Cargando...
Toros

Toros

Cayetano triunfa y Urdiales torea

El riojano corta dos orejas y Cayetano suma tres para salir a hombros en la primera de Logroño

Cayetano abre la Puerta Grande de Logroño (Foto: EFE) larazon

El silencioso temporadón de Diego Urdiales nos trajo hasta aquí: su casa. O casi. Cerquita de su Arnedo, durante muchos años, mantuvo la llama de su vida profesional entre Bilbao y Logroño con faenas de ensueño haciéndonos perder el norte en su norte natal. Dos tardes en cuatro días se anunciaba. Y los buenos aficionados en estos tiempos de hamburguesas de dos pisos saben que eso es degustar caviar. Y vale todo, porque cuesta mucho encontrarse con un torero de esta magnitud. Y más cuando no es tan fácil verle ni en temporada de muchas sustituciones. Pasados unos minutillos, cosa rara, se abrió el paseíllo, el del desafío del bien y del mal. El miedo sin fisuras y la moneda al aire para tormento de familias y amigos. El desvelo. Dos veces derribó al caballo el toro y tardaron lo suyo en devolverle a su sitio. Los tiempos, esa cosa, qué misterio, sabe Diego, los hizo él, los dibujó al compás del toreo después, buscando el ritmo al toro en la codiciosa embestida y lo encontró y así los olés, porque por ahí, entre un pase y otro, transitaba la tauromaquia de siempre resuelta en el hoy ante nuestros ojos. El medio pecho, el cite de frente, el estaquillador nivelado, por el centro, la perfecta sintonía de la estructura de su cuerpo como si fuera una escultura de este rito loco. De pronto fluyó. Y así lo disfrutamos en una armoniosa labor, que tuvo todas las letras de un partitura deliciosa. El remate a dos manos. La espada a la primera, la demora de la muerte, la vida pasar, el descabello. Y el trofeo.

Otra cosa fue el cuarto. Escarbaba ya en banderillas, preámbulo de lo que estaba por venir. Y rajado, quería irse. Fuera de la jurisdicción de Urdiales, refugiarse en tablas en la dirección contraria del toreo. Urdiales le puso la zurda como si el toro fuera bueno. Y hasta lo creímos. Ya entre las rayas hubo una tanda diestra entre un torero que quiere y el toro que es obligado a ir. Meritazo. Del silencio a la música. De la mansedumbre al toreo. Gran tarde del riojano en casa, esas tardes que no siempre dan, pero siempre pesan.

La faena de Cayetano pasó por distintas fases, como también las tuvo el toro que contó con la movilidad desde el principio pero se descontroló después de un volatín a comienzos de faena. A la labor de Cayetano le faltó ajuste, pero no entrega, quiso siempre y se reunió más con el toro en el último tramo de la labor. Así como en el embroque de la estocada final. Terciado de presencia, también el quinto, y motor después para perseguir la muleta de principio a fin con fijeza. La labor de Cayetano, la del comienzo de rodillas, tuvo mucho de raza y poco de ajuste, pero convenció, tanto que tras la estocada le entregaron el doble premio. Fue más de enrabietarse que de cuajarlo con el poso y el empaque de otros tiempos. Toro bueno.

Falta de estructura mantuvo la faena de Ginés al tercero, que en esa velocidad de la arrancada no siempre tuvo claridad en el viaje. Ocurrió casi siempre todo rápido y hubo más eclosión de lo accesorio que del toreo fundamental. De menos a más el trasteo. Bernadinas. Estocada. Y premio. Como si fuera una pauta de comportamiento casi pactado. No lo regaló el sexto, con más dificultades y midiendo cada embestida. Lo intentó Ginés y cerró la tarde.

Ficha del festejo

Logroño. (La Rioja). Primera de la Feria de San Mateo. Se lidiaron toros de Garcigrande, 1º, 2º y 4º, y Domingo Hernández, terciados de presentación. 1º, con movilidad y codicia; 2º, movilidad, más informal; 3º, pronto pero incierto; 4º, rajado e irregular; 5º, gran toro; 6º, de corta arrancada y exigente. Tres cuartos de entrada.

Diego Urdiales, de gris plomo y oro, estocada, aviso, descabello (oreja); estocada (oreja).

Cayetano, de azul pavo y oro, estocada (oreja); estocada (dos orejas).

Ginés Marín, de caldera y plata, estocada trasera (oreja); dos pinchazos, estocada (ovación).