El trípode

El ministro de movilidad con un coche sin gasolina

Al ministro de Transportes y Movilidad de Sánchez no le preocupa que el coche gubernamental no tenga gasolina y sea «un objeto inútil»

Ante la situación límite en la que se encuentra el monstruo Frankenstein en el que ha convertido Sánchez al gobierno de España, su persona ha decidido irse por lejanas tierras para no tener que rendir cuentas de su gestión política ni ante las Cortes ni ante los medios. Tras sus giras para promover, primero, al Estado de Palestina por Europa y, después, por el West Sahel para hacer frente al colapso migratorio en Canarias, culminadas ambas con un éxito descriptible, ahora se va a Nueva York a la Asamblea General de la ONU. Es así ya que necesita tener la agenda cubierta en el exterior, al no tener agenda alguna en España con su gobierno cual «un coche sin gasolina y convertido en un objeto inútil» (la persona Sánchez no presidencial, dixit) y tampoco poder siquiera salir a la calle con un Lamborghini, un Maserati, o sin un dispositivo protector que le aleje de la ciudadanía.

Ante el portazo de Puigdemont a su embajador plenipotenciario para la ocasión, Santos Cerdán, su guion oficial del día ya lo han replicado sus portavoces habituales, destacando entre ellos su primer Óscar, el ministro de Transportes y Movilidad, para quien volver a no tener Presupuestos «no sería ningún drama para esta legislatura». Como ven, al ministro de Transportes y Movilidad de Sánchez no le preocupa que el coche gubernamental no tenga gasolina y sea «un objeto inútil» como antes de cambiar de opinión había afirmado su jefe acusando de esa forma al gobierno de Rajoy antes de que aprobara los Presupuestos. Aunque también cabría decir que siendo el responsable de los transportes y la movilidad gubernamental, debería preocuparle cuando menos que el Gobierno no pueda ni moverse. Si bien Puente ha dicho que «no sería un drama para esta legislatura», que quizás es una sutil manera de reconocer que siendo una legislatura ya muerta, no tener gasolina «no es ningún drama». Mejor tomárselo con un cierto sentido del humor–aunque el sujeto sea algo tan serio como la gobernación de España– pero es necesario de vez en cuando para no caer en una melancólica depresión y tristeza, ante la impotencia que provoca comprobar en qué manos se encuentra España. El monstruo Frankenstein es incapaz de gobernar nada, pero mantiene a su cabeza en La Moncloa lo que sin duda es muy del agrado de quienes le mantienen ahí, al servicio de un proyecto disgregador de España. La esperanza (cristiana) es una virtud teologal que nunca debe perderse, a diferencia del optimismo (laico), que ante esto brilla por su ausencia. Esperemos y trabajemos con humor, porque «no hay mal que cien años dure».