Estreno

Mussolini y el riesgo del fascismo «simpático»

SkyShowtime acaba de estrenar la serie biográfica «Son of the Century», basada

en la novela de 2018 de Antonio Scurati

Luca Marinelli luce irreconocible en el papel de Benito Amilcare Andrea Mussolini
Luca Marinelli luce irreconocible en el papel de Benito Amilcare Andrea MussoliniSkyShowtime

«Adónde vas Benito? A declarar la guerra al mundo. La guerra no ha acabado. No para nosotros. Nosotros somos la guerra». Con esta frase puede resumirse el fanatismo y furor que demuestra Benito Amilcare Andrea Mussolini en la nueva serie de SkyShowtime «Mussolini: Son of the Century» («Il filgio del secolo»), serie biográfica de ocho episodios basada en la novela homónima de 2018 de Antonio Scurati, y que relata la historia de Italia a través de los ojos del propio dictador: desde su ascenso en 1919, año en que se fundó el partido fascista, hasta 1925, año en que fue asesinado el político socialista Giacomo Matteotti. Una ficción alocada y genial, pero que puede que, a ritmo de The Chemical Brothers, ofrezca una visión demasiado caricaturesca de la tragedia y las matanzas que provocó el ascenso del fascismo, presentado casi como «simpático» en esta producción.

Realidad vs ficción

Desde luego, la serie sobre Mussolini no va a dejar indiferente a ningún espectador. Las imágenes, desde la misma cabecera, son potentes y brutales. Si alguien no sabía o había visto cómo murió el dictador italiano nacido en Predappio, puede quedarse con el comienzo de la serie, en la que conocemos a Benito ya director del diario "Il Popolo d’Italia", fundado en 1914, mientras en primera persona y con abuso de la ruptura de la cuarta pared, recuerda su pasado socialista y su expulsión del partido ese mismo año al grito de traidor. Sin embargo, gracias a su astucia y a su labia, el triste Benito consigue ir escalando posiciones hasta situarse como la cara del fascismo, tan solo opacado hasta ese momento por el poeta Gabriele D’Annunzio (Paolo Pierobon), una sombra que le perseguirá durante años. El público comprenderá pronto que no está ante una adaptación convencional. Aparte de la interpretación del actor Luca Marinelli, irreconocible como el líder fascista, que hace lo que quiere con su cuerpo, sus manos y su cara, y conseguirá que el dictador nos parezca un pobre perseguido, un alfeñique cambiante con el aire, un enfermo del sexo, un líder maquiavélico y hasta un triunfador, completan el excelente reparto Benedetta Cimatti, como la mujer de Benito, Rachele Mussolini, su pilar, pero también su debilidad; Francesco Russo, como su mano derecha Cesare Rossi, cabal y disciplinado; Barbara Chichiarelli, la amante Margherita Sarfatti, culpable de los más altos delirios de grandeza del Duce y el pobre Rey Vittorio Emanuelle (Vincenzo Nemolato), de estatura ridícula, sentado en un inútil trono del que le cuelgan los pies. Además de toda la caterva de especímenes violentos que forman parte de los camisas negras, que reparten palos (o golpes de pescado endurecido) por doquier. La serie es un espectáculo magnífico, vivo y delirante, con un montaje, fotografía y edición que no deja respiro, mezclando pasado y presente de Mussolini con cirugía mayor, pero que ha recibido muchísimas críticas por un acercamiento muy peligroso a la empatía con el personaje, sacrificando rigor histórico, en ocasiones, con el gusto estético y cinematográfico. Además que se presenta a Mussolini como un vicioso empedernido con escenas de sexo liberador y brutal. Desde Italia se critica ferozmente la elección del británico Joe Wright como director, quizá incapaz de interpretar las sutilezas históricas y culturales de un contexto italiano. Seguramente por exigencias del guion, también se achaca a Marinelli una excesiva caricaturización del personaje, una imagen exagerada más allá de la teatralidad que realmente tenía Mussolini. Llegado un punto, el espectador puede notar una reducción de la figura del Duce a aspectos teatrales alejándose de la complejidad de la entidad histórica y otros aspectos de su personalidad.

Otro de los detalles que notará el espectador es que si bien salvaguarda una cronología adecuada que permite seguir bien el hilo histórico desde 1914 hasta el discurso tras el asesinato de Matteotti, hay cierta falta de profundidad histórica y exactitud, sacrificada en pos del espectáculo para acercarlo más al gusto del público, dejando por el camino «detallitos» como el malestar popular, la crisis política (el parlamento es un gallinero) y la pobreza. Si bien otra crítica se centra en la ruptura de la cuarta pared por parte del protagonista hasta el límite del abuso, nos parece una manera muy buena de conocer los pensamientos y estrategias de un Mussolini que se acerca más al estratega, incluso sin pantalones.

Existe un riesgo evidente de hacer pasar el fascismo como algo «simpático» e inocuo, pero ahí también entra el espíritu crítico de cada uno. Como hilo conductor, un fascismo que es «todo y lo contrario de todo», con un Mussolini que de verdad se cuestiona quién es, que es su única cordura, y alguna escena como la del mitin en Roma de los fasces, más cerca de un concierto de Rammstein que de lo que realmente sucedió.

The Chemical Brothers al mando de la violencia

►Para acabar de redondear la locura, la banda sonora de la serie está concebida por Tom Rowlands, uno de los componentes de The Chemical Brothers. Por lo tanto hay una energía desquiciante albergada en los temas de la ficción, donde se rompen cabezas y espaldas y se ejecuta a socialistas al ritmo más frenético de los temas que mezclan instrumentos acústicos antiguos con electrónica moderna, creando una experiencia auditiva única que referencia el pasado mientras ofrece algo fresco y dinámico.