Entrevista
Luis Rojas-Marcos: «Aún hay mucho tabú sobre la enfermedad mental»
«La depresión y los suicidios en menores siempre han existido, pero en España nunca se había hablado de ello abiertamente, como ahora»
Es nuestro psiquiatra más internacional. Lleva más de medio siglo viviendo en Nueva York, ciudad donde ha sido responsable de salud pública y en la que gestionó toda la atención psiquiátrica posterior a los atentados del 11 de septiembre. Luis Rojas-Marcos es el psiquiatra de la Gran Manzana, pero, en España, no podemos dejar de considerarlo «nuestro». Porque nació aquí, en Sevilla, y porque sentimos mucho orgullo de haberle visto llegar tan alto. Visita Madrid brevemente para recibir el el título de embajador honorario de la Marca España, de la mano de los Reyes- un galardón que concede el Foro de Marcas Renombradas Españolas- por su labor comprometida con la salud mental –especialmente la de los más desfavorecidos– y por su brillante trayectoria como médico y gestor de servicios sanitarios y de organismos de la capital del mundo, Nueva York.
En España estamos muy preocupados por la salud mental de los niños y adolescentes. Las cifras de suicidios en menores se han triplicado desde 2019. ¿Qué estamos haciendo mal?
Esto no es nuevo, lo que es nuevo es que se saque a la luz. Se ha tenido siempre un rechazo a pensar que los niños y adolescentes se deprimen. De hecho, el diagnóstico de depresión infantojuvenil se hace por primera vez en 1980. El TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) se considera oficial en 1994. Con esto quiero decir que, históricamente, siempre se ha negado la idea de que los niños y adolescentes pudieran deprimirse, incluso hasta el punto de no ver una salida, y pensar en quitarse la vida. La realidad estaba ahí pero no la queríamos ver...
Está claro que la preocupación de los profesionales sanitarios, las familias, los colegios y la sociedad en general está justificada y tiene mucho sentido, pero es muy reciente. En España, concretamente, la especialidad de psiquiatría infantil no se aprueba hasta 2021, es decir, hace dos años. Eso dice mucho de la situación. Uno de los primeros investigadores y psiquiatras infantiles de la Universidad de Columbia, Joaquim Puig-Antic, fue quién empezó a describir la conducta suicida en niños de entre 7 y 9 años. Costó mucho que se tomara en cuenta, nadie quería oír que su hijo, hermano, sobrino o nieto podía desear acabar con su vida. Y se sigue sin querer asumir.
Entonces ¿llegamos tarde?
No lo creo, pero hay que saber distinguir entre lo que no existía y surge por un contexto o un conjunto de factores y lo que siempre ha estado ahí pero no hemos querido ver. Cuando unimos ese negacionismo al tabú que engloba la enfermedad mental en general, pues el resultado es lo que está pasando ahora, que nos llevamos las manos a la cabeza. Pero este rechazo a verlo esta incluso arraigado en las raíces históricas de Europa, en la religión católica, ya que el suicidio era y es considerado un pecado. Por eso, más que preocuparse, hay que hacer dos cosas mucho más útiles: ponerlo en contexto y ocuparse.
Se habla de que la pandemia lo empeoró todo...
A raíz de la pandemia sí se ha empeorado todo, pero los problemas ya estaban ahí. La crisis sanitaria lo que más nos ha robado es el sentido de futuro. Si escuchamos a la gente hablar, hablamos más de lo que vamos a hacer mañana, o el mes que viene, o en verano, que de lo que vamos a hacer hoy, en el presente. Así que cuando ese sentido de futuro se resquebraja –en este caso por la incertidumbre que generó la situación– esto causa angustia y temor (tanto en niños como en jóvenes y población mayor), y eso es lo que está detrás del incremento de trastornos de ansiedad, de depresión; del abuso de drogas y de alcohol, y también del aumento de los suicidios y las ideaciones suicidas. Son maneras de reaccionar la incertidumbre.
El 30% de los adolescentes en España tienen o han tenido alguna vez ideas suicidas. ¿Cómo podemos abordarlo?
