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Ozon: qué difícil es tener 17 años y ser prostituta

El director François Ozon recibió ayer en el Festival de Cannes la felicitación de Geraldine Pailhas (izda.) y Marine Vacth, ambas protagonistas de «Jeune et Jolie»
El director François Ozon recibió ayer en el Festival de Cannes la felicitación de Geraldine Pailhas (izda.) y Marine Vacth, ambas protagonistas de «Jeune et Jolie»larazon

«Estás enamorado/Ocupado hasta el mes de agosto/ Estás enamorado: tus sonetos le hacen reír/Tus amigos te rehúyen: eres de mal gusto/Después la adorada, una tarde, ¡se digna escribirte!/Esta tarde...Vuelves a los cafés brillantes/Pides varias cañas o una limonada.../Nadie es serio a los diecisiete años/caminando bajo los verdes paseos de los tilos». Los últimos versos de este precioso poema de Arthur Rimbaud resuenan en «Jeune et Jolie», la nueva película de François Ozon y primera a competición en esta 66 edición del Festival de Cannes. Unos cuantos adolescentes hablan a cámara del significado del poema, desflorando su elogio del amor provisional y la felicidad soleada, hasta que Isabelle (magnética Marine Vacth) se planta y nos mira, y sabemos que, para ella, ser adolescente es un asunto serio. Para Ozon también, como ha demostrado en películas como «Sitcom», «Los amantes criminales» o «En la casa», pero ayer, en la platea del Grand Theatre Lumière, nadie le hizo demasiado caso. Diez años después de su estreno en la sección oficial con «Swimming Pool», Ozon, con su insaciable ritmo de trabajo, sigue siendo demasiado ligero para este certamen.

Es curioso, porque su protagonista no parece tomarse nada a la ligera. Isabelle es opaca y misteriosa, probablemente incluso para sí misma: después de perder la virginidad con un amor de verano y no sentir nada, decide llevar una doble vida como estudiante y prostituta a trescientos euros el servicio completo. Sus motivos son un agujero negro que Ozon no tiene ningún interés en rellenar. Este crítico entendió que, incapaz de enamorarse, Isabelle busca una respuesta a sus enigmas en el deseo que los otros proyectan en ella. Y esa búsqueda la hace aún más atractiva para todos los que se cruzan en su camino: su madre, que la desprecia por ello; su padrastro y su hermano menor; sus clientes, especialmente Georges, con el que mantiene una relación tierna y emotiva.

«En el cine se tiende a representar la adolescencia desde una perspectiva idealizada», contó Ozon en rueda de Prensa, «pero yo tengo un recuerdo difícil y doloroso de aquella época, y es lo que quería explicar, pero desde la distancia que da la experiencia». Isabelle es, como el ratón de «Sitcom» o el bebé con alas de «Ricky», un ángel exterminador. Su hermetismo pone en jaque la estabilidad de su familia, cuestiona sus valores mientras se enfrenta a la búsqueda de una identidad. «El sentimiento de pérdida de la adolescencia es el nacimiento de la melancolía, de un periodo de desilusión», puntualizó el director de «8 mujeres». Y aunque la historia que explica «Jeune et Jolie» aspira a lo universal, es difícil no detectar en ella los hábitos de una generación que calibra el mundo en términos de transacción, de dar y recibir, de satisfacción urgente e inmediata. La película, pues, relata la vida de Isabelle durante un año, con una canción de François Hardy como coda para cada una de las estaciones de su extraño despertar a la edad adulta. Un final un tanto brusco, con aparición de Charlotte Rampling incluida, no estropea un fascinante retrato femenino, que la modelo Marine Vacth, que encarna a Isabelle con una electrizante mezcla de hostilidad y secretismo, dibuja a base de miradas furtivas y preguntas inoportunas.

También hay adolescentes en «Heli», de Amat Escalante, aunque sus dilemas morales tienen más que ver con la supervivencia que con la identidad. Imaginarse a Spielberg soportando las imágenes de tortura de la película –que incluyen la quema de los genitales de un joven colgado de un gancho– puede tener su encanto, aunque «Heli», enésimo acercamiento a la violencia insostenible que, entre policías corruptos y narcotraficantes, tiene que soportar el pueblo mexicano, hace todo lo posible para amargarte la tarde. «No pretendía destruir el sector turístico de mi país», dice Escalante, «pero puedo asegurar que la realidad es mucho peor de lo que muestro en el filme».

Sinfonía del horror

El discurso de «Heli» es muy simple: la violencia genera violencia. Y Escalante, que en su tercer largometraje opta por la sequedad expositiva en la línea del cine de algunos de sus compatriotas (Michel Franco, Gerardo Naranjo y, sobre todo, Carlos Reygadas, que aquí oficia como productor), orquesta una sinfonía del horror en la que cada elemento de la ecuación –desde la elección del casting hasta la resolución del vía crucis de su protagonista, secuestrado junto a su hermana de doce años por el corrupto cuerpo policial antinarcóticos– cumple un papel del todo previsible. «Quería examinar la violencia poniéndola en su contexto, no sólo mostrándola», declaró Escalante. Por desgracia, el contexto es de dominio público, y Escalante llega tarde si pretende descubrirnos algo al respecto.

Es lo mismo que le ocurre a «Fruitvale Station», ganadora en Sundance y que se exhibió ayer en la sección «Una cierta mirada». ¿De verdad Ryan Coogler piensa que está haciendo cine político cuando nos cuenta la historia de un joven afroamericano que fue asesinado injustamente por la Policía cuando le esperaba un futuro redentor por delante? Huelga decir que las estrategias del filme, que inexplicablemente arrancó un largo aplauso entre la Prensa, para despertar la indignación del público, son más que reprobables. La película, basada en hechos reales, cuenta la vida de Oscar el día antes de morir, un 31 de diciembre de 2008. Querrá recuperar su trabajo, fortalecer el amor por su madre, su mujer y su hija, dejar de vender droga, y así suma y sigue hasta que empaticemos con su nobleza y fuerza de voluntad para que, cuando llegue el drama, sea en forma de golpe bajo y lágrimas de ácido sulfúrico. Lamentable.