Valencia
El Soro cumple su sueño: regreso y Puerta Grande
El valenciano regresa veinte años después para salir a hombros junto a Luque y Román
Játiva (Valencia). Se lidiaron toros de Benjumea, cómodos y justos de fuerza pero manejables para la terna. Tres cuartos de entrada.
El Soro, de ciruela y oro, estocada entera, tres descabellos (vuelta al ruedo); media, pinchazo, descabello (dos orejas). Daniel Luque, de caña y oro, estocada entera (oreja); estocada (dos orejas). Román, de blanco y oro, estocada casi entera (oreja); pinchazo, estocada (oreja).
A la hora en punto, en medio de una nube de fotógrafos, El Soro, vestido de ciruela y oro, cruza el ruedo sabiendo que cumple un sueño largamente acariciado y anhelado. Al romperse el paseíllo es ovacionado y luego se le entregan numerosos recuerdos y galardones. Sale el primer toro, bajito, cómodo, muy bonito que dicen los taurinos. Justo de fuerza además. Ideal para la ocasión y sus circunstancias. El Soro le recibe de capa. Tres verónicas más entusiastas que notables, pero las tres medias con que abrocha sí que son ceñidas y de mérito. Su hermano Jaime pica a modo al astado, que dobla las manos cuando sale del peto. Se luce el diestro de Foyos al quitar por delantales. Coge las banderillas y la plaza, que registra una muy buena entrada, ruge de entusiasmo.Un primer par en el que sólo queda arriba un palitroque, si bien en el segundo, de dentro afuera, clava tres en todo lo alto antes de que se cambie el tercio. Brinda a su hija María Suzette, venida desde México expresamente para la ocasión, la muerte de este primer toro de su nueva vida, «Asturiano» de nombre. Le cuida mucho, llevándole por alto, dejándole respirar, sin tirones. Sorprende verle tan suelto y tan puesto. Cuando se echa la muleta a la zurda deja una serie de naturales limpios, muy templados y procurando alargar la embestida de la res. Vuelve a la derecha y saca otra serie solvente y de buen trazo. Más que suficiente. Se perfila para matar y deja una estocada que, si bien algo baja, parece suficiente y comienzan a aflorar pañuelos blancos, pero el animal se amorcilla y no cae. Hasta tres golpes con el estoque de cruceta y cambia una oreja segura por una clamorosa vuelta al ruedo.
Se luce al veroniquear al cuarto, más cuajado y voluminoso y que le aprieta al ponerlo en suerte. Javier Mesa también le da para el pelo antes de que El Soro comparta banderillas con Luque y Román, que salvan notablemente el compromiso. Cierra el tercio el propio Soro con un par al quiebro que pone la plaza boca abajo. Brinda ahora al presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, quien asistió asombrado a una faena muy bien concebida, bajando mucho la mano y llevando muy sometido al de Benjumea, al que le cuesta más tomar el engaño al natural por lo que vuelve al pitón derecho para macizar un trasteo en el que se le ve muy relajado, muy a gusto, disfrutando del momento y dejando la sensación de torero sólido y muy preparado. Con las dos orejas, más contento que unas pascuas.
Román se mostró con su primero muy dispuesto y arrestoso, bajando muchísimo la mano y llevando siempre sometido a un toro del que supo tirar cuando amenazó con pararse o quedarse corto. El sexto se lo llevó por delante al recibirle de capa, aunque afortunadamente sin consecuencias. Todo lo tuvo que hacer él ante la mansedumbre de su oponente, siempre reculando y renuente pero al que, a base de valor y ganas acabó exprimiendo por completo.
Luque estuvo por encima de su primero, distraído y manso de salida pero noble y pastueño en la muleta. En parecidos términos discurrió su segunda faena, muy templada, suave, parsimoniosa y de perfecto dibujo, sin apreturas.
Hace 143 años, en Badajoz, Antonio Sánchez «El Tato» se empeñó en torear tras haberle sido amputada su pierna izquierda por una cornada recibida un par de años antes. Lo hizo con un pierna ortopédica y no pudo llevar a cabo su proeza, retirándose llorando al callejón. Ahora El Soro no sólo ha visto realizado su deseo sino que ha culminado la gesta de El Tato agrandando la memoria de los toreros y honrando al toreo.
CASI 35 OPERACIONES DESPUÉS
El Soro cumplió su sueño. Tuvo que esperar veinte años y una quimera de 34 intervenciones desde el último paseíllo en aquella fatídica tarde en Benidorm en la que se hizo añicos la rodilla izquierda al saltar la barrera tras clavar un par de banderillas.