Ferias taurinas
Feria de Fallas: Ponce se abandona en Valencia
Sale a hombros tras una grandiosa faena junto a López Simón, que protagoniza una buena tarde
Ficha del festejo
Valencia. Octava de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, justos de presentación. 1º, manejable y sosote; 2º, sobrero, tan noble como soso; 3º, 4º y 5º, de buen juego; 6º, noble pero a menos. Casi lleno en los tendidos.
Enrique Ponce, de blanco y oro, media estocada, dos descabellos, aviso (silencio); estocada (dos orejas).
Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro, estocada trasera, aviso (saludos); cinco pinchazos, estocada baja (saludos).
López Simón, de rosa y oro, estocada, aviso (oreja); estocada (oreja).
Lo hizo. Despacio. Lento. Cuestión de corazón. De pulso. De desmedir las distancias que van del toro al cuerpo y abandonarse. Era la historia de Ponce. Era la historia de un Juan Pedro, noble, con clase, que se hizo cómplice mágico de una obra maestra. La transitamos de principio a fin por la despaciosidad con la que ocurrió todo. Una verticalidad en busca de la pureza que nos fue conquistando hasta llevar a Valencia, su plaza, al delirio. Torero, torero fueron los gritos del final. Los olés presidieron la faena. Era la segunda tarde del diestro. Esta en sustitución de Cayetano y atendiendo a la llamada de la empresa. No todos lo hacen. Ponce vino. Y volvió a abrir la Puerta Grande. Pero más allá de los premios, de los números, hubo el toreo, por la cercanía, por la profundidad de los momentos y por saber que ahí abajo, ante la atenta mirada de todos, Enrique Ponce, de vuelta de la vida, se abandonó a la embestida del animal, se entregó a la loca aventura de embarcar la embestida de un toro bravo y llevárselo por dentro. Esa lentitud rompió en emoción. Y así hasta el final. Se le multiplicaron los desafíos con el primero con el viento. Volaba la muleta libre mientras el toro iba y venía sin demasiadas ambiciones. Quiso Ponce. Pero fue después, claro, cuando acabó con el cuadro. Y qué cuadro.
Salió a hombros en una Puerta Grande multitudinaria camino del centro de Valencia en plenas Fallas y lo hizo junto a López Simón, que se la ganó al cortar una y una. Al tercero, sobrero también, lo esperó de largo para entrar a matar y hundió la espada. Dos fases distintas tuvo la faena ante un toro de buena condición, aunque con el fuste justo. Una primera muy centrado y ajustado con el toro de Juan Pedro y una segunda más invasiva, en las cercanías, y buscando la complicidad del público. Entrega y buen acero puso con un sexto, noble aunque a menos. Pero le dio la suma para salir a hombros en esta nueva temporada donde justo hace un año en esta plaza indultó un toro.
A pie se fue Perera. Nobleza y calidad tuvo el segundo pero tan justo de fuelle que se convertía aquello en sosería. Miguel Ángel Perera lo puso todo. Igual que con el quinto, que tuvo buena condición. También el torero. Lo que no encontró, esta vez, fue el filo de los aceros.
Hubo emoción en el ruedo. Y en la celebración del triunfo. Salida a hombros con todos los honores.
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