La opinión de Marta Robles
El poder de los besos
Rubiales no nos representa. Ni a nuestro fútbol, ni a España
Desde niños sabemos por algunos cuentos que los besos tienen poderes infinitos y son capaces de rescatar a las princesas embrujadas y dormidas en sueños eternos o convertir a las ranas en príncipes; lo que no habíamos contemplado es que también son capaces de transformar a los hombres en batracios o peor aún: devolverlos a su estado natural. Eso ha pasado con Rubiales tras el no beso de Jenni. El beso que ella no contestó, ni le gustó, pero que no le quedó más remedio que soportar, ante los ojos atentos del mundo entero, que celebraba la victoria mundial de su equipo de fútbol.
España se convertía en campeona por obra y gracia de unas mujeres que, como dijo la reina Letizia, ya lo eran antes de ganar, por haber llegado hasta la final del mundial. La destreza, el talento, el esfuerzo, su lema de «jugar, luchar y ganar» o el del propio mundial «grandeza sin límites», quedó opacado, sin embargo, por un beso. El mismo que ha conseguido que el presidente de la Federación de Fútbol Española sea señalado sin remedio y de manera definitiva, después de muchas tropelías, que quedaron en el aire.
La última (el beso) ha servido para que aumente la presión sobre lo que tantos llevaban pidiendo desde hace tiempo: que Rubiales deje de estar al frente de una organización tan importante en nuestras relaciones con el mundo. Rubiales no nos representa. Ni a nuestro fútbol, ni a España. Ni en sus gestos soeces, ni en sus agresiones delictivas, ni en ese machismo congénito que le hace confundir la imposición de la jerarquía con el mutuo acuerdo y hasta le impide pedir perdón. Cuando pase el tiempo, este mundial será recordado como el del beso…Y a Rubiales, se lo llevará el viento.
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