Feria de Bilbao
El sueño de una tarde de final de verano
Alberto Pozo y Sergio Felipe cortan sendas orejas de un buen encierro de los hermanos Lozano
Albacete. Novena de la Feria de la Virgen de los Llanos. Se lidiaron tres novillos de El Cortijillo (2º, 5º y 6º), dos de Alcurrucén (3º y 4º), y uno de Hermanos Lozano (1º), bien presentados, nobles y en conjunto manejables.
Alberto Pozo, de malaquita y oro, media muy baja, aviso (silencio); pinchazo, estocada caída, aviso (oreja). Sergio Felipe, de corinto y oro, estocada, dos descabellos, aviso (oreja); tres pinchazos, estocada, dos descabellos, aviso (saludos). Martín Escudero, de lila y oro, estocada (silencio); estocada (ovación). Más de media entrada.
Entre las cuadrillas, destacaron Javier Perea, Javier de Esperanza y Julio Campano.
Anda la afición albacetense en busca de un torero al que seguir. Es tierra esta de grandes toreros y últimamente está costando que despunte alguno. No es por ello de extrañar que el mucho público que acudió a la segunda novillada del abono se aferrase a su sueño en esta tarde de final de verano, tratando de hacer realidad su ilusión y se volcase con sus novilleros, dándoles todo su apoyo y ánimo, hasta procurándoles una oreja a cada uno.
También la empresa gestora de la plaza y organizadora del serial les echó una buena mano, poniendoles enfrente un encierro con reses de sus varios hierros que, en conjunto, y pese a la sosería de alguno, sacó nobleza, bondad y posibilidades para un lucimiento que llegó sólo en contadas ocasiones.
La primera oreja fue para Sergio Felipe, al que le costó enganchar a su primer novillo. Logró ligar un par de tandas de buen trazo pero enmarcadas en una labor muy intermitente, muy premiosa y en la que la emoción llegó únicamente con los adornos finales.
El quinto tuvo tendencia a distraerse y de nuevo tuvo dificultades su matador para entrar en materia. No acabó de convencer a su oponente, esperando que fuese este quien tomase la iniciativa, faltando asimismo un punto más de decisión.
Otra oreja se llevó su paisano Alberto Pozo del buen cuarto, con el que hubo cierto desbarajuste en el primer tercio y al que banderilleó con buena voluntad. Luego compuso una faena ecléctica y en la que tocó todas las teclas, desde el tremendismo hasta el clasicismo más ortodoxo, pero sin profundizar. Hubo muletazos limpios y bien dibujados pero aislados y sin ensamblar en un resultado final en el que lo mejor fueron sus muchas ganas. Le faltaron ideas y temple para canalizar su entusiasmo frente al que abrió plaza, fuerte y repetidor, con el que instrumentó muchos muletazos, muchos, de los que pocos dejaron recuerdo.
Lo mejor de la actuación de Martín Escudero fueron las estocadas con que remató sus dos faenas. Volcándose sobre el morrillo, contundentes y arriba, en muy buen sitio. No acabó de acoplarse con su primero, que dejaba la cara alta y con el que no se le vio cómodo.
El sexto manseó en varas y buscó las tablas pronto, aunque el de Galapagar acertó a fijarlo en los medios. Adelantando la muleta y dejándosela puesta logró sacar muletazos de buen trazo pero sin que su trasteo, muy disperso y con muchos tiempos muertos, tuviese unidad ni calado.
Titania, la reina de las hadas, debía estar preparándose para el ya inminente otoño y olvidó repartir sus gracias.
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