Lotería de Navidad
Doña Manolita, «la Duquesa lotera»
María Dolores Bermúdez de castro compró la administración más famosa en los años 60, cuando entonces «muchas señoras tenían loterías».
María Dolores Bermúdez de castro compró la administración más famosa en los años 60, cuando entonces «muchas señoras tenían loterías».
Faltaban dos minutos para las doce de la mañana del 22 de diciembre del año pasado cuando saltaba el gordo de Navidad, 4 millones de euros a la serie y, cómo no, Doña Manolita cerraba 2017 haciendo nuevos millonarios. Posiblemente es la administración que, desde 1904 que abrió sus puertas en Madrid, más dinero ha repartido en la historia de la lotería de Navidad, con casi 80 premios grandes. En 1951 moría sin hijos, a los 72 años, Manuela de Pablo, «Doña Manolita». Su hermana Carmen la hereda pero, dado que la Ley de Administraciones de Lotería en aquella fecha se regía por una ley discriminatoria para los hombres, los despachos solo podían ser para madres e hijas y, si no las hubiera, a los hijos, pero éstos no podían pasarla. Al morir Carmen sin descendencia femenina, pasa a su hijo y éste pone a la venta la administración 67, más conocida como «la de doña Manolita». El antiguo negocio de la sombrerera de la reina es comprado por la duquesa de Montealegre y Dama del Cuerpo de la Nobleza del principado de Asturias, María Dolores Bermúdez de Castro, que se convierte en la nueva «doña Manolita», «la duquesa lotera», durante cuarenta años. De su primer matrimonio con Juan Bautista Castillejo, María Dolores tuvo tres hijos: Juan Luis, conde de Cabrillas; Isidro, duque de Montealegre, e Inmaculada, condesa de Villa Amena de Cozbíjar. Con el cambio de siglo, se casa por segunda vez y le deja el negocio a su hijo mayor. Ha llegado a los 93 años con una energía que la lleva a seguir haciendo planes sin reparar en el calendario: «Voy con bastón porque tuve un accidente de coche, si hubiera conducido yo, no nos habría pasado nada». Genio y figura.
–¿Quién era doña Manolita?
–Doña Manolita era una sombrerera de la reina que consigue una lotería y a su hermana Carmen, otra. Luego se casa con un picador de la plaza de toros de Las Ventas, que también abrió una lotería que se llamaba El Gato Negro, pero no le fue muy bien el matrimonio y se separaron. Cada uno se queda con su administración y cuando ella muere sin hijos que la hereden pasa a su hermana, que solo tiene un varón que era funcionario y la ley no les permite ser lotero. De ahí que ese sobrino de doña Manolita la ponga en venta y yo se la compre.
–¿Cuándo lo hizo?
–En el 58 o en los 60 alguien me dijo que ese señor, el sobrino de doña Manolita, la vendía. Le puso un precio y se lo pagué. No te diré cuánto, pero sí que fue mucho lo que pedía. La llevé yo, sin mi marido. Doña Manolita era un negocio mío.
–¿Usted era «la duquesa lotera»?
–Yo la compré porque me pareció muy buen negocio y la llevé muchísimos años, pero en esa época numerosas señoras tenían loterías. Yo la dirigía, ahora el negocio es más grande porque con las máquinas se han multiplicado las ventas, cuando yo la llevaba era más pequeño.
–¿Y quién es ahora doña Manolita?
–Mi hijo mayor, Juan Luis. Se la dejé a él y la lleva muy bien. Vende mucho con todas esas cosas modernas que se llevan ahora y de las que yo no entiendo nada. Se la dejé a él cuando me casé con mi segundo marido, Juan Cremades. Como las leyes en España son así, al casarme perdí el título de duquesa de Montealegre, que ahora lleva mi segundo hijo, y dejé la lotería porque mi marido era un señor con un patrimonio que nos obligaba a viajar y a vivir en el extranjero, así que se la cedí al mayor.
–¿Dejó de ser doña Manolita porque no lo necesitaba o por cuidar de su nuevo matrimonio?
–Es que él tenía muchas cosas en Estados Unidos y como lotera no podía salir de España sin permiso porque puedes firmar un cheque del dinero que te dé la gana y tampoco podíamos ir a un casino. Así era antiguamente, no sé ahora. Date cuenta que manejaba dinero del Estado. Yo tenía una comisión sobre lo que vendía, pero manejaba mucho dinero y las cuentas se las tenía que dar al Estado.
–¿Por qué tienen tanto éxito?
–Porque damos muchos premios. Lógicamente, cuanto más vendes más premios das, eso es así. La primera doña Manolita también los daba y tenía su fama. Hubo una época en la que pagábamos nosotros directamente los premios y tenía hasta un despacho en el banco de la cantidad de dinero que repartía.
–¿Alguna vez le tocó el gordo?
–El premio gordo nunca, premios pequeños y algún reintegro, sí. Han sido muchos años conociendo a la gente y algunos venían a pedirme influencia para que les tocara, como si yo tuviera ese poder. Yo creo que la suerte viene marcada y si la tienes la tienes, y te pongas las ristras de ajos y los amuletos que quieras, no la tienes.
–¿A usted le gusta jugar?
–Sí, a las cartas. Me gusta mi partida de «gin rummy», que se me da muy bien.