El canto del cuco

El reloj de la política

Pedro Sánchez no hará hasta que pasen las elecciones europeas ningún movimiento comprometedor con Puigdemont ni con Junqueras

No hay barranco que detenga el tiempo, dice Cervantes, es más fuerte que la voluntad humana, nunca se detiene. En el curso de la vida corre más deprisa al final, cuando los años pesan. El tiempo vuela entonces. Uno lo sabe por experiencia. Es injusto. Debería sosegarse cuando se encorva la espalda y pesan las piernas y los años. El tiempo es oro y tedio, frustración y esperanza. Se remansa en los cristales rotos de la memoria. Allí se decantan los recuerdos, y se adivina entre la bruma la perspectiva correcta. Ah, ningún tiempo pasado fue mejor ni peor. Depende. Y el tiempo es, desde luego, poder, la medida del triunfo o la derrota. Para el atleta eso se decide en una décima de segundo. Y, en gran medida, la suerte del gobernante depende de acertar con la hora de actuar. Hablo del tiempo político, del mágico reloj de la política.

El sueño del gobernante, su tentación totalitaria, es durar eternamente, que se pare el reloj de la legislatura. Lo comprobamos a diario con el ocupante de La Moncloa. Bracea, en medio del torbellino de la crítica, para mantenerse a flote todo el tiempo posible. Hay que resistir, no importa el coste. Hasta ahora Pedro Sánchez, con algún desfallecimiento, como el reciente desmayo de los cinco días, lo ha conseguido eligiendo bien los tiempos políticos, con audacia y hasta con temeridad. Ha demostrado una gran capacidad táctica, además de una falta de escrúpulos, para sorprender a todos con el calendario y no perder la iniciativa. Convocar elecciones generales el 23 de julio, en el corazón del verano, tras el batacazo socialista de los comicios locales y regionales, y aplazar durante la campaña los pactos con Bildu y demás compañeros de viaje, es la más clara demostración de su extraordinaria habilidad como relojero de la política.

Con estos antecedentes, Pedro Sánchez no hará hasta que pasen las elecciones europeas ningún movimiento comprometedor con Puigdemont ni con Junqueras. Dará tiempo al tiempo. Parará el reloj y mareará la perdiz. Esperará a que la amnistía obtenga luz verde. Y después, como acostumbra, sorprenderá. Su evidente dominio de los tiempos políticos (que tanto se echa de menos en Feijóo) le proporciona una evidente ventaja. Después del éxito en Cataluña, donde cualquier salida obliga a mil equilibrios, el resultado de los comicios europeos puede conducir a elecciones generales en otoño. Tanto si el PP arrasa como si ocurre lo contrario. Hay razones para pensarlo. Empieza a ser mi apuesta, aunque con Sánchez nunca se sabe. Tiempo al tiempo.