Inma Claramonte, la madre de la víctima, acompañada por su hijo a las puertas de su domicilio en Villarreal (Castellón)

Las 12 citas de Andrea con la Policía antes de su muerte

Días antes de que su ex pareja, Víctor Llorens, la metiese a punto de navaja en el coche que minutos después estrellaría contra una gasolinera, la joven de 20 años mostraba un estado de nerviosismo mayor del habitual

Unos días antes de que Andrea Carballo falleciese en el coche que conducía su ex pareja, Víctor Llorens, se mostró más nerviosa de lo habitual con su entorno. Así lo demuestra el hecho de que, entre el 14 y el 22 de diciembre, se citase hasta en 12 ocasiones con la agente de policía local encargada de protegerla. Lo habitual en casos de violencia de género calificados de riesgo medio, afirman fuentes del Sindicato de Policía Local de Castellón, son «una o dos consultas a la semana» que permitan conocer si la víctima ha notado algo extraño o se ha visto perturbada por su ex pareja.

Sin embargo, durante estos ochos días, la joven de Villarreal no dijo nada del acoso y del control al que se vio sometida por la persona de la que se separó el 13 de noviembre pasado, tres años después de iniciar una relación sentimental. «El número de intervenciones varía en función de la edad y de la inseguridad que siente la víctima. En este caso, su agente vio que tenía 20 años y que estaba muy asustada. Cuanto más se veían, más tranquila estaba»,, explica el sindicato.

Este control, en cambio, no evitó que, la mañana del 23 de diciembre, mientras esperaba en una esquina de la calle Sant Josep a una compañera para dirigirse al almacén de fruta donde trabajaba en Almanzora, Víctor la metiese en el coche a punta de navaja, la arrastrase cogida del pelo y estampase el vehículo contra una gasolinera situada en la carretera N-340 de Benicàssim, a 20 kilómetros de su domicilio. Éste se incendió y ambos fallecieron.

Durante el año y medio en el que compartieron casa, Andrea se separó de su círculo de amigas, se encerró y silenció los presuntos malos tratos a los que le sometía «El Peonza», como se le conocía en el pueblo. «Yo la he visto con las rodillas amoratadas y con una raja en el ojo. Siempre decía que se había caído y, como era tan inocente, te lo creías», cuenta a LA RAZÓN Raquel, amiga de la joven. Hasta que tomó la decisión de escaparse del infierno que vivía, asumiendo todas las consecuencias que ya le había adelantado Víctor. «Intentó huir en más de una ocasión, pero él la pillaba. Hubo una vez que tenía todo preparado para irse, pero llegó él. Éste enfureció y empezó a tirarle las cosas , le quitó el móvil, se llevó sus llaves y le dijo que cuando volviera lo quería todo recogido». «Si no lo intentó antes fue porque tenía miedo de que le hiciese algo a su familia».

Víctor nunca cesó su empeño

Víctor nunca cesó y persistió en su empeño por tenerla atemorizada. «La vigilaba constantemente. Sabía dónde estaba en cada momento gracias a la aplicación “Busca mi Iphone”, que sirve para localizar tu teléfono en caso de pérdida». El día que rompieron la relación, Andrea estaba en casa de su madre con su hermano pequeño, haciendo tiempo hasta que ésta llegase. De repente, se percató de que él estaba en la puerta con su coche rojo, lo que le puso alerta por si se le ocurría entrar. «Me dijo que tenía miedo de que saltara. No sabía qué hacer», recuerda Raquel.

De repente, el chico de 29 años, le llamó con número oculto para contarle lo que había ocurrido con su amiga. Como no pudo atenderle, se presentó en su lugar de trabajo: «Me contó que le pegaba, que le había puesto los cuernos y que se quería suicidar. Al salir, fui a verla. La encontré temblando. Tenía miedo por si le hacía algo a su familia».

Pasados los días, la tensión fue en aumento hasta tal nivel que uno de los grandes problemas a los que se enfrentó la familia fue recuperar las pertenencias que Víctor se negaba a devolver a su hija. «Fue una odisea», relata Jose Claramonte, tío materno de Andrea. «Una semana le daba un zapato. A la siguiente, el otro. Y así hasta que mi hermana se plantó en la pastelería de los padres de él y montó un escándalo. Delante ellos, su hijo se encara y amenaza de muerte a mi hermana».

En los últimos días, Inma ha desvelado que, durante semanas, el presunto asesino de su hija había estado increpándoles por todos los medios: le pinchó las ruedas del coche e intentó atropellar a su hija. Hasta entonces, nadie tenía conocimiento del círculo vicioso en el que se encontraba sumida Andrea. «Sabíamos que habían roto, pero ni por asomo todo lo demás», explica Jose. Él conoció a Víctor el pasado mayo, durante la celebración de la Comunión de su hija. En todo momento, se mostró frío y ausente. «No te mira a la cara, evitaba siempre la mirada». Algo que sus amigas corroboran: «Nunca se mostraba como era. Sólo observaba y callaba».

Mientras tanto, Andrea merodeaba de un lado a otro, a expensas de lo que su novio de entonces hiciese. «Yo vivo encima del bar al que él iba », añade Eva, otra de sus amigas. «Todos los días la veía ahí o en el coche esperándolo. No hacía otra cosa. Él se tomaba sus copas o jugaba a las tragaperras, mientras ella le esperaba. Esa fue su vida durante ese tiempo».

