El buen salvaje

La parte del cerdo que es Josu Ternera

Una entrevista, en fin, a Josu Ternera es escupir a las víctimas. Violarlas de nuevo, como diciendo, «¿a que te gusta putita?»

Si me dijeran que puedo entrevistar a Hitler, en caso de que Hitler viviera, iría a la cita sin dudar un nanosegundo en el metaverso. No sé si Évole se ha tomado la entrevista a Josu Ternera para Netflix de la misma forma: esa exclusiva que un periodista no puede dejar pasar. Me temo que no, pero Évole me interesa poco aunque sea protagonista de esta historia de terror que pretende ser olvidada.

Évole no entrevistaría, creo, a uno de los de la Manada. No les preguntaría «¿Os lo pasasteis bien, cabrones, mientras vuestra víctima sollozaba y la empotrabais en un calle de Pamplona?» Porque los de la Manada son cerdos sin más pero Ternera es un cerdo pata negra que hay que hacer blanca: «¿Oye Josu, cuando te ibas a la cama después de ordenar matar a unos niños por ser hijos de guardia civiles pegabas un gatillazo o el amor te desbordaba?». ¿Le preguntaste algo así? o más bien el clásico «¿Te arrepientes de lo que hiciste?», o sea, un básico. Los hijos de guardia civiles eran una diana solo por ser hijos de quienes eran. ETA ejerciendo violencia vicaria. Cerdos terneros. ¿Eso no encabrona al feminismo, al buenismo, a su puta madre por si acaso?

Dejemos a Évole, allá él y su conciencia, y vamos a Ternera, al trozo de cerdo que puede ser Ternera, lomo en manteca, el ex jefe de ETA, la banda que asesinó a unas ochocientas personas, que se sepa. Hay más de trescientos casos sin resolver, de los que no se sabe quién apretó el gatillo. Entre ellos, alguno de los que quieren acercar al País Vasco porque, pobres, tuvieron un mal día, y eso que no iban borrachos o puestos de alguna droga como los de la Manada. Violar es mucho peor que matar por lo visto. No lo digo en cuanto a jerarquía. Yo, pero yo es yo, preferiría que me mataran a que me violaran. Esos hijos de puta no se rehabilitan nunca pero los terroristas, por lo que se ve, sí, aunque no se arrepientan. Los etarras ponían coches bomba, que sería como tocar el pezón de una biografía, pero a ellos les espera el perdón y la misericordia.

Una entrevista a Josu Ternera, el hombre que no agacha la cabeza, el que no informa sobre todos los muertos de los que nada se sabe, es poner en la ventana una tarta de cerezas a la espera de que se enfríe y pase a estar bestialmente buena, como en esas películas americanas cursis. Es endulzar a ETA, la banda que fue un excremento y hoy es un cruasán de semillas, o la copa de cava del «brunch». Una entrevista, en fin, a Josu Ternera es escupir a las víctimas. Violarlas de nuevo, como diciendo, «¿a que te gusta putita?»