Letras líquidas
El porcentaje vasco
Hoy, el día de resaca electoral, es un buen momento para analizar la aparente paradoja entre el auge de las formaciones nacionalistas y el retroceso del fervor separatista
Se recurre con mucha frecuencia a la imagen de las dos Españas. En un país tan intenso y vehemente, con una historia jalonada de fracturas y tensiones a dos, cualquier elemento activa la dicotomía existencial que nos define, y uno de los que con más intensidad lo hace es el de los nacionalismos, que dibujan dos Españas, una más centrada en un proyecto común de país y otra aferrada a planes propios, con alcance territorial delimitado. Si atendemos al criterio de la RAE para explicarnos el fenómeno del nacionalismo encontramos que fluctúa entre el «sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia» de la primera acepción y la «ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado» de la segunda. Y entre ambas definiciones va un abismo: el que separa el ámbito teórico-sentimental, que pertenece al espacio de la emoción, más personal e íntimo, de la materialización de un deseo de separación que derive y se concrete en un cambio real de estructura política.
Con la resaca del siglo XX, el nacionalismo en España tiene carácter periférico: allí ha crecido y allí se ha consolidado. Los resultados de las elecciones vascas de ayer no pueden ser más esclarecedores de la robustez de esa corriente patriótica. Nunca antes había sido tan elevado el porcentaje de apoyo a propuestas nacionalistas. Las urnas configuran el parlamento más específicamente vasco de todas las décadas de democracia: PNV y Bildu suman 54 de los 75 escaños, el 72 por ciento. Y contrasta ese apoyo mayoritario a opciones propias, dejando a los partidos de ámbito nacional en una llamativa minoría, con los datos que arroja periódicamente la sociología que nos enseñan los barómetros y que sitúa el apoyo a la independencia en mínimos históricos: apenas el 22 por ciento la apoyaría, según el último Sociómetro del Gobierno vasco del mes pasado (aunque quienes la defenderían «según las circunstancias» asciende al 33 por ciento).
Tanto PNV como Bildu llevan en sus programas el avance en el «reconocimiento nacional de Euskadi», efectivamente, pero no como una exigencia inmediata. Más bien «un sí, pero todavía no». Hoy, el día de resaca electoral, es un buen momento para analizar la aparente paradoja entre el auge de las formaciones nacionalistas y el retroceso del fervor separatista que, quizá, podría explicarse recurriendo a la RAE y a esa distancia que va del sentimiento a la acción. Y ahí se instala la duda de si el porcentaje PNV-Bildu refleja un mero deseo o la aspiración larvada que aguarda la coyuntura para activarse porque entonces, a lo mejor, a la otra España, la no nacionalista, se le hiela el corazón.
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