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Profesores

Los exámenes más seguros del mundo

El DC-10 de Cambridge, donde se fabrican todos los exámenes larazon

Si ha pensado en copiar en un examen, ni lo intente en los de Cambridge. Cada año cuatro millones de personas se examinan en alguno de los 2.700 centros acreditados en 130 países para certificar el nivel de inglés y están a prueba de expertos en «chuletas». De hecho, garantizar la seguidad y confidencialidad son dos de las máximas que siguen a rajatabla, hasta el punto de que el departamento de exámenes de inglés de la Universidad de Cambridge aplica complejos análisis estadísticos que permiten identificar posibles fraudes. Es precisamente por este motivo, entre otros, por el que, por ejemplo, el departamento de inmigración británico acepta estos exámenes como prueba del dominio del inglés para obtener visados de trabajo. Representantes de este organismo llegaron incluso a comprobar las medidas de seguridad antes. Y no es de extrañar que las dieran por válidas teniendo en cuenta todos los requisitos que se exigen.

Existe una extensísima normativa que regula todos los detalles del examen. Está determinado dónde y cómo se guardan y cuando se abren las pruebas. Se reciben directamente de Cambridge en sobres sellados y sólo se abren delante de los candidatos, frente a ellos, no de espaldas, después de que comprueban el doble plástico sellado en la sala de examen. «Los exámenes digitales los recibimos dos o tres días antes de la prueba, pero no se descargan hasta la mañana de la convocatoria. Aún en ese momento están codificados y es el supervisor el que baja los códigos que se necesitan para la desencriptación sólo media hora antes de la convocatoria. Cuando los candidatos están preparados, el inspector les entrega sus «logins», que vienen asignados desde Cambridge, y el supervisor marca el momento en que los aspirantes pueden activarlos», explica Jonathan Baum, director del Centro examinador Platinum Cambrige English Language Assessment de Granada.

La separación entre las mesas también está regulada: 1,25 metros por todos los lados. Está prohibido cualquier aparato electrónico. Si un alumno lleva una botella de agua transparente, «se comprueba hasta la etiqueta para que no puedan llevar nada escrito delante o detrás», añade. Nada de mochilas, ni bolsos ni abrigos sobre la mesa. Sólo se permite un bolígrafo, el DNI y agua. De todo ello se advierte a los alumnos con anterioridad. Incluso se fotografía a los alumnos que se han presentado al examen para saber su ubicación exacta. Aún hay más. A los centros acreditados por Cambridge English «se les exige una caja fuerte para guardar los exámenes que se encuentre en una habitación con doble cerradura de seguridad y sin ventanas exteriores», detalla Baum. Y por si hubiera algún relajamiento en las medidas de seguridad, Cambridge dispone de un cuerpo de inspectores que sin previo aviso visita los centros acreditados para comprobar que todo funciona conforme a los parámetros de seguridad establecidos.

A pesar de todo, los exámenes están diseñados de tal manera que no hay lugar a «acertar» en la respuesta si ésta no se sabe. Aún así hay quien lo intenta. Baum recuerda que en una ocasión detectó a un candidato que «hablaba» con su bolígrafo por un sistema de transmisión camuflado y le invitó a abandonar la sala.