Feria de Bilbao
Epifanía y confirmación en La Chata
Albacete. Última de feria. Se lidiaron toros de Daniel Ruiz, desiguales de presentación y de buen juego en conjunto, destacando los tres últimos. Lleno.
El Juli, de sangre de toro y oro, media y dos descabellos, silencio; dos orejas y rabo del cuarto, que fue indultado.
López Simón, de azul noche y oro, entera, oreja con fortísima petición, dos vueltas al ruedo y gran bronca al presidente; entera, oreja.
José Garrido, de frambuesa y oro, entera, oreja; entera, oreja.
De las cuadrillas destacaron Álvaro Montes, Fini y Vicente Osuna.
La Feria de Albacete ha servido este año, entre otras cosas, para que un par de nuevos matadores sean no ya reconocidos sino tenidos firmemente en cuenta, y con ellos la tan esperada regeneración y renovación del escalafón y carteles es ya un hecho. También esta última función del abono –corrida de las que hacen afición– sirvió para confirmar que los toreros están hechos de otra pasta. Como desmostró Alberto López Simón, herido de gravedad en esta misma plaza hace unos días y que, con la herida abierta –tuvo que ser atendido en la enfermería antes de su actuación– reapareció para completar un cartel que se había descompuesto tras el grave percance de Perera.
Brindó el madrileño su primer toro al Doctor Masegosa antes de torear con mucha verdad, citando de frente, presentando la muleta planchada y sin dejársela tocar, conduciendo las embestidads con un temple exquisito y cerrando series muy largas, ligando los muletazos sin enmendarse y en un palmo de terreno. También arriesgó y eso le costó una buena voltereta, levantándose sin inmutarse y completando una faena impactante que, desde el palco, y de manera incomprensible, sólo fue premiada con una oreja. Magullado y dolorido salió de la enfermería para vérselas con un toro feo y basto, de poca fuerza y menos gracia con el que derrochó valor y testosterona para amarrar la Puerta Grande.
No se quedó a la saga José Garrido, que se lució al torear de capa al tercero y que inició su primera faena con un farol y media docena de derechazos de rodillas. En pie dejó un puñado de naturales interminables y de mucho poso y mando. Abundó por ese lado en el mismo son hasta exprimir totalmente a un astado que fue a menos. Embistió el sexto con tranco, clase y nobleza, humillado y con fijeza. Garrido cumplió un quehacer muy entonado de principio que bajó con enganchones y desarmes, remontando con otro arrimón de infarto.
El Juli, con un primer toro sin fuerza, brusco y a la vez encima, no se encontró cómodo y poco pudo hacer. Pero esto no va con este torero y tras los triunfos de sus compañeros salió muy arreado con el cuarto, un toro que pese a que se dolió en varas y manseó en el primer tercio, a partir de ahí fue de lío. Y con él dijo: «Aquí estoy yo», firmando un trasteo enrazado, bajando muchísimo la mano y aun con fases de torero retorcido y excesivo uniendo de cabo a rabo a un toro que siempre respondió pronto y bravo y que mereció la gracia del indulto, llevándolo El Juli con la muleta hasta los mismos corrales. Otra tarde histórica en La Chata.
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