El canto del cuco

La vuelta al pueblo

El mundo rural español muestra signos de recuperación, con un aumento de población en varias provincias. Aunque es pronto, hay esperanza para la España vaciada.

He vuelto a la España vaciada. Apenas una escapada otoñal a El Valle, la hermosa comarca soriana al pie de la Cebollera. Lo que más impresiona es el silencio y la luz tenue, horizontal, que envuelve al caserío. El tiempo se detiene. Apenas hay un alma por las calles vacías. No se oye, estando por San Martín, el grito de ningún cerdo en el banco de la matanza. De vez en cuando pasa un automóvil. Nada que ver con el bullicio del verano. El silencio se extiende por el monte desnudo. Ni un cuervo cruza el cielo, ligeramente enmarañado. Con las últimas lluvias han reverdecido los prados, pero ya no se ven apenas vacas, que antes tenían aquí su paraíso. Me he parado a visitar –una cita obligada– el grandioso roble del prado Casas, uno de los árboles más singulares de España, que sigue ahí, impertérrito, en el camino del cementerio, viendo pasar los siglos y las generaciones. Con sus gigantescos brazos abiertos parece interpelar al viajero. Hasta sin hojas, mantiene su magnificencia. Se ha convertido, con la iglesia, en el símbolo vivo de la permanencia y la continuidad del pueblo. ¿Hay motivos para pensar que esta España vaciada pervivirá o revivirá algún día?

Estando en estos pensamientos he leído un informe que habla de «brotes verdes» en el mundo rural. Conviene no entusiasmarse demasiado, pero algo está pasando. En algunas provincias, como Huesca, Teruel, Cuenca y Segovia está aumentando la población en más de la mitad de sus pueblos. En menor proporción el fenómeno ocurre en casi todas las provincias. Lo de Huesca es bastante peculiar. Más que brotes verdes parece un milagro. En los últimos cuatro años han aumentado el 72 por ciento de sus municipios. Hasta esta tierra mía de Soria, símbolo de la despoblación, ha visto crecer en estos últimos años al 37 por ciento de sus pueblos. Un sesudo estudio asegura que 70.000 personas dejarán en los próximos cinco años la metrópoli de Barcelona para irse a vivir al mundo rural. Hay, pues, indicios de que podemos estar ante un cambio de ciclo, aunque es pronto para lanzar las campanas al vuelo.

Entre las razones de esta tendencia positiva se apuntan: el hastío de la vida urbana con la prisa y el ruido crecientes, la búsqueda de la vida tranquila en contacto con la Naturaleza, la revolución tecnológica, el teletrabajo, el precio de la vivienda y la llegada de emigrantes. Con estos sentimientos, me despido del roble centenario, abandono la placidez rural del otoño, y me vuelvo a la ciudad.