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Editorial
Ucrania tendrá paz, pero ni justa ni digna
Si los europeos queremos ser respetados, incluso temidos, debemos ganarnos ese respeto para que prevalezca la democracia y el derecho. Hay lecciones de libertad y vida en el siglo XX que no debemos olvidar
Queremos pensar que la inmensa mayoría de las cancillerías esperaba el movimiento de Donald Trump en el tablero ucraniano de la mano de Vladimir Putin. No se había tomado molestia alguna en ocultar su posición sobre la crisis y cabía esperar un giro de 180 grados en la política de Washington de apoyo a Kiev de Biden. El presidente de Estados Unidos había fijado como prioridad de sus primeras decisiones en política exterior poner fin a la guerra en el este europeo en función de los intereses de su país y de sus votantes. No habló de legalidad internacional ni soberanía ni inviolabilidad de las fronteras. Su conexión personal con Putin y la confluencia de intereses entre dos naciones que han superado el estatus de enemigas ha sido el acelerante de esta involución. Ambos han decidido dar carpetazo al conflicto bélico en una negociación casi ya cerrada sin que Zelenski parezca tener otro papel que el de actor de reparto y con Europea reducida a convidado de piedra. Pete Hegseth, Secretario de Defensa, explicitó sin paños calientes el futuro decidido por la Casa Blanca y el Kremlin y que pasará por el no ingreso de Ucrania en la OTAN, la no injerencia de la Alianza Atlántica ni de las tropas estadounidenses, las fronteras ucranianas no retornarán a las previas a 2014, esto es, Kiev perderá Crimea, el Donbás y en general todos territorios ocupados que Rusia ya reclamaba y será Europa la que deba responder por la estabilidad y la seguridad en la zona. Con este guion, que se impondrá como hechos consumados, resulta incontestable que la paz ofertada se levantará sobre la derrota de una de las partes y no como el fruto de cesiones mutuas, así como que bajo esos acordes este flagrante desacuerdo resultará intolerable. El armisticio que celebran Trump y Putin es sumamente peligroso por variadas razones, especialmente, y más allá de la injusticia y el abuso para la nación agredida y sus ciudadanos, por el precedente que sienta y el nuevo orden que emerge para enterrar el liberal y de derecho que nos había traído hasta aquí, en el que el principio de soberanía era el pilar de la paz compartida. Putin lo interpretará como solo puede hacerlo, como el aval para repetir sus crímenes en otros frentes si la oportunidad o la necesidad lo merece. ¿Quién pondrá freno si gira su mirada hacia las repúblicas bálticas, Finlandia o Polonia ahora que Washington ha bloqueado la OTAN con la suspensión de facto del artículo 5 y su respuesta colectiva al ataque contra un aliado? Las miradas están puestas en Europa. Somos escépticos de que esa conjura de inanidad, soberbia, arrogancia y burocracia pueda estar a la altura por una vez, de pasar de las musas al teatro, de entender con hechos que la libertad no es gratuita, que siempre ha costado sangre, sudor y lágrimas. La UE llega tarde y mal sobre una comunidad aletargada y relativista. Si queremos ser respetados, incluso temidos, debemos ganarnos ese respeto para que prevalezca la democracia y el derecho. Hay lecciones de libertad y vida en el siglo XX que no debemos olvidar.
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