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Pilotos de combate
Las "Top Gun": rompiendo la barrera del sonido y de cristal
Seis pilotos de caza en activo hablan con LA RAZÓN y aseguran que «debajo de la máscara y el casco no hay diferencia»
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El rugido de sus motores es el eco indomable de seis mujeres que han roto las barreras del sonido y también las de cristal. Son las Top Gun del Ejército del Aire, quienes decidieron que el cielo no tenía dueño y lo convirtieron en su territorio de combate. Desde tierra miraron hacia arriba, desafiando las alturas y desde sus casas escucharon una misma palabra: «Adelante». En la cabina de un caza, no hay hombres ni mujeres, solo pilotos forjados en fuego, velocidad y precisión. Ellas han conquistado el único campo de batalla donde la gravedad intenta doblegarles a cada segundo. Porque antes de tocar el cielo, han sentido el peso de la fuerza G, ese muro invisible que aprieta el cuerpo como si la misma atmósfera intentara expulsarlas de la cabina y han entrenado para resistir hasta nueve veces su propio peso sin perder la conciencia. Se han alzado hasta la élite de la aviación de combate con la filosofía de que «si quieres, puedes», «como entrenes, combatirás», sabiendo que la vigilancia nunca cesa –«Mars Vigila»–. Para ellas, «no hay razón para quedarse en tierra cuando el cielo es el límite».
De niñas ya soñaban con ser «guerreras». La comandante Fátima Carretón recuerda que quería conseguir su independencia «lo más joven posible, algo que mis padres siempre me inculcaron». Fue en la academia cuando el ser piloto de caza le pareció «un reto y un orgullo personal poder conseguirlo». Allí estaban los mejores de cada promoción y ella quería ser uno de ellos. La comandante Rosa García-Malea siempre quiso ser piloto de combate. «No necesité que nadie me lo dijera».
Con 12 años, la capitán Nuria Moral les dijo a sus padres que sería ingeniera aeronáutica y piloto de caza. «En mi tercer año de carrera, un profesor nos llevó a visitar la Base Aérea de Morón. Al ver los aviones de combate, decidí que cumpliría también mi segundo sueño». ¿Y qué le dijeron en casa?: «Adelante».
El apoyo familiar ha sido incondicional en la trayectoria de estas pilotos. «En casa siempre me han apoyado e incluso han visto en mí más capacidades y cualidades de las que yo misma percibía», apunta Carretón. Lo mismo le ocurrió a García-Malea sus padres lo trataron con la misma «naturalidad» que cualquier otra profesión. «Mi abuelo era el único que me dejó caer que no le hacía gracia que entrara en el Ejército».
En otros casos la vocación de mirar al cielo vino por tradición familiar. El padre de la comandante Natalia Sanjuán fue suboficial del Ejército del Aire, pero ella asegura que «la inspiración total nació de forma natural, la primera vez que vi volar un avión de combate» y cuando estaba en bachillerato y comunicó su decisión «me animaron a ello». «Imagino que, sobre todo, a mi padre le hizo muy feliz». «Me dijo que, si él hubiese podido elegir en su momento, habría luchado por ser piloto de combate». La vocación de la teniente Elena Gutiérrez nació de la «gran admiración» que sentía por su padre, también piloto de F-18. «Ver los valores que nos inculcaba a mi hermano pequeño y a mí hizo que desarrollara un interés especial por la profesión». El padre de la teniente Yaiza Galindo también es piloto de caza, y «desde muy pequeña me llevaba a ver los aviones», aunque en su casa querían que la decisión fuera de ella. «Sé que están orgullosos de mí».
Guardianas del cielo de España, protegen su soberanía desde las alturas, con la responsabilidad de velar por nuestra seguridad y lo hacen con «orgullo». «Somos parte del engranaje que defiende nuestros derechos y libertades. Hace que la España que hoy disfrutamos sea donde mis hijos tengan un futuro libre y seguro», apunta Carretón. «Para el que vuela en misión de policía área» la protección del cielo significa «poder y seguridad», dice Moral. Es «salvaguardar la seguridad y la soberanía de mi país desde lo más alto», precisa Galindo. Y para Sanjuán «lo es todo. Nuestra principal razón de ser y por la que trabajamos 24/7».
