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«Nene, ven conmigo que tengo una bici para ti»
Antonio Ojeda, alias «Juan el Rubio», sospechoso de la desaparición de Yeremi Vargas, agredió a otro menor.
Antonio Ojeda, alias «Juan el Rubio», sospechoso de la desaparición de Yeremi Vargas, agredió a otro menor.
Ythaisa llevaba jugando nueve años al ratón y al gato con la tristeza. Ella corría siempre delante, sin agotarse, esperanzada, optimista. Hace tan sólo dos meses aseguraba lo siguiente: «Mantengo la creencia de que Yéremi aparecerá bien. Toda la familia lo cree. No hay nada que nos indique lo contrario y, mientras tanto, nadie me va a quitar la idea de que sigue vivo por ahí y algún día volverá a casa».
Sin embargo, en las últimas horas, la pena la ha alcanzado, la ha zancadilleado e Ythaisa se ha dado de bruces con la más cruel de las realidades. Todo apunta a que su hijo jamás volverá a casa. Así se lo comunicaban dos agentes de la Guardia Civil a primera hora de la mañana de ayer. «La verdad tenía que salir», reconoció la madre. «Es muy duro, porque no me hago a la idea de que le haya podido haber pasado algo. Los miembros de mi familia estamos destrozados. Hace tres semanas los investigadores ya nos dijeron que había una persona que estaba implicada. Fue un choque bastante grande porque siempre he mantenido la esperanza de que iba a aparecer bien, siempre he pensado en positivo y ahora todo lo que me viene a la cabeza es negativo».
La información comenzaba a latir a las nueve de la mañana de ayer cuando Espejo Público adelantaba en exclusiva que la Guardia Civil contaba con un sospechoso principal en la investigación del caso Yéremi Vargas y que le había puesto nombre y apellidos. Se trata de Antonio Ojeda, alias «Juan el Rubio». La abundancia y pluralidad de indicios recabados por los agentes del Instituto Armado contra él revestían tal seriedad, que este pasado martes por la tarde, varios investigadores de la UCO, Unidad Central Operativa, acudieron a la prisión de Botafuegos en Algeciras para comunicarle formalmente su condición de investigado –antiguamente se decía imputado– por los delitos de detención ilegal y homicidio.
Se negó a declarar
Sospechosos ha habido muchos, pero esta es la primera y única vez a lo largo de todas las pesquisas que se «imputa» a alguien por la desaparición del niño canario. Los funcionarios de la cárcel tuvieron que avisar a un abogado de oficio para que le asistiera en el trámite. Ante el letrado, que tardó un buen rato en llegar, Antonio Ojeda se negó a declarar. Lo hará una vez pase a disposición judicial.
Pero, ¿quién es Antonio Ojeda?, ¿qué historia hay detrás de este hombre que presuntamente guarda el secreto del paradero del cuerpo de Yéremi Vargas? Es un ciudadano canario que nació en el seno de una familia numerosa de siete hermanos: tres chicas y cuatro chicos. Dos de ellos ya fallecieron y otro fue condenado a casi diez años de cárcel por agredir sexualmente a su propia hija. A pesar de que la sentencia no deja lugar a la duda, el hermano de Antonio Ojeda insiste en su inocencia y recuerda que la propia niña escribió una carta reconociendo que se lo había inventado para perjudicar a su padre.
Por su parte, «Juan el Rubio», como conoce todo el mundo al sospechoso de haberse llevado a Yéremi Vargas, tiene 56 años, se casó y se divorció y durante ese tiempo tuvo dos hijos. Hasta su entrada en la cárcel, se dedicaba a recoger chatarra. En su haber constan varios antecedentes. En 1988 quedó reseñado por pegar a un agente de la autoridad, en 2005 por violencia de género tras golpear a su mujer y en 2012 por agresión sexual a un menor de 11 años. Esta última es una de las múltiples pistas que lleva a los investigadores de la UCO y de la Guardia Civil de Canarias a poner el foco sobre él.
La agresión sexual contra el menor se produce en 2012. El «modus operandi» que su víctima describe, un niño de tan sólo 11 años, bien podría haber sido el mismo en el caso de Yéremi. «Nene, ven conmigo. Tengo una bicicleta para ti. Chacho, anda, que te la regalo», le tentó. El pequeño cayó en la trampa. Le llevó andando a una zona de campo de los alrededores de Vecindario y le introdujo en una caseta construida con retales de maderas, uralita y plásticos. Allí, presuntamente, lo agredió sexualmente. El pequeño aprovechó un despiste de Antonio Ojeda para huir como alma que llevaba el diablo. Se lo contó a su abuela e inmediatamente presentaron denuncia. Aunque resulte extraño, una semana después el juzgado la archivó.
Es curioso que, tras la desaparición de Yéremi, él fue uno de los muchos testigos que dijo haber visto ver cómo secuestraban al hijo de Ythaisa. Los agentes escucharon su testimonio, lo comprobaron y demostraron que era falso. En 2014, los agentes de la UCO se encuentran la denuncia de 2012 por la presunta agresión sexual al menor y que había sido archivada. Los agentes logran reabrir el caso y comienzan a investigarlo en profundidad al tiempo que establecen una línea paralela explorando la posibilidad de que también pudiese estar detrás de la desaparición de Yeremi Vargas. Acumulan indicios suficientes contra Ojeda por el caso de 2012 y los presentan en el juzgado. El fiscal lo ve tan claro que pide que ingrese en prisión provisional. El juez lo dictamina. Es trasladado a la península y lo encierran en la cárcel de Algeciras a la espera de juicio. Allí sigue. Pero nadie se olvida de Yeremi Vargas. Han sido cientos de viajes y miles de horas invertidas por la Benemérita en la resolución del caso. Se ha tirado de tantos hilos que se podrían coser millones de botones con ellos. Al agarrar el de Antonio Ojeda se percatan de que, según lo van rastreando, el grosor de ese hilo crece hasta convertirse en una soga.
Tenía un Renault 5 Oasis de color blanco, justo el tipo de vehículo que un testigo vio poco después de la desaparición de Yéremi cerca de la casa del menor. Un vehículo que el propio Antonio Ojeda ha reconocido que conducía. Desde que solicitase el pasado mes de marzo información sobre el automóvil, la Guardia Civil recibió 60 llamadas de ciudadanos aportando información, de las que más de una decena fueron atendidas con especial atención por parte de los miembros del instituto armado. Esto abrió nuevas líneas de investigación.
También solía usar gorra con gran visera, tal y como narró la persona que le vio instantes después de que el hijo de Ythaisa desapareciese en 2007.
A 50 metros de Yéremi
En aquella época, Antonio Ojeda vivía a pocos metros, apenas 50, de la casa del pequeño. Pepe, el abuelo materno, afirma: «Yo le vi más de una vez mirando a los niños jugar en el descampado. Muy serio. Apoyado en el poste de la luz, pero yo nunca malpensé de él». La familia incluso cree que antes de llevárselo pudo ganarse su confianza». Si lo veía ahí jugando todos los días seguramente llegó a hablar con él. Mi hijo era bastante reservado y no se habría ido con un desconocido», apuesta Ythaisa. La familia del pequeño nunca ha dejado de creer y confiar en la Guardia Civil. Ahora ya sólo falta que encuentren los restos del pequeño Yéremi para poderles dar digna sepultura y que sus seres queridos puedan acudir un lugar determinado a llorarle.
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