Investigación
Desmintiendo mitos: Lo sentimos, no fuiste el espermatozoide más rápido
La creencia popular de que es el espermatozoide más veloz el que consigue fecundar a un óvulo que juegan un rol pasivo es tan solo una leyenda
"Y eso que tú fuiste el espermatozoide más rápido del equipo..." Esta es una de las contestaciones sarcásticas y con más sorna a la hora de meterse con el potencial intelectual de un amigo... o de un enemigo. Usada a la inversa, también es una forma graciosa de presumir sobre las habilidades de uno mismo: "¡Por algo fui el renacuajo más veloz!". Sin embargo, esto no es cierto. Para nada.
La creencia de que el espermatozoide más rápido es el que fecunda el óvulo y genera la descendencia es un mito de la biología. Tampoco existe esa supuesta carrera de autos locos por "llegar a la meta". El problema es que muchas personas hemos aprendido sobre el proceso de fertilización humana como si se tratara de una fábula o un cuento de hadas. Un relato en el que millones de células de cabeza gigantesca y cola delgada nadan frenéticamente con el objetivo de alcanzar a una "pelota gigante" que, pacientemente, aguarda su llegada.
Pero, gracias al trabajo de diversos equipos científicos, sabemos desde hace años que esta narrativa no es cierta. Lo sentimos, pero no es el espermatozoide más ágil y rápido el que conquista al óvulo y se queda con "la chica". Esta forma de explicar la fecundación, que dota al espermatozoide de un papel activo en oposición al óvulo, que se asume pasivo, no refleja los hechos tal y como son.
Es justo al contrario: el rol que ocupa el óvulo en todo el proceso de fecundación es activo y determinante. De hecho, es el óvulo quien elige al afortunado como en una especie de Tinder evolutivo. La rapidez de las células reproductivas masculinas no tiene nada que ver; son varios millones de espermatozoides los que llegan a "tener una primera cita" con la célula femenina. Pero retrocedamos hasta el principio.
Una "carrera" de resistencia
Tras ser depositados en la vagina, los espermatozoides deben primero superar la barrera del cérvix. A menos que los espermatozoides estén en buena forma (la mayoría tiene daños en su ADN u otros defectos), no van a poder atravesar el primer filtro de selección. Después deben superar varios obstáculos hasta alcanzar el óvulo, que está bastante lejos del punto de entrada. En una eyaculación hay de media 250 millones de espermatozoides. Sin embargo, solo unos cientos lo conseguirán.
Además, cabe añadir que por sí solos no pueden llegar hasta el final de las trompas de falopio, donde ocurre la concepción... porque no tienen potencia suficiente. El movimiento que la cola del espermatozoide hace hacia los lados tiene una fuerza diez veces superior que el que hace hacia adelante, así que en realidad no nada. Lo que de verdad les impulsa en línea recta son las contracciones del útero.
Para más inri, y una vez superado el obstáculo de las contracciones musculares del cuello uterino, los espermatozoides deben elegir una de las dos trompas de Falopio y nadar hasta ella... aunque el óvulo sólo desciende por una.
Los espermatozoides más rápidos mueren antes
Sí que es cierto que, una vez uno de los espermatozoides consigue penetrar en el óvulo, éste "se cierra a cal y canto". Como un búnker para dos, el gameto femenino impide que otros entren en él para asegurar el sano desarrollo del embrión. Quizá este "palmo de narices" sea el motivo por el que se ha asumido que el campeón, el primero que llega, es el que cierra la puerta a los demás.
No obstante, ya hemos adelantado que esto no es así. Lo que sucede en realidad tiene que ver con la capa exterior que recubre al óvulo, llamada zona pelúcida o membrana pelúcida. Esta sirve para proteger a la célula femenina de agentes extraños y evita que, una vez penetrada por un espermatozoide, otros entren después. Además, esta película contiene sustancias químicas que sirven para que los gametos masculinos reconozcan al óvulo. Sin ellas, no se "darían cuenta" de que está ahí y pasarían de largo.
Lo que sucede a continuación es que los espermatozoides comienzan a "golpear", debilitar y romper esa membrana para entrar gracias a la liberación de un ácido que llevan dentro de su cabeza. Pero los primeros que llegan, por ser los más veloces... se cansan y mueren. Podemos concretar que los primeros cientos que llegan, se sacrifican para agujerear la membrana.
Al final, el renacuajo que se encuentra en el momento adecuado y el lugar exacto es el que traspasa la barrera y fecunda al óvulo. Por fuera, la membrana pelúcida continúa protegiendo a la célula. Durante los primeros 5 días tras la fecundación, las dos células se dividirán y crearán más, formando al embrión. Cuando entra en fase de blastocisto, la película se desintegra y el embrión se implanta en el útero materno.
El óvulo selecciona
Los últimos estudios científicos consideran probado que es el óvulo el que ejerce como seleccionador. Uno de los más relevantes lo firma el genetista Joseph H. Nadeau de la Universidad de Washington, quien afirma que el gameto femenino escoge o rechaza a los espermatozoides que pueden entrar, una vez la membrana se ha debilitado y en base a la calidad del ADN que porten.
Este descubrimiento ha tenido una gran importancia para la comunidad científica, que desde entonces lleva estudiando este mecanismo de selección. El último estudio en este sentido está dirigido por John Fitzpatrick, profesor adjunto del Departamento de Zoología de la Universidad de Estocolmo (Suecia). Su trabajo explica que las sustancias químicas que liberan los óvulos no fecundados para atraer a las células masculinas no lo hacen "al tuntún".
"Esas migas de pan químicas actúan de forma diferente en los espermatozoides de distintos machos, eligiendo cuáles tienen éxito", añade Fitzpatrick. "Lo que esto sugiere es que estos fluidos dan a las hembras una oportunidad extra (mucho después de que hayan elegido a su pareja) para sesgar el número de espermatozoides que van a ir hacia los óvulos". Y aquí está el hallazgo extraordinario: El óvulo no siempre está de acuerdo con elección de pareja de la mujer que "habita".
"La explicación más probable es que estas señales químicas permiten a las hembras elegir a los machos que son más compatibles genéticamente". El óvulo intenta seleccionar genes diversos. "Básicamente, tratan de combatir infecciones, luchar contra enfermedades y ayudar a nuestro sistema inmunitario a funcionar realmente bien", explica el doctor.
Cuanto más diversos son esos genes, más diversos son los tipos de infecciones que puedes combatir. "Si tu pareja tiene una combinación de estos genes ligeramente diferente a la tuya, entonces vas a producir una descendencia que puede luchar contra una gama aún más amplia de patógenos".
Como los animales mamíferos, los humanos estamos programados para dar a nuestra descendencia la mejor oportunidad de supervivencia. Nuestros cuerpos han desarrollado todo tipo de métodos para recompensar a la pareja más fuerte y compatible posible. Y, como hemos visto, incluso el aparato reproductor femenino es una carrera de obstáculos diseñada para eliminar a los pretendientes más débiles y menos aceptables. Así que, no eras el espermatozoide más veloz, sino el óvulo y el espermatozoide que superaron todo eso... juntos.