Tribuna

Feminismo machista

La prostitución, el aborto, el borrado del sexo biológico o la pornografía merecen que el feminismo se aclare y no se deje engatusar o llevar o asumir realidades basadas en usar la mujer en beneficio del hombre, haciendo de ese feminismo una marca blanca del más recalcitrante machismo

La European Center for Law and Justice, ECLJ, es una activa y eficaz ONG de inspiración cristiana que actúa ante las instituciones europeas en cuestiones relacionadas con los derechos humanos, y su director recientemente entrevistó a Reem Alsalem, Relatora Especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres y las niñas. Fue a propósito de su visita al Consejo de Europa, organismo que promueve la democracia y los derechos humanos en Europa. Cuenta con un órgano judicial, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y con una Asamblea -no confundir con el Parlamento Europeo- formada por representantes de los Estados.

Según nos cuenta una newsletter de ECLJ, la visita de Reem Alsalem no gustó mucho, en particular al Presidente de la Asamblea, hasta el punto de que, incluso con pasaporte de la ONU, tuvo dificultades para entrar en su sede. ¿Cuál fue la razón?, pues sus críticas hacia la propuesta de resolución que se había debatido y rechazado en octubre en la Asamblea para despenalizar la prostitución en Europa. Actualmente hay división entre los países y en España estamos en un limbo jurídico, no hay unidad entre los partidos, lo que se traduce en no hacer nada.

No era una iniciativa abolicionista -que penaliza la demanda y no a la prostituta- sino, como digo, despenalizadora, basada en la idea de hacer de la prostitución un trabajo como cualquier otro y a quien la ejerce -más del 90% son mujeres- prestadoras de servicios sexuales; es más, algunos dicen que son «clase trabajadora». La propuesta afortunadamente rechazada se basaba en que hay una prostitución voluntaria, sin embargo sus críticos, dentro y fuera de la Asamblea -entre estos, Reem Alsalem-, sostuvieron que eso es «extraordinariamente raro» y denunciaron la propuesta como peligrosa, partidista e ideológica y que lo que se pretendía legalizar era una forma criminal de explotación sexual y trata de personas, algo incompatible con los derechos humanos.

Reem Alsalem ya había sostenido en un informe de la ONU que la prostitución es una forma de esclavitud y apuntó que los autores que llevaron la propuesta al Consejo de Europa habían recabado los pareceres casi exclusivamente de las grandes ONG -incluida Amnistía Internacional-, comités y responsables internacionales a favor de la despenalización total de la prostitución.

Pero ahora me fijo en cómo se ve la prostitución -repito, ejercida abrumadoramente por mujeres- desde el feminismo, y veo que es fuente de contradicciones. No apunto a las contradicciones que llenan de algarabía las redes sociales, sino en las sustanciales, las que están en la base de un feminismo que de ser de igualdad ha ido al de género, y de ahí bascula hacia el wokismo de enfrentamiento con el hombre. Y un último ejemplo de esas contradicciones nos lo ha dado la prostitución y la actitud hacia esa propuesta rechazada. Choca que haya feministas partidarias de su regulación o, quizás «lavado», cuando es una modalidad de esclavitud que sustenta un negocio anclado -entre «empresarios» y clientes- en el más rancio machismo.

Pero hay más paradojas que llevan a un feminismo machista. Ahí está el silencio ante la humillación de la mujer por el islam o la, de siempre, más llamativa, asumida por toda feminista que se precie: el aborto, que ataca a lo más exclusivamente femenino, la maternidad. Se le ha vendido a la mujer como un derecho liberalizador, cuando los beneficiados reales -fuera de la clínicas abortistas- son los hombres, que se desentienden de su paternidad y dejan a la mujer el drama de abortar.

Llamativa es otra paradoja, porque invocando el feminismo se promovió la ley del «sí es sí», en beneficio de un millar largo de agresores sexuales, por cierto, hombres. Se advirtió a sus promotoras de ese resultado, que su ley dejaría desprotegidas a las víctimas al reducir las penas y ¿cómo reaccionaron?, calificando a los jueces de machistas; por cierto, olvidan que la gran mayoría ya son juezas. Y de las autoras de la ley del «sí es sí» vino también la ley trans, que deja al feminismo sin objeto: ¿qué queda del feminismo cuando ya no hay mujeres -ni hombres tampoco- sino opciones sexuales?, ¿lo feminista es borrarlas?

En este mar de paradojas no sorprende que no haya tampoco unanimidad feminista frente a otro negocio hipermachista, la pornografía, cuyo efecto cosificador lo sufren las mujeres. Algunas lo justifican con una fraseología indigesta que identifica pornografía con el placer como un elemento liberador de las mujeres, eso sí, frente al patriarcado cuyos integrantes son, por cierto, su principal consumidor.

La prostitución, el aborto, el borrado del sexo biológico o la pornografía merecen que el feminismo se aclare y no se deje engatusar o llevar o asumir realidades basadas en usar la mujer en beneficio del hombre, haciendo de ese feminismo una marca blanca del más recalcitrante machismo.