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¿Quién mató a Lucrecia Pérez? Los enigmas de una ignominia

Disney+ acaba de estrenar una docuserie sobre el crimen que conmocionó a España en el año 1992

Lucrecia, mujer asesinada por causas raciales
Lucrecia, mujer asesinada por causas racialesCedida

La mañana del 14 de noviembre de 1992, Aravaca, Madrid, y toda España se levantaban conmocionados por la noticia de la muerte de la ciudadana dominicana Lucrecia Pérez, de 33 años. Tras las investigaciones, se concluyó que había sido asesinada a tiros en la abandonada discoteca Four Roses la noche anterior mientras se encontraba rodeada de compatriotas. Fueron detenidas cuatro personas, el Guardia Civil Luis Merino Pérez, de 25 años, y los menores Javier Quílez Martínez, Felipe Carlos Martín Bravo y Víctor Flores Reviejo, de 16 años. El crimen de Lucrecia se convertía en el primer caso en España de una víctima de racismo y xenofobia.

Una versión distinta

Pero hay mucho más detrás de esta muerte. Y así nos lo cuenta «Lucrecia: un crimen de odio», la serie documental de cuatro episodios que acaba de estrenar Disney+ dirigida por David Cabrera («Six Dreams») y Garbiñe Armentia («Muerte en León»), y que 30 años después de la celebración del juicio sigue impactando por su crueldad y todo lo que causó en la sociedad española de la época, con una reacción sin precedentes. Además, el documental cuenta con imágenes inéditas, extractos de las declaraciones de los acusados y el testimonio impagable de la hija de Lucrecia, Kenia. También participan policías y jueces instructores que investigaron el caso, periodistas testigos directos de lo sucedido, así como abogados de los inculpados y de la acusación que protagonizaron el emblemático juicio posterior.

El espectador puede pensar que conoce todo lo que sucedió aquel noviembre de hace 32 años, pero realmente la mayor parte de la sociedad se quedó con los retazos de un cuadro mucho más grande, en el que entraban en juego muchos antecedentes y, desgraciadamente, nos marcó para probarnos que igual no hemos aprendido de nuestros errores como comunidad. Al mismo tiempo, descubriremos que faltó muy poco para que se nos vendiera una versión que no tuviera nada que ver con el racismo o la xenofobia, y que el crimen de Lucrecia acabara siendo un «ajuste de cuentas» más, criminalizando a los propios inmigrantes de cualquier país que habrían arrastrado la violencia con ellos desde sus países de origen hasta nuestras fronteras. Destaca el trabajo policial, rápido y efectivo, que enseguida dilucidó que hubo una intencionalidad detrás del crimen de Lucrecia, que cambió rápidamente de homicidio a asesinato y condenó a 54 años de cárcel al guardia civil Luis Merino (30 por el delito de asesinato de Lucrecia Pérez y 24 por el de asesinato frustrado de su compatriota Augusto César Vargas, así como a la inhabilitación absoluta durante el tiempo de la pena) y en 24 años de reclusión a los menores Felipe Carlos Martín Bravo, Víctor Julián Flores y Javier Quílez Martínez (15 años por el delito de asesinato y nueve por el de asesinato frustrado, al apreciarse la atenuante de «edad juvenil»).

Pero «Lucrecia: un crimen de odio» también plantea muchas preguntas alrededor de cómo se fueron consintiendo conductas dentro del cuerpo del que formaba parte el acusado principal, sin tomar ninguna medida disciplinaria, portador de un arma incluso fuera de servicio, y que venía marcado por el suicidio de un compañero Guardia Civil (hermano de uno de los jóvenes) implicado en otro delito de odio. Y por supuesto es el análisis de una sociedad, la de los 90, más sensibilizada con la diversidad cultural y las injusticias, y que aparte de la movilización social, sentó un precedente penal, con condenas desde todos los estamentos sociales. La tensión de aquellos días fue tal, que el espectador encontrará en algún momento muchas similitudes con la trama de un thriller, que nos permite observar el hecho desde tres puntos de vista: desde el de la víctima y todo su entorno, desde el punto de vista social, y «también queríamos acercarnos al punto de vista de los culpables», confiesan sus directores. Ahora falta saber, incluso sin verlo, si hemos aprendido algo tras el primer crimen de odio de España.