Dimensionándolo y conociendo lo a fondo, lo primero. El suicidio y la ideación autolíticas en jóvenes es un problema que afecta a la sociedad en muchos ámbitos: la familia, el grupo social, los colegios. Y, en todos ellos, está aún estigmatizado. Y como es algo tan duro, pues no se hablaba de ello. En los colegios, hasta hace relativamente poco no se abordaba el tema del acoso escolar, que se sabe que es una de las causas más frecuentes de violencia y de suicidio en menores. También considero que el papel de los medios de comunicación es muy importante en este sentido. Aunque aquí los medios siempre son muy dados a ser pesimistas; lo cual no es más que un reflejo de la sociedad española.
¿Somos pesimistas?
Es que aquí el optimismo está mal visto. Miguel de Unamuno decía que «no suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro talante optimista o pesimista el que hace nuestras ideas». Fuera de España la gente habla de datos como que la mujer española (con una esperanza de vida de 86.3 años) es la más longeva del mundo después de la japonesa. ¡La segunda más longeva de 194 países! El hombre también está en los primeros puestos, con 80,6 años de media. Indudablemente, son motivos para alegrarse, porque cuando tenemos vida, todo lo demás es posible. Esta esperanza de vida se explica por diversos factores: la dieta mediterránea –que se ha demostrado que protege contra muchas enfermedades, físicas y mentales– un sistema coordinado entre los Servicios de Salud de la Administración del Estado y de las autonomías, y la sanidad pública, universal y gratuita. Son motivos para presumir, pero no lo hacemos. Es una cuestión cultural.
¿Sobredimensionamos los problemas?
No lo vemos en contexto, más bien. Con ello no quiero quitarle importancia a la situación que se vive actualmente, ya que es real. Es decir, es cierto que el suicidio es un problema en España actualmente, que la situación se está deteriorando y que, por desgracia, se va haciendo cada vez más preocupante. Y también es verdad que no se cuenta con una buena estructura para el cuidado de la salud mental, pero se están poniendo los medios. En muchos países del entorno esto no sucede.
Entonces, ¿cree que se están tomando las medidas oportunas para atajar esta crisis de salud mental?
La información es muy importante en el ámbito de la prevención del suicidio: a nivel familiar, a nivel escolar, a nivel social. Se ha implementado hace un año el teléfono de atención a la conducta suicida (021); se puede decir que otros países lo han hecho antes, sí, pero ya lo tenemos, y también la especialidad de psiquiatría infantil. Hay que actuar, hablar del tema en la familia, en los colegios, para que los niños y adolescentes se sientan comprendidos y arropados en sus entornos y transmitan con naturalidad lo que les pasa. También hay que poner recursos económicos para ello, porque si la salud mental es la hermana pobre de la salud, la infantojuvenil es aún más pobre. Por otro lado, hay que protocolizar las maneras de acercarte a los niños, adolescentes y jóvenes para que no nos perdamos por el camino. Otra cosa importante es atajar el cómo se suicidan, los medios que se usan más frecuentemente para llevarlo a cabo. En Estados Unidos tenemos el gran problema de las armas de fuego; aquí es el acceso a drogas, a lo psicofármacos, a la medicación para el dolor.
¿Y la falta de profesionales?
Eso es clave. Hay que promover la figura de los asistentes sociales, los psicólogos educativos, y los y las profesionales de la enfermería, que hacen un papel estupendo en la prevención de los trastornos mentales. También hay que dotar de psicólogos a los hospitales, para detectar la depresión antes de que sea demasiado tarde. La depresión es la peor enfermedad del mundo, porque te roba la esperanza y, con ella, el deseo de vivir.
¿Qué supone para usted haber sido nombra embajador de la Marca España?
Un motivo de alegría y de agradecimiento. Yo nací en Sevilla en 1943, y me fui a Estados Unidos en julio del 68. Era otra España. Yo he visto y he vivido ese cambio. España es un gran país, no solo en las estadísticas, como la esperanza de vida, que también, sino que es un país hospitalario. La gente viene porque se siente bien, es un país alegre. La cultura, la comida mediterránea, pero sobre todo la alegría y la apertura de la gente. Aquí vienen muchísimos estadounidenses porque el país tiene un atractivo irresistible, no solo desde el punto de vista del turismo. Por eso, tanto para mí como para tantas otras personas que vivimos fuera, problemas como el de la salud mental hay que ponerlos en contexto. Si nos vamos a comparar con otros países, hagámoslo con todo, con lo bueno y con lo malo.
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