Enfermedades respiratorias
El asma infantil aumentará en otoño
El asma mal controlada puede ralentizar el crecimiento, incrementar el riesgo de obesidad e impactar de forma negativa en las funciones cognitivas e intelectuales del menor
Hay dolencias que permanecen aletargadas durante unos meses reaparecen con los cambios estacionales. Cuando se trata del paso de verano a otoño, la vuelta a la rutina postvacacional es un desencadenante añadido.
Es lo que sucede con el asma infantil, una de las patologías que suele protagonizar un repunte relevante en esta época del año. Este hecho se produce principalmente al comienzo de la actividad en colegios o guarderías, en los que la interrelación de los alumnos propicia la exposición a virus, bacterias y patologías diversas que pueden derivar en episodios de asma de distinta gravedad
Factores desencadenantes
Los factores desencadenantes más frecuentes del asma infantil son "los procesos virales, la exposición al humo de tabaco y a la contaminación y, en tercer lugar, alérgenos como el polvo de la casa (ácaros) o la alternaria, un hongo que crece en las zonas húmedas de los domicilios y en los epitelios de las mascotas". Así lo explica el Dr. José María Ignacio, jefe del servicio de Neumología del Hospital Quirónsalud Marbella y del Hospital Quirónsalud Campo de Gibraltar.
Mantener a los menores alejados del humo de tabaco es fácil si se establece un hogar “libre de humos" y hay una convicción clara por parte de los padres. Sin embargo, evitar la influencia alergénica es tarea más complicada. A este respecto, los expertos ofrecen pautas como estar alerta ante las humedades en el domicilio, evitar el uso de moquetas, lavar con asiduidad las cortinas y retirar peluches o juguetes que acumulen polvo. Asimismo es conveniente el uso de colchones y almohadas antiácaros y lavar la ropa de cama a una temperatura mínima de 60º.
Tal como señala el Dr. Ignacio, debe sospecharse de la existencia de asma en el niño cuando aparecen síntomas tales como sibilancias, es decir, sonido pectoral al respirar, o disnea, es decir, dificultad para respirar. También puede reflejarse la presencia de la enfermedad cuando el niño tenga la sensación de presión torácica o tos con intensidad y frecuencia variables.
Los menores de tres años pueden presentar síntomas que se pueden confundir con procesos infecciosos, preferentemente virales, y resulta casi imposible diferenciarlos.
Una vida normal
Es importante que los tutores acepten que la enfermedad llega a ser crónica en muchos casos y que la terapia médica puede prolongarse durante largos periodos de tiempo. “El tratamiento para el asma es muy efectivo y el 95% de los niños pueden disfrutar de una vida normal. En muchos casos, se puede optar por la inmunoterapia como un intento curativo de la enfermedad y suele ofrecer buenos resultados", subraya el Dr. Ignacio.
Una vez diagnosticado el asma y conseguido el control de la patología, los expertos aconsejan la formación de los padres en programas específicos dirigidos a proporcionarles los conocimientos y habilidades necesarias para vigilar la enfermedad de su hijo. Se trata de que aprendan las pautas para reconocer los signos y síntomas que agravan la enfermedad y para actuar precozmente ante un deterioro, y así poder prevenir la crisis de asma.
El asma mal controlada produce exacerbaciones frecuentes que precisan de la asistencia en servicios de urgencias, provoca mala calidad de vida y la pérdida de jornadas escolares o laborales en el caso de los tutores. Además de estos inconvenientes, si puede también ralentizar el crecimiento, incrementar el riesgo de obesidad e impactar de forma negativa en las funciones cognitivas e intelectuales del menor..
Ante la aparición de síntomas de asma, hay que acudir de inmediato a un profesional médico, quien valorará la idoneidad de realizar pruebas diagnósticas. Las pruebas funcionales respiratorias más habituales para confirmar la enfermedad son la espirometría, el test broncodilatador y el óxido nítrico en aire espirado (FENO). En niños mayores de 6 años estas pruebas son fáciles de realizar y obtener un registro adecuado para el análisis clínico. Sin embargo, en menores de 3 años hay mayor dificultad, aunque con la intervención de profesionales bien formados se pueden conseguir resultados concluyentes.
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