Sin Perdón
Marta Rovira, entre lo ridículo y lo grotesco
«La división entre los independentistas es la mejor noticia que podíamos tener los catalanes que defendemos la Constitución»
Una de las cosas que más me divierten estos días es el ridículo estrepitoso que está protagonizando la exiliada catalana más esnob. Tras varios años viendo a cuerpo de reina en Suiza regresó a Cataluña como si fuera nuestra pintoresca Juana de Arco. A los catalanes nos gustan las cosas excéntricas. Por supuesto, ERC estuvo sufragando su doloroso exilio en el paraíso de los millonarios del mundo. He tenido compañeros profesores que han tenido que ir a investigar, tienen archivos muy interesantes sobre la Historia de España, y son testigos de excepción de lo cara que es la vida allí. Marta Rovira llegó a Barcelona dispuesta a tomar las riendas de su partido, llevar adelante las negociaciones y, sobre todo, acabar con su «padre» político. La obsesión por liquidar a Junqueras la convierte en una sanchista perfecta. No desmerecería en la corte que rodea a Sánchez donde el mérito más relevante es haberlo traicionado. Uno de los éxitos de Rovira es haber sido la colaboradora necesaria para que Salvador Illa sea presidente de la Generalitat a cambio de nada.
El aparato de ERC, en su camino hacia la irrelevancia, ha elegido a un ilustre desconocido para disputarle la presidencia del partido a Junqueras. Con la tenacidad que le caracteriza, algo lógico porque es un historiador que se dedicaba a trabajar en los archivos, el antiguo líder independentista está recorriendo los pueblos para conseguir el apoyo de los militantes. En cambio, Rovira ha preferido tirar la piedra y esconder la mano. Tras lograr que Illa sea presidente y regrese la normalidad institucional en las relaciones con la Corona y el resto de España, la todavía secretaria general debe descontar los días que le quedan para volver a Suiza y ejercer su patriotismo independentista entre los millonarios helvéticos y de otros países del mundo. La división entre los independentistas es la mejor noticia que podíamos tener los catalanes que defendemos la Constitución. Es el punto final de esa absurda unidad de acción que ha dado paso a ver la bandera de España y a Illa cumpliendo su papel institucional visitando a Felipe VI o recibiéndole con el respeto que merece. Hay que felicitar a Rovira por hacer el ridículo y culminar su carrera de una forma tan grotesca.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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