Feria de Bilbao
La feria se mueve
Fernando Beltrán abre la Puerta Grande con una buena novillada de Guadaira
Algemesí, segunda de la Feria de las Novilladas, se lidiaron novillos de Guadaira, muy bien presentados y de buen juego en conjunto. Lleno en los tendidos.
Fernando Beltrán, de vainilla y oro, media, entera, aviso, (oreja); entera (dos orejas). Aitor Darío «El Gallo», de calabaza y azabache, pinchazo, media (silencio); media caída (silencio). De las cuadrillas destacaron El Sirio y Raúl Martí.
También en el segundo festejo de la feria respondió el ganado y si el día anterior el encierro de Baltasar Ibán debutó con muy buena nota, Guadaira, vacada ya conocida en este serial, volvió a echar una novillada de excelente presentación, cuajada, seria, con hechuras de toros algunos ejemplares, y de juego notable. Apretaron y empujaron en el caballo, dejándose pegar y en el último tercio embistieron con nobleza y buen son.
Fernando Beltrán, que el año pasado hizo este serial como sobresaliente y en la última actuación y con un novillo que le regaló la Comisión organizadora asombró a todo el mundo, no alcanzó el registro de entonces pero sí se convirtió en el primer triunfador de la presente edición. Se gustó al veroniquear a su primero, que tomó dos buenas varas en el único viaje que hizo al peto, y toreó luego con parsimonia y tomándose todo el tiempo del mundo para colocarse, citar sacar una serie y comenzar otra. Fue una faena larga y ecléctica, con muletazos largos, limpios y templados y también con fases de poca claridad y ajuste en la que no acabó de estar relajado. Con todo se llevó la primera oreja del serial y encarriló su triunfo. Que llegó al tumbar patas arriba a su segundo, más vareado y escurrido, más justo de fuerza también, pero asímismo noble y repetidor. El de Faura estuvo de nuevo con ganas y tocando muchos palos en otra labor de largo metraje y cierta dispersión pero en la que se le vio más centrado y asentado.
El primer novillo de Aitor Darío «El Gallo», al que se le dio fuerte en el primer tercio, se lo pensaba mucho antes de embestir, pero cuando se decidía lo hacía con rectitud y obediencia. Pero aquellas primeras dudas no dejaron estar cómodo ni convencido a su matador, que toreó con poco convencimiento y sin apreturas, yendo su trabajo siempre hacia abajo. El cuarto le desarmó de salida y no se confió en exceso con la muleta en las manos. El astado sacó cierto genio pero, para no desentonar, obediente y manejable. Pero le costó mucho cruzarse, toreando casi siempre al hilo y muy de perfil, sin acabar de someter a un novillo que, puede que aburrido, acabó por ponerle la popa y buscó las tablas, desentendido ya de una pelea que no logró interesar a la gente que, un día más, llenó hasta arriba los tendidos de esta tan especial plaza.
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