El buen salvaje
¿Puede el PSOE expulsar al que se va de prostitutas?
Patxi López está a punto de formar un Ejército de Salvación para ir de burdel en burdel y recuperar las almas de los socialistas pecadores
La moral política se va volviendo más estrecha, de manera que un borrón tibio en el expediente se convierte en un tórrido ademán de reproches. El catolicismo al menos nos da la opción del arrepentimiento y de la redención, pero hemos apartado el cáliz de nuestra tradición romana para abrazar un calvinismo de Bergman como de «Fanny y Alexander», o de Dreyer, muy plástico pero muy cabrón para llevarlo sobre las espaldas de lunes a viernes porque nos cuelga la letra escarlata cuando uno tal vez preferiría que los ojos ajenos no se metan entre las sábanas o, ya puestos, arder en una hoguera purificadora. Ese calvinismo «woke», al que la izquierda se ha adherido a sabiendas de que será su tumba, nos lleva a preguntarnos cosas que hace un tiempo no se nos ocurriría.
Dos legislaturas atrás nadie se atrevería a poner en entredicho a un presidente del Gobierno, o a un candidato a concejal, por el hecho de que tuviera una amante. Nadie entraba en las alcobas. Ni Alfonso Guerra ni Felipe González, ni Álvarez Cascos dieron una rueda de prensa. Se informó del chisme. Punto.
Hoy, Patxi López está a punto de formar un Ejército de Salvación para ir de burdel en burdel y recuperar las almas de los socialistas pecadores. El nuevo izquierdismo es una religión que no admite agnósticos. El buen progresista no puede irse de putas, pero tampoco tira colillas al suelo, deja de reciclar por colores o emborracharse tanto que le retiren el carné. Si ya se es comunista, el sujeto, o sujeta, sujétame el cubata, tampoco consume mucha carne y trata a su perro mejor que a su padre.
El mayor pecado de Tito Berni no es irse de putas, si acaso un pecado estético porque debería estar prohibido mostrar al personaje en calzoncillos por lo cerca que nos deja del vómito, dios. Hasta el día de hoy no está penado yacer con una meretriz o con un chulo de cinco letras. El pecado de Tito, un fulano en un cuerpo no normativo, es ser corrupto además de hipócrita.
Lo que me pregunto, al cabo, es si un partido político, en este caso el PSOE, puede prohibir a sus representantes hacer en su vida privada lo que ellos dicen que no les gusta en público. Si entre las nuevas normas para los afiliados entrará ducharse con agua fría, apagar las luces o no deslocalizarse en Holanda. Las direcciones socialistas, a lo que voy, se han convertido en un cónclave de frailes que parece que jamás han visto el póster de una tía (o de un tío) en pelotas. Por eso no sé si Patxi expulsará del partido al que roba o al que pilla en un puticlub.