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Toros

Toros

Indomable Román, valor sin aspavientos ni fisuras

El valenciano corta una oreja en una tarde de mucha verdad y entrega en la Feria de Otoño

Román cortó una oreja larazon

El valenciano corta una oreja en una tarde de mucha verdad y entrega en la Feria de Otoño.

Las Ventas (Madrid). Segunda de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro. El 1º, encastado y de buen juego; 2º, bueno, repetidor y con transmisión; 3º, peligroso; 4º, mansurrón y sin entrega; 5º, sin fuerza y sin querer pasar en la muleta; 6º, manso y complicado. Tres cuartos de entrada.

Eugenio de Mora, de blanco y oro, pinchazo, aviso, estocada (saludos); pinchazo, estocada (silencio).

Juan del Álamo, de tabaco y oro, estocada (silencio); pinchazo hondo, dos descabellos (silencio).

Román, de verde botella y oro, estocada (oreja); aviso, pinchazo, estocada, descabello (saludos).

Movilidad tuvo el tercero. Listo de papeles, para aquí y para allá sin racanear viaje. Embestidas a lo loco, aunque no siempre fueron así. Descolgó con el capote mientras Román le paraba con verónicas rodillas en tierra. Iba el toro, fue. Raudo llegó a la muleta. Una odisea era ponerse por el derecho, por donde el toro recortaba y era difícil salir airoso (y de pie) de ese trance inverosímil de tiempo y espacio. No había hueco y cazaba rápido el de Fuente Ymbro. No volvió la cara el valenciano y tragó lo indecible. Difícil asumir el riesgo. Cada muletazo era una aventura cargada de incertidumbre. Verdad a secas. Y entrega la que puso Román, al servicio del toreo los muslos. Mató a la primera y recibió una oreja, no fue mayoritaria ni faena de disfrute, pero la disposición no tuvo fisuras. Como si le persiguiera el diablo salía huyendo el sexto de capotes y muleta. Descarados pitones tenía el fuente ymbro que ponía fin a la tarde. Ni un atisbo de dudas dejó Román sobre la arena de Madrid. Comprometido con la ocasión se puso a torear por la derecha sin probar y las ráfagas de las arrancadas se convirtieron en un ramillete de embestidas de mucha transmisión. Las aprovechó, cosidas unas a otras, hilvanadas y sufrió dos cogidas en un alarde de valor infinito. De acero. Por el izquierdo, el pitón malo, se puso una y otra vez, sin ayuda y sin excusas. Impecable actitud. Falló la espada; no la verdad y la diferencia entre unos y otros se hizo un abismo.

Un toro bueno se llevó Juan del Álamo en segundo lugar al que saludó con buenas verónicas. Repetidor y con nobleza llegó a la muleta. El salmantino se enredó con las teclas del toro y el comienzo, más voluntarioso que logrado, marcó la pauta que vendría después. Puso el torero el piloto automático cuando se mostraron las primeras quejas y la faena no fue. Un trago pasó con el quinto. No pasaba el toro, no se despegaba del muletazo y recortaba con malas intenciones. Se veía a las claras, pero no dejó lugar a dudas cuando se puso al natural y al primer muletazo se lo echó de manera literal a los lomos y ahí lo zarandeo a lo bestia pero sin herirle. Por suerte. Volvió con la derecha y se justificó. El palizón resultó apoteósico.

Encastado y de buen juego fue el primero de la tarde. Comenzábamos por arriba la segunda de Otoño. Repitió el animal en la muleta de Eugenio de Mora y lo hizo con nobleza. Dejó el toledano muletazos con mucha profundidad intentando hacer todo al toro por abajo, aunque fueron más pasajes salpicados que una faena de enjundia de principio a fin. Soberbios y con mucha personalidad tanto los pases de pecho como el ocaso de su labor. El cuarto fue otra historia. Movilidad con marcada mansedumbre y falta de entrega en la muleta. Aunque la veteranía de Eugenio buscó encontrarse con el toro por distintos frentes, no pudo dejar más que una faena digna y un estocadón. La ovación que despidió a Román fue sonora.