Mensajes subliminales en fotos «falsas»

«Era obsesión lo que tenía con ella. Era como su perro. Y en sus redes sociales se puede ver así», dice Eva. En «Facebook», por ejemplo, la mayoría de las fotos que tiene publicada son con Andrea o con su coche y, en ellas, se suceden mensajes como: «Tenemos un baile pendiente» o «A veces hay que dejar ir y, sobre todo, no dejar que vuelva». En el este último caso, acompañado por la descripción «Foto:sucia#embustera y sobre todo muy P...» y tres iconos: «un biquini, una urna y una especie de latidos de corazón». «No sabemos si realmente estos mensajes estaban dirigidos a Andrea», reconoce Raquel. La publicación, no obstante, data del 12 de diciembre, 11 días antes del crimen.

La obcecación de Víctor con ella llegó hasta tal punto que divulgó una imagen de sus manos entrelazadas con una chica que se hace pasar por ella. «Ellos se hicieron la misma foto hace tiempo, pero cuando lo dejaron se tomó la misma con otra chica».

Dos días mas tarde, su madre interpuso la denuncia tras ser perseguida por él con un cuchillo en la mano. El día 14, Andrea la ratificó en comisaría, donde el nivel de riesgo se valoró como medio y donde se le adjudicó un agente para una vigilancia «aleatoria y ocasional». Y el 15, la recibió el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Villarreal.

Esa misma tarde, el juez –«de guardia», apostilla Jose– tomó declaración a ambas partes e, inmediatamente después, el fiscal apreció indicios de tres delitos de lesiones en el ámbito de la violencia de género, aunque el juicio no pudo celebrarse porque las versiones eran contradictorias y no existía parte médico para acreditar los daños de la víctima.

Entonces, según fuentes del Tribunal Supremo de Justicia de la Comunidad Valenciana, el fiscal solicitó nuevas diligencias para completar la instrucción. Entre ellas, la declaración de tres testigos, las grabaciones del bar donde trabajaba y donde había sufrido uno de los episodios violentos y la información del centro médico al que la chica acudió en una ocasión tras una de las agresiones relatadas. En aquella ocasión, la víctima no refirió al personal sanitario el origen de los daños de los que fue atendida.

A la espera de practicar esas diligencias, se pidió que se prohibiera al presunto maltratador acercarse a menos de 200 metros y comunicarse con la víctima por cualquier vía, petición a la que se adhirió el abogado de la denunciante, quien no solicitó ninguna medida complementaria. «Ese día le escribí y le pregunté cómo estaba», recuerda Raquel. «Me dijo: ‘‘Una orden de alejamiento de momento’’», lee desde su teléfono móvil indignada, pues sólo 350 metros separan los domicilios de Andrea y Víctor.

Víctor «encerró» a su ex

Víctor ya había sido condenado por malos tratos en 2013, tras dos episodios violentos con su anterior pareja, M., a quien propinó –una de ellas– un bofetón tras volver de una fiesta. Por aquel entonces, firmó una sentencia de conformidad y aceptó la pena que solicitaba el fiscal: 64 días de trabajos en beneficio de la comunidad, tras la que perdió tanto el trabajo como su novia. «Andrea sabía que él tenía una orden de alejamiento de su antigua pareja. De hecho, cuando paseaban, conocía los sitios por los que no podían pasar. Él le decía: ‘‘Ésta me las tiene que pagar’’».

Fuentes cercanas a la víctima relatan a este periódico que, una vez durante esta primera relación, «Víctor la metió en el coche, se encerraron y le empezó a apalear» y que, en otra ocasión, «le pegó una paliza, se la llevó al apartamento de Burriana, la encerró durante una semana y le obligó a mentir a sus padres diciéndoles que estaban de viaje». Después de esto, «se quedó sólo. Sus amigos le dejaron de lado».

Pese a la condena, los antecedentes y los presuntos delitos de lesiones, insiste Jose, «sólo se decretó un nivel medio y una orden de alejamiento de 200 metros».

«Ropa y comida» en el maletero del coche

La tarde anterior al crimen, Andrea se reunió por última vez con su agente. Era su cumpleaños y, antes de volver a casa, estuvo con una amiga. Ante su retraso, Inma le llamó preocupada. Ella le respondió que estaba haciendo tiempo pues habían visto a Víctor merodear por la zona, por lo que avisó a su agente, quien le dijo que esa misma noche le iban a detener. A la mañana siguiente, sucedieron los hechos.

«Tenemos un testigo que vio a la niña intentar saltar del coche, que llevaba una pierna fuera y que él la tiene cogida a punta de navaja», sostiene Jose, quien piensa que «Víctor lo tenía todo pensado. A alta velocidad, no tienes margen de reacción». Sin embargo, fuentes próximas a Andrea aseguran que «en el maletero del coche había ropa de él, de ella y comida. No sé sabe que es lo que quería hacer, pero si tú te vas a chocar contra algo por inercia frenas», lo que les hace pensar que, quizá, «quisiera repetir lo mismo que con su anterior pareja». «Con la cantidad de gasolineras que hay aquí, te vas a la primera y te estrellas, no sigues adelante hasta encontrar otra».

La ausencia de marca de frenada en el asfalto confirmaría la hipótesis del asesinato que la familia de ella sostiene. Por el momento, el pasado 26 de diciembre, la Policía certificó que la joven fue introducida «a la fuerza» por su ex pareja en el turismo siniestrado. «El pensará que de esa forma se iba ir siendo un romántico», dice con rabia Jose. «Matar por amor, los cojones». El misma día tuvo lugar el entierro de la joven. Al día siguiente, el de Víctor. «Ahora mismo, sólo queremos descansar», expresó Inma, a las puertas de su domicilio, a este periódico. «Han sido días muy duros y no podemos más».