El buen salvaje
Las mujeres florero estaban en Podemos
Sabían de los mojones que dejaban sus caballeros andantes y se ofrecieron a limpiarlos porque así mantenían la fortaleza dispuesta
Parecía que eran las protagonistas; de hecho, en los carteles aparecen sus nombres con grafía destacada. Irene Montero, Ione Belarra, Yolanda Díaz, Ángela Rodríguez Pam... Lo mismo que en las películas que en su momento interpretaban María José Cantudo o Bárbara Rey. Las actrices hacían muy bien su trabajo, que consistía en hacerse notar, fundamentalmente en lo anatómico, para atraer al público, excelentes mujeres florero a las que ahora se las considera feministas «avant la lettre» porque posaron sin sujetador y hasta sin nada de nada mientras sus «partenaires» se las daban de muy machotes y hacían chistes eróticos de doble sentido con los que España se reía hasta en pelotas. Por ello, las mencionadas, y otras chicas como Jenny Llada, Norma Duval y hasta Mar Flores, soportaron el sambenito de mujeres florero del que no se recuperaron aunque las dirigiera Berlanga o Bardem.
Hete aquí que, una vez desaparecida la figura de la chica a la que la cámara enfocaba solo por llevar minifalda, nos topamos con una ramificación de aquella especie entre las políticas de la ultraizquierda. Otras mujeres florero que deben lealtad a sus machos. Por ellos son capaces de guardar silencio y tapar sus «trastadas», trasuntas de una feminidad que odian en público y cultivan en privado. Mientras nos vendían cursos para superar el machismo que llevamos dentro y no nos deja vivir como es debido; mientras pronunciaban sermones dignos de un Bergman ebrio (por algo han estudiado y asistido a algún cine club) o del Harry Powell de «La noche del cazador» que en una mano se tatuó «Amor» y en la otra «Odio»; mientras asustaban a los niños y a las niñas con cuentos de terror y animaban como alcahuetas al tránsito sexual; mientras ejercían la hipocresía de manifestarse cada 8 de marzo solo con las mujeres que ellas escogían, dejaban que los machirulos de su corte empotraran contra la pared a jovencitas o que contaran sus hazañas sexuales en las clases de la universidad. Ahí está Monedero, enseñando la hucha a poco que se agache.
Uno de los daños colaterales del baboseo y el hecho de empalmar subordinadas subidas de tono es en el mal lugar que estas mujeres florero de Podemos y Sumar dejan al resto de mujeres a las que dicen defender y representar. Sabían de los mojones que dejaban sus caballeros andantes y se ofrecieron a limpiarlos porque así mantenían la fortaleza dispuesta. Hasta Wilma Picapiedra y Betty Mármol eran más duras con sus maridos. Pedro y Pablo: calentad que os toca salir.