Espacio
El primero en volver a la Luna
Un multimillonario japonés inaugurará los viajes espaciales del fundador de Tesla al satélite en 2023.
Un multimillonario japonés inaugurará los viajes espaciales del fundador de Tesla al satélite en 2023.
«No voy a ser el último que la pise. En 2015, 2018 o 2025, eso es lo de menos. Lo importante es que ocurrirá», esas fueron las palabras de Eugene Cernan, el último ser humano que pisó la Luna en 1972, en una entrevista concedida en 2009. Cernan nunca sabrá lo cerca que estamos de cumplir su vaticinio. Esta semana, Elon Musk afirmó en la presentación del proyecto «DearMoon» que ya hay un candidato para viajar a la Luna montado en el BFR o Big Falcon Rocket –hay una versión del nombre en el que la «F» es una conocida palabra inglesa vinculada a lo sexual usada con carácter superlativo–. La fecha prevista es 2023 y el afortunado es Yusaku Maezawa, el multimillonario japonés fundador de «Zozotown», la web de venta de ropa más importante del país. Maezawa es el primer cliente privado de SpaceX que viajará a la Luna. Pero el empresario nipón no pisará suelo selenita: «apenas» entrará en la órbita de nuestro satélite y se quedará a unos 200 kilómetros de distancia.
Yusaku Maezawa tiene 42 años y su fortuna es de unos 2.500 millones de euros. Empresario, músico, diseñador, artista, coleccionista de arte –en 2017 gastó 100 millones de euros en una pintura de Jean-Michel Basquiat–, Maezawa ha tenido siempre la meta de llegar a la Luna. «Es mi sueño de toda la vida –aseguró en la rueda de prensa en la que se presentó el proyecto –. Desde que era pequeño estoy enamorado de la Luna y solo mirarla llenaba mi imaginación. Aún continúa inspirándome».
Pero la iniciativa «DearMoon» no es un simple viaje orbital. El objetivo de Maezawa es crear un proyecto de arte que lleve ese nombre. Para ello no ha reservado solo su billete, sino para seis –u ocho, la cifra aún no está confirmada y tampoco el precio de cada pasaje– artistas, entre los que irán un músico, un pintor, un director de cine, fotógrafo y arquitecto. El equipo final se seleccionará a lo largo de este año, aunque todavía no se saben las condiciones ni si es posible postularse para el viaje. «Si Pablo Picasso hubiera podido ver la Luna de cerca – se preguntaba Maezawa –, ¿qué tipo de pinturas habría realizado? Si John Lennon hubiera visto la curvatura de la Tierra, ¿qué tipo de canciones habría escrito? ¿Y Andy Warhol, Michael Jackson o Coco Chanel? Todos estos son artistas que admiro. Si hubieran ido al espacio, ¿cómo se vería el mundo hoy? A los artistas seleccionados se les pedirá que creen algo tras su regreso a la Tierra. Estas obras maestras inspirarán al soñador que todos llevamos dentro». Los trabajos se podrán ver en una exposición itinerante pocos años después.
Inspirada, según el propio Musk, en los cohetes de «Las Aventuras de Tin Tin», la BFR es, en muchos sentidos, un enigma. Tendría unos 106 metros de altura y nueve de diámetro. Su capacidad de carga sería de unos 100.000 kilos y el precio rondaría los 4.500 millones de euros. La ventaja es que se trata de una nave, como es costumbre en SpaceX, reutilizable, una característica que le permitió a Musk (y a SpaceX) convertirse en uno de los principales proveedores de la NASA a la hora de enviar suministros a la Estación Espacial Internacional. De hecho, la BFR reemplazará eventualmente a las otras naves de SpaceX: la Falcon 9 (con 59 lanzamientos exitosos de 61) y la Falcon Heavy (operativa desde principios de 2018 y con un lanzamiento, exitoso también, en su historial). Si bien estos datos reflejan que SpaceX tiene una alta tasa de éxito, la realidad es que la empresa de Elon Musk aún no ha llevado a un ser humano al espacio. El primer ensayo de cara al viaje de «DearMoon» se producirá el año que viene, cuando la cápsula Dragon, impulsada por la Falcon 9, envíe a los primeros astronautas a la Estación Espacial Internacional como parte del Programa de Tripulación Comercial.
Hay tiempo, pero no solo será necesario afinar detalles que surjan de las primeras misiones. También habrá que definir si el viaje tiene la nada despreciable intención de orbitar la Luna o el más ambicioso plan de alunizar. Si bien Musk explicó que la nave BFR tendría capacidad de aterrizar en cualquier planeta, los requerimientos para ello serían diferentes si el objetivo es hacer pie en la Luna. Un ejemplo de esto es el diseño de la nave: a los artistas no les será indiferente si tienen que «pelearse» por ver el satélite desde las pocas escotillas o existirá una suerte de ventana panorámica que les permita visiones lunares y de nuestro planeta a tiempo completo. A favor tiene que se trata de un cohete capaz de llevar hasta 100 personas, pero solo las siete que irían a bordo precisarían un entrenamiento muy diferente si el objetivo es pisar el suelo de nuestro satélite.
Pero, ¿cómo entrenar a un «no astronauta»? No es lo mismo quien se ha preparado durante décadas y conoce la ingeniería, pilotaje, dispositivos eléctricos, procedimientos de emergencia. Aún así, los viajeros deberán cumplir ciertas normas previas: controles médicos, entrenamiento físico y simulaciones. Blue Abyss, por ejemplo, busca hacerse un nicho en este mercado y ofrece a sus clientes una piscina de 50 metros de profundidad para emular la ingravidez. También tienen una «centrifugadora» para llevar a los turistas al límite de fuerzas G que soportarán. Los turistas tendrán que aprender rutinas de a bordo que van desde la preparación de los alimentos hasta la configuración de dispositivos en las etapas más complejas del viaje. Queda tiempo para 2023, pero para «DearMoon» podría ser muy poco.
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