Roma
Mirando hacia el futuro
De la conversación del Papa Francisco con Eugenio Scalfari recogida en «La Repubblica» sorprende el tono abierto y amable, el deseo de entender al otro y el hecho, cada vez más evidente, de que el Papa no duda en involucrarse en primera persona. «¿Puedo abrazarle por teléfono?», dice el fundador del diario romano. «Sin duda, yo le abrazo también. Ya lo haremos en persona. Hasta luego», respondió con sencillez Papa Francisco. La reunión es una consecuencia de la carta que el Pontífice ha dirigido a Scalfari y ayuda aún más a entender el corazón de Papa Francisco: «Hay que conocerse, escucharse unos a otros», y añade, «a veces me sucede que después de una reunión quiero hacer otra porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades». Es decir, su atención a las personas y a su singularidad es la característica que inmediatamente atrae de él.
Una mezcla de bromas juguetonas sobre la intención mutua de conversión permitió que el Papa mencionara la cuestión del proselitismo: «No tiene sentido, porque la Iglesia no crece por proselitismo, crece por la atracción; una levadura que sirve al bien común», dijo recordando las palabras de Benedicto XVII a los catequistas. Se trata del testimonio que todo cristiano debe hacer y que debe ser evidente en la Iglesia en su conjunto; sin duda, es una minoría, pero también una fuerza transformadora.
«El ideal de una Iglesia misionera y alma pobre», las palabras del Papa Francisco animan como un fuego escondido, mientras que sin pestañear responde a las preguntas de Scalfari y rememora el viaje de los cristianos en la historia, de la que dan testimonianza los santos –Pablo, Agustín, Francisco, Ignacio– y repite que el objetivo es «escuchar las necesidades, deseos y decepciones, la desesperación, la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los ancianos, estar abiertos al futuro, difundir el amor. Ser los más pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz».
Estas palabras no rememoran por casualidad al inicio del documento del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo moderno: «La alegría y la esperanza (gaudium et spes), la tristeza y la angustia de la gente de hoy en día, especialmente de los pobres y de todos los que sufren, son a la vez la alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón». El Papa Francisco mira, de hecho, el Concilio Vaticano II, inspirado por Juan XXIII y Pablo VI porque, «decidió mirar hacia el futuro con una cultura moderna y abierta», dice el Papa con claridad al Consejo. ¿No son afirmaciones vacías las de quien durante la entrevista se define además de con el título tradicional de obispo de Roma, con el de «Papa del mundo católico». En la entrevista habla con detalles muy personales sobre sí mismo, revelando la luz tranquila que lo llenaba después de la elección en el cónclave y le indujo a aceptarla. Aceptar las entrevistas así le permite hablar de las realidades más profundas: la gracia, el alma, Dios y el futuro, al que abre los ojos. Porque «nuestra especie terminará, pero la luz de Dios no tiene fin».