Los puntos sobre las íes
Lula, ladrón y Putinejo
Se ha posicionado claramente del lado de Adolf Putin
Luiz Inácio Lula da Silva es uno de esos mitos proverbiales de la izquierda mundial y no digamos ya de la patria sin que uno sepa muy bien por qué. Aunque en el caso de grupos como Prisa se entiende perfectamente, ya que poseen intereses editoriales en Brasil que salen adelante gracias al riego de dinero público. Nada, por cierto, que no suceda en nuestro país, donde Prisa sigue existiendo porque Soraya y Sánchez han querido. En un país normal, el grupo estaría cerrado y no precisamente por orden gubernamental sino por quiebra técnica. Aquí, no, aquí mal que bien siguen adelante haciendo el mal y naturalmente con cargo a nuestros impuestos. Perdón por la digresión pero es que lo de los meacolonias de Prisa lo llevo entre mal y peor porque es impresentable en términos de higiene democrática. Volviendo a Lula he de decir que me ha provocado vómitos morales contemplar el entusiasmo con que lo ha recibido la izquierda patria esta semana. Olvidando que es un tipo con las mismas sombras éticas y democráticas que cualquiera de los presidentes comunistas que ahora son moneda de uso corriente en esa Iberoamérica controlada por los demócratas Xi Jinping y Putin. Las loas de los socialcomunistas españoles, que dan lecciones de democracia 24/7, provocaban vergüenza ajena. Entre otras razones porque, para empezar, el presidente de la más rica y extensa nación sudamericana es un indisimulado fan de Putin, un Putinejo que diría el gran Federico. Algún opinador de la izquierda se ha atrevido a cuestionar su catadura moral, censurando su equidistancia. Equidistancia que no es tal porque él se ha posicionado claramente del lado de Adolf Putin. ¿O cómo carajo calificarían a un sujeto que ha instado a los EEUU a que «dejen de enviar armas a Ucrania»? ¿Qué quiere, que el émulo de Hitler continúe con su limpieza étnica en el país centroeuropeo? ¿Qué anhela, desarmar a Volodimir Zelenski para que el hijo de perra del Kremlin asesine más niños, más civiles y para que prosiga su diabólica dinámica de robar territorio ajeno? Por cierto, uno de los que está participando en esta maravillosa tarea de ayudar a los ucranios a defenderse es un Pedro Sánchez que rectificó a tiempo esa chorrada de regalar a Ucrania simple ¡¡¡material antidisturbios!!! para no cabrear a sus socios podemitas, entusiastas a sueldo del tirano. El anfitrión estuvo francamente bien en la conferencia de prensa en Moncloa cuando, ante las barbas de un incómodo invitado, afirmó textualmente que «Putin es el agresor y Ucrania el agredido que lucha por su libertad». El líder del Partido de los Trabajadores le replicó planteando por enésima vez que la solución pasa por que Putin se quede con «las zonas rusas {sic}» de Ucrania, vamos, que se premie la invasión de otro país y el exterminio de población civil. Un asco peor aún que la política del apaciguamiento y la «paz de nuestro tiempo» de Chamberlain y Daladier con Hitler. No podíamos esperar menos de un individuo cuya catadura moral se halla en el subsuelo. Hay que recordar que el pernambucano es un corrupto condenado en tres instancias judiciales diferentes tras una procelosa investigación de ese gran juez que es Sergio Moro: las redes Odebrecht y Lava Jato le sobornaron con un tríplex en Sao Paulo y una finca. El politizado hasta la náusea Tribunal Supremo, controlado obviamente por la izquierda, le indultó por «defectos de forma». El típico tercermundismo judicial. En fin, ésta es la basura moral a la que nuestra inempeorable izquierda ha recibido cual Jesucristo redivivo y no como el ladrón y Putinejo que es.
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