Para ello aseguran que no han renunciado a «nada», o casi. «Mis elecciones han sido tomadas sabiendo que a veces no se puede tener todo», dice Carretón. García-Malea confiesa que «si no hubiera sido piloto probablemente habría intentado tener hijos más joven». Sanjuán «sí ha demorado» algunos aspectos de su vida personal y Gutiérrez o Galindo, por ahora no renunciaron a «grandes cosas». «Es parte del compromiso» elegido. Pero la vida militar implica de forma inherente «renuncias», aunque ofrece «el valor de servir, amigos incondicionales y ser piloto de caza», dice Moral.
En las alturas, con ellas al frente, no hay lugar para los «demonios» o al menos no han encontrado muchos por ahí arriba. «Al contrario, creo que en el cielo pueden estar los ángeles, las buenas personas que cuidan de nosotros y nunca nos abandonarán», entre ellos, recuerda Moral, al teniente coronel Pablo Estrada que falleció el 4 de octubre en su F-18, "un ejemplo a seguir no solo como piloto de combate, sino como militar, padre, amigo o compañero". «El mayor demonio es no aceptar los errores para aprender de ellos», precisa Carretón.
Perseverancia, disciplina, autoexigencia, control de estrés, resiliencia… El valor de la preparación, «tener los pies en la tierra», ver la grandeza o la insignificancia del ser humano o cómo el tiempo pasa «muy deprisa» son algunas de las cosas que las seis pilotos de combate han aprendido de las alturas. Sin embargo, no han sentido que tuvieran que derribar ningún obstáculo diferente al resto. «Debajo de la máscara y el casco no hay diferencia», dice Gutiérrez. Reconocen que durante la academia hubo "momentos difíciles" como las pruebas físicas, asignaturas complicadas, vuelos pero todos ellos se superaban con entrenamiento, estudio y constancia, subraya García-Malea. Galindo apunta. "No creo haber encontrado ningún obstáculo diferente al que encontraron mis compañeros hombres para llegar donde estoy". «Todos nos enfrentamos igual a la instrucción», precisan las pilotos aunque reconocen que los destacamentos, las misiones y las alarmas son exigentes para formar una familia y es «ineludible» el parón al quedarse embarazadas. Unas diferencias biológicas que no impiden alcanzar los mismos objetivos y desarrollar una carrera exitosa.
Entre los desafíos que han tenido que afrontar, ninguno ha sido lo bastante alto, veloz o implacable para detenerlas. "El mayor ha sido estar a la altura del Escuadrón teniendo que hacer ciertos parones cuando quieres ser madre" porque, confiesa Carretón, "los primeros meses de vida de tu hijo afectan a tu rendimiento y tienes que ponerte al día lo antes posible" ya que que los escuadrones evolucionan rápido y "si eres autoexigente puedes meterte cierta presión para estar a la altura lo antes posible". Para Moral el vuelo de un avión de caza "es siempre un reto extraordinario" porque cuando un piloto se sube a su cabina y se ata en un asiento eyectable para una misión de combate "afronta el momento como un desafío al que se debe llegar totalmente preparado. Cada avión que he volado desde la Academia hasta ahora, parecía un desafío aún mayor que el anterior". Para García-Malea el mayor desafío ha sido "seguir volando después de despedir a familiares, compañeros, amigos que han fallecido en un accidente aéreo". Sanjuán recuerda la participación en la operación "Unified Protector" (Libia) ya que "acababa de superar el plan de adiestramiento para ser líder de misión de dos aviones y fui desplegada para ejercer como tal, asumiendo la gran responsabilidad que eso suponía". Gutiérrez advierte de que "nunca te puedes relajar" porque es casi imposible que un vuelo salga exactamente como se ha planeado. "En nuestra profesión las misiones son muy complejas, las condiciones muy cambiantes y el nivel de responsabilidad aumenta muy rápidamente". Galindo advierte de que ser piloto de caza requiere una enorme "disciplina, organización y capacidad de mantener el enfoque incluso bajo presión" por lo que "es fundamental aprender a gestionar tanto el tiempo como las emociones" y aunque los errores son inevitables "he aprendido a verlos como oportunidades de crecimiento".
Todas ellas instan a otras mujeres a seguir volando. «Que no se pongan límites».
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