Día de la Salud Mental
El 80% de los trastornos de salud mental se pueden tratar sin psicofármacos
Psicólogos clínicos advierten de una excesiva "medicalizacón de la vida" y defienden la eficacia de la psicoterapia
España es el país líder mundial en el consumo de psicofármacos. Los antidepresivos, con un crecimiento de las dosis diarias por cada 1.000 habitantes cercano al 40% en la última década, lideran el incremento del consumo de medicamentos en nuestro país seguidos por las pastillas para el colesterol (36%) y los nuevos tratamientos para la hipertensión (32%). El aumento del consumo indebido de este tipo de sustancias responde a múltiples circunstancias. Entre ellas, el aumento de la prevalencia de la depresión, la ansiedad y el estrés. Se estima que 4 millones de personas sufren depresión en España y el 15% de la población tiene ansiedad o estrés.
Pero también responden a un fenómeno más subjetivo que se denomina "medicalización de la vida", que es especialmente visible en los trastornos mentales. Sin embargo, algunos especialistas señala que el 80% de los trastornos mentales se pueden tratar sin incluir psicofármacos, solo con terapia psicológica, según asegura la vicepresidenta de la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR, Laura Armesto. "Esto contrasta con la realidad del día a día, en la que solo recibe tratamiento psicológico 1 de cada 10 personas diagnosticadas de trastornos mentales comunes y en la mayoría se terminan recetando psicofármacos, lo que no soluciona el problema", explica la especialista, según recoge Ep.
Asimismo, destacan que el género, el lugar de residencia y los recursos económicos condicionan el acceso de los ciudadanos a la atención a la salud mental. En este sentido y, a pesar de que este año la salud mental se reivindica como un derecho universal, desde la sociedad científica lamentan que existen importantes desigualdades en el acceso a la atención a la salud mental. Un ejemplo de ello es la diferencia en el tratamiento que se da a hombres y mujeres, puesto que se tienden a considerar los problemas de salud mental desde un sesgo muy biológico. En el caso de las mujeres, señalan, se suelen atribuir a características genéticas o factores hormonales, minimizando el impacto de los factores sociales, los antecedentes traumáticos o las situaciones de violencia y estrés social que pueden estar sufriendo en ese momento las pacientes.
Además, las mujeres tienen más probabilidades de recibir un diagnóstico de depresión o ansiedad, trastornos para los que se les prescriben hasta el doble de psicofármacos que a los hombres, según algunos autores.
Carecias en la atención psicológica
Solo una de cada diez personas diagnosticadas de depresión en nuestro país accede a psicoterapia en la sanidad pública. Según el INE, hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, lo que nos sitúa muy por debajo de Alemania (41), Reino Unido (18), Francia (15) e Italia (9). Además, las inequidades en el acceso a la atención a la salud mental también tienen que ver con el código postal, puesto que el ratio de especialistas en psicología clínica por habitante varía mucho en función de la comunidad autónoma de residencia. En el caso de los pacientes con trastornos mentales más graves, la mayor parte son atendidos en la sanidad pública, aunque se encuentran con demoras en la atención que tienden a cronificar y empeorar su pronóstico.
"Es de agradecer la relevancia que ha tomado la salud mental en los últimos años, pero a veces nos olvidamos de las personas con TCA, trastornos de personalidad, psicosis, y trastorno bipolar, que necesitan un tratamiento especializado, multidisciplinar. Además, los modelos de trabajo deben estar orientados a la recuperación y no tanto, como sucede en la actualidad, a controlar solo las crisis o los momentos más álgidos", apunta Armesto.
Por otro lado, las desigualdades socioeconómicas condicionan gravemente la salud mental de quienes las sufren. "La salud mental tiende a empeorar a medida que lo hacen las condiciones de vida. Rentas insuficientes, bajo nivel educativo y social, desempleo o falta de apoyo social son condicionantes importantes. Conforme desciende la clase social y el nivel educativo, la prevalencia de ansiedad y depresión aumenta", asegura la experta.
Relación con traumas en la infancia
Además, se sabe que si esta vulnerabilidad se sufre durante la infancia, el daño se magnifica en la etapa adulta, puesto que se trata de personas más expuestas a factores potencialmente traumáticos y que generalmente cuentan con menores redes de apoyo. Existe una fuerte relación entre los traumas sufridos en esta etapa (maltrato infantil, haber padecido violencia física o psíquica, abandonos, negligencias en el cuidado, abuso sexual) y el desarrollo de trastornos graves de salud mental. Hay estudios que señalan que el riesgo se triplica- y se cuatriplica el de suicidio en la adolescencia y juventud- y también que muestran que más del 70% de las personas con Trastorno Límite de Personalidad han sufrido en la infancia algún tipo de trauma psíquico.
Los factores socioculturales, como el entorno familiar, social, laboral y las condiciones de vida, también influyen en el riesgo de desarrollar trastornos mentales. Desde la Sociedad inciden en que, para garantizar el acceso a la atención a la salud mental a todas las personas, sin importar género, clase social o nivel económico, se requieren políticas de organización más adecuadas.
"La organización de la atención sanitaria se basa en un modelo de servicios médicos que no encaja del todo con las peculiaridades de la salud mental, cuya parte psicosocial tiene un enorme peso. En este contexto, los profesionales de la psicología clínica tenemos pocas posibilidades de coordinar o liderar servicios", dicen desde la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR.
Los psicólogos clínicos están preparados para abordar todo el espectro de complejidad de los trastornos mentales, desde la atención a las características sociales, hasta los aspectos puramente psicopatológicos. Así, apuestan por servicios orientados a la recuperación que incluyan psicoterapias aplicadas por especialistas en psicología clínica, así como evaluaciones para comprobar que los programas que se implantan funcionan y aportan soluciones a la población. "Otra atención a la salud mental es posible trabajando mejor y diferente con lo que tenemos actualmente", concluye Armesto.