Ciudad del Vaticano
Un manual para hacer homilías «ni largas ni cortas»
Darío Menor- ¿Qué católico no se ha aburrido alguna vez en misa durante una homilía? ¿Quién no se ha preguntado cómo es posible que algunos sacerdotes hagan unos sermones tan poco atractivos?
¿Qué católico no se ha aburrido alguna vez en misa durante una homilía? ¿Quién no se ha preguntado cómo es posible que algunos sacerdotes hagan unos sermones tan poco atractivos? Las preguntas no son nuevas. Voltaire le dedicó a la cuestión su sarcasmo: «La elocuencia sacra de las prédicas es como la espada de Carlo Magno, larga y plana». Montesquieu, por su parte, consideró con sorna que «lo que los predicadores no saben en profundidad, lo dan en longitud». En sus casi dos años de pontificado, Jorge Mario Bergoglio ha dado varias muestras de que le preocupa la mala calidad de una parte de las homilías que cada día les toca tragarse a los sufridos fieles. Abordó el problema en su exhortación apostólica «Evangelii Gaudium», en la que dijo que la alocución del presbítero durante la misa «no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración». En una muestra del interés que le suscita esta cuestión, Francisco le dedicó a las homilías 25 de los 288 apartados de la «Evangelii Gaudium».
Para que los sacerdotes tengan claro los errores que deben evitar y cuáles son las claves para elaborar buenas prédicas durante las celebraciones eucarísticas, el Vaticano ha elaborado el nuevo «Directorio Homilético», un manual de 150 páginas presentado ayer. Se ha encargado de su redacción la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el dicasterio de la Santa Sede responsable de la liturgia. Aunque dejó de ser prefecto de este organismo el pasado mes de agosto al ser nombrado arzobispo de Valencia, el cardenal español Antonio Cañizares es el «alma máter» del «Directorio Homilético». Respondía así a la petición que surgió entre los obispos de todo el mundo tras el Sínodo de 2008, dedicado a la Palabra de Dios, para contar con un documento pontificio en el que los presbíteros se pudieran apoyar para preparar sus homilías. Éstas no deben ser improvisadas: tienen que estar bien preparadas, evitar las divagaciones sobre temas que no vengan a colación y tener una duración acertada. Sobre este aspecto, el texto reafirma el principio de Francisco de que los sermones no deben ser «ni largos ni cortos». El cardenal ghanés Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, aclaró este punto apelando al contexto cultural. Mientras que en las naciones europeas veinte minutos de homilías son excesivos, en África se quedan cortos.