Barajas
Tuvo fuerzas para Madrid
Que Joseph Ratzinger se vea ahora sin fuerzas para seguir siendo Benedicto XVI no significa que el suyo haya sido un pontificado desfallecido o tímido. El mundo entero pudo atestiguarlo en agosto de 2011, con motivo de una vigésimo sexta Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en la que, desde Madrid, irradió vitalidad y esperanza. Aunque más contenido en las formas que su predecesor en la silla de San Pedro, Benedicto XVI hizo gala del vigor de una mente poderosa, y evidenció su empuje a través de la confianza depositada en aquellos que están llamados a impulsar los cambios que requiere nuestra sociedad: los jóvenes. La celebración en la capital de España de la JMJ supuso un importante espaldarazo a la dimensión internacional de la ciudad de Madrid, donde se dieron cita millón y medio de personas, así como a la capacidad organizativa de las todas las administraciones que eficazmente colaboraron en el acontecimiento. Pero fue, sobre todo, la manifestación compartida de la convicción de que la vida se renueva y se hace mejor mediante la participación de miles de jóvenes en una convivencia a la que el Santo Padre aportó un mensaje de generosidad, compromiso y amor. Sus palabras en Cibeles el día de su llegada resuenan aún en todos los rincones –«No paséis de largo ante el sufrimiento humano»–, y resultan igualmente inolvidables otros momentos vividos durante su visita, en Barajas, Recoletos, La Almudena o los recintos feriales. No imaginé entonces, en aquellas horas emocionantes, que la fatiga pudiera vencerle. Pero creo que podemos sentirnos satisfechos de saber que, en aquellos días, el Papa tuvo fuerzas para Madrid.
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