Arte, Cultura y Espectáculos
La ruptura de las vanguardias rusas: hacia una nueva sensibilidad pictórica
La Fundación Mapfre dedica hasta el 5 de mayo una exposición a los vanguardistas rusos que revolucionaron el lenguaje artístico del siglo XX.
Rechazaron la influencia del subjetivismo simbolista y del realismo que dominaron la escena pictórica hasta los primeros años del Novecento. A partir de una reacción en contra del academicismo, se convirtieron en los portavoces de una nueva sensabilidad que rompía las convenciones de los lenguajes plásticos. “De Chagall a Malevich: el arte en revolución”, exposición albergada en la Fundación Mapfre hasta el 5 de mayo, ofrece un recorrido por las principales figuras que protagonizaron las vanguardias rusas del siglo XX: Marc Chagall, Kazimir Malévich, Aleksandr Ródchenko, Natalia Goncharova, entre otros.
Rusia se asomó prematuramente a las inovaciones de la cultura vanguardista internacional: ya al comienzo del siglo XX eran muchos los coleccionistas que, de Moscú y San Petersburgo, viajaban a París con el propósito de adquirir obras de los impresionistas y de los postimpresionistas. Asimismo, artistas rusos como Larionov, Malévich y Goncarova presenciaban a menudo las exposiciones europeas durante aquellos años efervescentes.
Acomunados por la atracción para los lenguajes abstractos, los artistas rusos abrazaron con entusiasmo las tendencias antifigurativas y antiacadémicas procedentes del panorama internacional, conjugándolas con la valorización del arte popular: por un lado, el Cubismo, con sus rasgos racionalísticos y antinaturalísticos, por otro lado, el Fauvismo con la agresividad de sus colores, y el Futurismo con su ideología revolucionaria. “Estos artistas quieren escapar del poder del color de los impresionistas. Por eso, aparecen en Rusia unas corrientes opuestas con un halo de libertad donde reina el mundo del pensamiento, de lo que no se ve.” declaró a los medios de comunicación Jean-Louis Prat, comisario de la exposición.
La Sala madrileña de la Fundación Mapfre en el Paseo de Recoletos reúne más de 90 piezas organizadas en ocho secciones, cada una dedicada a un movimiento de orientación abstractista de las vanguardias rusas. Una de las primeras corrientes a las que se enfrenta el visitante es el Neoprimitivismo, testigo de una refinada combinación entre el arte rural ruso y las técnicas del postimpresionismo. En “El Paseo” (1917), Marc Chagall se autorretrata sobre un tejido verde, sosteniendo la mano de su mujer, que aparece volando encima de Vitebsk, ciudad natal del pintor y lugar donde se desarrolla la escena.
Otra tendencia emblemática del universo vanguardista ruso es el Rayonismo, con Michel Larionov y Natalia Goncharova entre sus exponentes principales, que plantearon a través del código de la abstracción un camino de disolución de la figura, con el objetivo de representar el dinamismo de los rayos de luz que construyen el espacio pictórico.
Tras la contemplación de la abstracción más radical, en la sección dedicada a Vasilij Kandinskij y a su armonización de colores y formas, el espectador llega a conocer las características del lenguaje suprematista, que, según las mismas palabras de su fundador, Kazimir Malévich, consagra “la supremacia de la pura sensibilidad del arte”. Una vez eliminado el contenido, el arte se convierte en un elemento autoreferencial, que, sin finalidades prácticas o narrativas, celebra el color y la forma en su autónoma existencia. Testimonio de dicha interpretación de la realidad y, por supuesto, de la obra de arte, es el “Cuadrado negro” de Malévich, el llamado “grado cero de la pintura”, a partir del cual proceden, a través de divisiones y rotaciones, los elementos sucesivos del alfabeto suprematista. “Cuando vemos el Cuadrado negro de Malévich sobre fondo blanco, eso es el inicio de algo que se convierte en una tradición: no se entienden ni el resto de la evolución de las vanguardias rusas ni la abstracción geométrica del siglo XX sin Malévich.” declaró a este medio Carlos Martín, conservador jefe de artes plásticas de la Fundación Mapfre.
La exposición se cierra con algunas obras de los años treinta, década de la muerte de Malévich, coincidente con la desviación del régimen hacia un estado más restrictivo y totalitario, en el cual los artistas ven radicalmente limitado su radio de acción.
La experimentación, la conservación de su tradición popular y la idea de utopía son algunos de los rasgos comunes de los artistas rusos de las vanguardias del siglo XX, que se ven reflejados en las obras presentes en esa exposición. A principios del Novecento, Rusia se convierte en un hormiguero de creatividad, donde se desarrolla un abanico de conceptos nuevos, que ilustran perfectamente el cambio social que se produjo durante la Revolución.
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