Prevención
Los profesionales de la salud también se suicidan
Según un estudio científico, el riesgo de suicidio en las doctoras fue significativamente mayor (76%) que entre la población general
El suicidio de un paciente es una de las experiencias más difíciles y emocionalmente devastadoras que un profesional sanitario puede enfrentar. Los sentimientos de tristeza se conjugan con los de fracaso, culpa e impotencia. Y surgen peligrosas preguntas que ocupan la mente de manera persistente y repetitiva sin dar tregua a otros pensamientos: ¿Pude haber hecho algo para evitarlo? ¿Hubo señales que no detecté? ¿Debí hacer un cambio en el tratamiento? Este proceso de autocrítica puede llegar a ser muy doloroso, angustioso y estresante. De hecho, se asocia a mayores tasas de enfermedad mental entre los propios profesionales sanitarios. También de suicidio. Y es que, aunque no solamos considerarlo, los profesionales de la salud no son inmunes a las ideas suicidas.
“La atención sanitaria no está exenta de riesgos. Los médicos nos equivocamos provocando eventos adversos o incidentes. Por ejemplo, cuando le damos penicilina a un enfermo que no la puede tomar. En estos casos, los pacientes y sus familiares son los primeros que sufren; pero hay una segunda víctima: el profesional sanitario”, comenta Víctor Pérez, presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Y añade: “El profesional sanitario siente miedo, dudas acerca de su capacidad para atender a los pacientes, ansiedad e inseguridad a consecuencia de estos incidentes. Recibe un impacto negativo que le incapacita, que aumenta la probabilidad de error en las horas y días siguientes, que invita a una medicina defensiva… En casos extremos, puede conducir a decisiones drásticas como abandonar la profesión o como recurrir al suicidio”.
En el año 2000, el doctor Albert Wu empleó el término segundas víctimas para referirse a estos profesionales afectados por el impacto de eventos adversos en un artículo científico publicado en la revista “The BMJ”. Esta misma publicación es la que acaba de incluir un artículo sobre las tasas de suicidio entre médicos en todo el mundo.
Tasas de suicidio entre médicos
Los investigadores analizaron los resultados de estudios observacionales publicados entre 1960 y el 31 de marzo de 2024 que compararon las tasas de suicidio entre los médicos y la población general. Se incluyeron 39 estudios de 20 países (principalmente Europa, Estados Unidos y Australia). En total, se informaron 3303 suicidios de hombres y 587 de mujeres durante dos períodos de observación (1935-2020 y 1960-2020). El análisis se basó en una evaluación completa de la evidencia disponible.
Entre las conclusiones de este análisis, destaca que, en lo que respecta al riesgo de suicidio, en las doctoras fue significativamente mayor (76%) que entre la población general.Los investigadores reconocen que el riesgo de suicidio de los médicos varía según los distintos países y regiones. Según algunas estimaciones, un médico muere por suicidio cada día en Estados Unidos. En Reino Unido, el dato es de un médico cada diez días.
Otro dato importante es que las tasas de suicidio entre los hombres médicos han disminuido con el tiempo, pero siguen siendo significativamente más altas entre las médicas en comparación con la población general. En concreto, el análisis de los 10 estudios más recientes en comparación con estudios más antiguos mostró una disminución en las tasas de suicidio tanto entre los médicos hombres como entre las mujeres a lo largo del tiempo, aunque la tasa entre las médicas se mantuvo significativamente elevada (un 24% más alta) en comparación con la población general.
El mayor predominio de suicidio en mujeres médicos confirma las conclusiones de otros estudios. Es el caso del análisis realizado en colaboración con la Organización Médica Colegial con datos nacionales recogidos entre 2005 y 2014 en el que participó María Irigoyen, vicepresidenta de la Comisión Nacional de la Especialidad de Psiquiatría.
“Téngase en cuenta que el suicidio en los médicos es un fenómeno tardío (acontece predominantemente sobre los 60 años) y no hay tantas mujeres médicos incorporadas a la profesión. Esto puede sugerir que las tasas de suicidio sean más elevadas en relación a la feminización progresiva de la profesión. El origen es multifactorial, pero ciertamente puede que siga siendo complejo para las mujeres médicos compatibilizar su rol profesional y personal a pesar de los distintos avances sociales y de aspectos relativos a la conciliación familiar”, desvela la experta.
Factores de riesgo específico
El principal factor de riesgo para el suicidio es la existencia de una enfermedad mental. Según la Organización Mundial de la Salud, el trastorno mental está detrás del 90% de los suicidios. Si bien este factor de riesgo es compartido entre médicos y sus pares no médicos, la bibliografía recopilada sobre suicidios de médicos en distintos entornos culturales y distintas etapas señala algunas características inherentes a la profesión sanitaria, como la personalidad de los médicos o el acceso a medicamentos potencialmente peligrosos.
