en ese momento y en Escribano, que se desangraba también en la cornada... Su hermana se fue hacia la enfermería y yo quise esperar. Cuando miré a Moncholi y me puso una cara rara... Entonces me fui.
–Pero las noticias tardan en llegar.
–Cuando llegué, en la puerta no decían nada. Fue una pesadilla. Yo me decía, es grave pero va a salir. Es una cornada, hoy ya no se muere de una cornada, hay solución. Pensaba que era en el lado derecho, que no estaba el corazón. Le intentaron reanimar y el parte de defunción está firmado a los 20,25 de la tarde. Estuvimos media hora esperando. Alguien me dijo que no era tan grave, que le estaban operando.
–Horrorosa espera.
–Yo estaba en la calle de un lado para otro. Hasta que escuché gritar a su padre y salir también al mío llorando. Y de lo que pasó a partir de ahí no me he hecho a la idea todavía. ¡Ya nadie se muere en una plaza, por qué nos tiene que tocar a nosotros! No he dejado de preguntármelo pero alguien me ha dicho que no me haga preguntas y es verdad, sólo sirve para hacerme daño.
–Estamos mal acostumbrados.
–Víctor estaba indignado con este tema, con que los propios toreros le restaran importancia a las cosas con fotos al día siguiente de cogidas muy graves. Ha tenido que pasar esto para tener un golpe de realidad.
–¿Cómo vive ese linchamiento anti?
–Por la vía judicial llegaré hasta las últimas consecuencias. Pero la realidad es que me ha llegado una avalancha de personas de todo el mundo, mensajes en inglés, en alemán. Gente que no te conoce de nada, que está al lado o a miles de kilómetros. ¿Lo otro? Lo que digan estos seres, porque me cuesta llamarlos humanos, no me duele, me da pena. Si te metes en los perfiles casi todos son falsos, al final no son tantos pero hacen mucho ruido.
–La propia madre pidió respeto para los toreros.
–Lo de su madre es espectacular. Pidió respeto a los toreros, porque es una profesión muy seria, y les dijo a todos los que estaban allí que siguieran luchando por el sueño de su hijo, la profesión por la que su hijo ha muerto.
–¿Le ayuda que esté tan entera?
–Me mata. Yo no puedo ponerme mal, cuando ella está así. Lo de Esther es algo inhumano, no sé de dónde saca la fuerza. Si ella aguanta, yo aguanto. Pero estamos destrozados. Los padres no querían que fuera torero y él le pidió unos años para cumplir su sueño e intentarlo. Y no se podía negar. Su padre decía que había perdido a un hijo y a un amigo. La realidad es que no estoy sola y eso me ayuda. He vuelto a mi casa, a nuestra casa, pero con gente. Pero no va a ser fácil. Me queda mucho. Víctor estaba gran parte del día fuera de casa, entrenando y con sus cosas... Pero no quiero pensar. Es mi vida. Con su corazón partido se ha ido el mío. Me ha partido la vida. El toro era el número uno en su vida, se lo ha llevado y me ha dejado aquí y eso me enfada mucho. Él siempre decía que era un tipo con suerte y hemos sido muy felices estos dos últimos años en Sepúlveda. Sentarnos en el sofá por la noche era lo único que necesitábamos.
–¿De dónde saca esa fuerza?
–La fuerza me la inyecta él en vena. Como siempre. Él me ha apoyado en todo. Ha tirado de mí para que me metiera en política, y también me ha arreado mucho claro. Él es mi pilar. No sé de dónde saco las fuerzas pero en algún momento tendré que romperme. Por eso pienso que entre tantas miles de muestras de cariño no puede prevalecer la maldad. Soy la persona más orgullosa de mi marido. Dejó todo por intentar su sueño y ha luchado todos los días, a pesar de los bajones, y jamás se ha quejado.
–¿Guarda rencor al toro?
–No sabía ni su nombre y preferiría no saberlo. Pero el rencor no es al toro, es al viento que le dejó al descubierto. Estaba en Teruel, las cosas no estaban rodando bien esta temporada, y necesitaba un triunfo. Y lo dio todo. Todo de todo.
–Es portavoz del Partido Popular en Sepúlveda...
–Sí y ahí voy a seguir. Víctor estaba muy comprometido con la realidad, y es el primero que me ha impulsado para meterme y hacer cosas. Lo único que tengo claro es que ahí voy a seguir.
–¿Cree que ha podido afectar eso a que se incendiaran los comentarios antitaurinos?
–Lo he leído por ahí, pero no lo creo. Sería estúpido. Yo desde luego tengo respeto a cualquiera.
–Las muestras de apoyo han sido infinitas.
–Ayer me llamó el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y lo único que le pedí es que con la justicia se llegué hasta donde se pueda para luchar con esos deseos de muerte.
–Y ahora, paso a paso.
–Ahora no me veo... Es muy duro, pienso en descontar los días para reunirme con él. Era mi vida. Teníamos tantos planes. Hemos vivido intensamente. Eso sí....
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