La selección para la profesión médica favorece rasgos de personalidad como el perfeccionismo, la obsesión y la competitividad, que en entornos laborales muy estresantes pueden dar lugar a una tríada de culpa, baja autoestima y una persistente sensación de fracaso. “La mayoría de los médicos son profesionales muy vocacionales que, además se implican mucho en la profesión que tienen. Y cuando alguien es muy vocacional y las cosas no salen todo lo bien que uno quisiera que salieran, probablemente es más fácil hacer cuadros depresivos que hacer cuadros de adaptación a la frustración por decirlo de alguna manera. Seguro que la personalidad y las características de la mayoría de los médicos tiene algo que ver con ese mayor riesgo de suicidio, pero debemos recordar que el suicidio es una conducta muy compleja”, indica el presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental.
En esta línea, Tomás Cobo, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, señala que uno de los factores fundamentales que pueden afectar a la salud mental de los profesionales sanitarios es el tema del burn out o trabajador quemado, que se deriva de muchas circunstancias: la presión asistencial, especialidades de alta presión. Y añade: “En el entorno de las especialidades quirúrgicas la tasa de suicidio es mayor que en las médicas. Aunque la casuística es casi anecdótica, el mayor índice se da, concretamente, entre los anestesistas. Se debe, por un lado, a la presión asistencial a la que está sometido este profesional y, por otro, a la accesibilidad a drogas”.
A estos factores se unen las barreras para acceder a ayuda oportuna para resolver sus problemas de salud mental. “Es un deber deontológico presentar aptitud física y psíquica, por lo que, puede existir una reticencia a solicitar ayuda por temor a ser inhabilitado a nivel colegial. Además, un profesional puede automedicarse o gestionar el malestar emocional de modo errático mediante el abuso de fármacos y/o sustancias. Estos serían los aspectos que justificarían la dificultad para gestionar el malestar emocional”, detalla María Irigoyen, psiquiatra en el Hospital Universitario Santa María de Lérida y experta en conducta suicida.
Prevenir el suicidio de profesionales sanitarios
Si bien en la mayoría de hospitales españoles hay protocolos específicos para segundas víctimas, los colegios profesionales también mantienen un compromiso máximo con la prevención del suicidio mediante el desarrollo de los programas de atención integral al médico enfermo. “Estos programas tienen décadas de experiencia y bases consistentes que garantizan la atención óptima y la confidencialidad; y permiten identificar rápidamente el malestar y gestionarlo tratándolo de modo óptimo con una vocación restauradora y no punitiva Pero aún es preciso que el profesional pida ayuda o su entorno lo promueva para proteger su salud”, reconoce la doctora Irigoyen.
Y es que, para prevenir el suicidio, escuchar es clave: el 90% de los suicidios se anuncian antes de que sucedan. “La sociedad debe tomar en serio la verbalización de estas ideas, ya que muchas veces es la única forma de acceder a los profesionales o los tratamientos más oportunos”, sostiene Tomás Cobo.
“Por desgracia, no tenemos aún claro que la prevención de suicidio es un problema social y que es esencial que las personas que estamos alrededor de la persona en riesgo percibamos la señal de alarma en vez de restarle importancia diciéndole que debe quitarse esa idea de la cabeza porque es un médico fantástico con un trabajo magnífico porque lo que generamos es, además de la idea de suicidio, un tremendo sentimiento de culpa”, explica Víctor Pérez. Y añade: “Hemos interiorizado que las tasas de muerte por accidente de tráfico son una responsabilidad de todo. Cuando algún amigo se toma una copa de más, le ofrecemos llevarle o pedirle un taxi. Y el mismo papel debemos jugar en el suicidio porque la forma de evitar la muerte por suicidio es estar atento a cuando alguien tiene ideas suicidas y buscar ayuda, porque es una solución definitiva para un problema pasajero”.
Mayor concienciación
Pese a que se desconocen las causas exactas del descenso en la tasa de suicidio en médicos, los investigadores sospechan que en este dato ha podido influir el hecho de que, en los últimos años, ha habido una mayor concienciación sobre la salud mental y un mayor apoyo a los médicos en el lugar de trabajo. Sin embargo, insisten en que los datos resaltan la necesidad constante de continuar con la investigación y los esfuerzos de prevención, particularmente entre las médicas. “Todos los médicos deben tener acceso a servicios de intervención temprana y tratamiento confidencial para que no sufran en silencio”, indican.También advierten de que se necesitan investigaciones futuras para evaluar los posibles efectos relacionados con la Covid-19 en las tasas de suicidio de los médicos de todo el mundo. De esta misma opinión es María Irigoyen. “Indudablemente, la crisis sanitaria por SARS-COV-2 propició que se abriera esa reflexión necesaria sobre el sufrimiento emocional en el sector sanitario y son muchas y diversas las iniciativas que se han articulado desde distintos agentes. A pesar de ello, es un camino en el que hay mucho que recorrer”, subraya. Y añade: “Debemos aprovechar esta reflexión sobre la salud mental que suscitó la pandemia y articular distintas estrategias que favorezcan una mayor comprensión del sufrimiento emocional. Apelar a la responsabilidad de todos los agentes implicados desde la sociedad, los responsables de políticas sanitarias, las instituciones sanitarias, los colegios profesionales y los propios profesionales para tratar de fortalecer la relación médico-paciente, mejorar la calidad asistencial y prestigiar una profesión que es milenaria y que requiere de apoyo y comprensión para poder ofrecer lo mejor de sí misma a la población”.
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