Parresía

Amistades peligrosas

Desde Europa, observamos la contienda comercial entre Estados Unidos y China como si fuera un partido de tenis, sin implicarnos

Apuramos una semana más en la que Donald Trump sigue siendo el epicentro de la atención mundial. Todo lo que decida, diga o haga en sus primeros días en La Casa Blanca tiene eco y consecuencias.

No pasó desapercibida su reacción contrariada ante el nuevo modelo de inteligencia artificial china DeepSeek –capaz de lograr lo mismo que sus competidores estadounidenses por muchísimo menos dinero– o la deportación prometida de miles de inmigrantes en situación ilegal, o la reconversión de ese agujero que es Guantánamo en un gran centro de detención de aquellos que hayan cometido delitos, entre otras controversias.

Solo el reciente accidente aéreo de Washington ha opacado, por unas horas, su protagonismo. En todo caso, Trump no ha tardado en salir a culpar públicamente a los demócratas, por contratar a controladores aéreos tan «diversos» y, a su juicio, tan poco inteligentes. Imagino que asunto –atacar a Biden y compañía por cualquier cosa– le funciona internamente.

Desde Europa, observamos la contienda comercial entre Estados Unidos y China como si fuera un partido de tenis, sin implicarnos. Nos preocupamos por ser los primeros en regular esto de la inteligencia artificial pero –más allá de eso– no pintamos nada. Y menos nosotros, los españoles.

A Trump no le duele Europa. Y si tiene que arrimarse a políticos europeos, se decanta por los de la ultraderecha, cada vez más presentes en las instituciones y Gobiernos del viejo continente. A hilo de estas amistades peligrosas, llama la atención lo que sucede estos días en Alemania. La mismísima Merkel ha salido de su retiro para criticar al actual líder de su partido, que ha decidido romper el cordón sanitario a la ultraderecha AfD. Incluso un superviviente del Holocausto nazi, de 99 años, va a devolver al Estado alemán su Orden del Mérito, en protesta por la votación de este miércoles en el Bundestag, en la que salió adelante una iniciativa gracias al apoyo de la extrema derecha.

¿Qué ocurrirá aquí en España, a medio plazo? ¿Veremos un Gobierno nacional, de coalición, entre PP y VOX? De momento, parece que habrá Pedro Sánchez para rato. El presidente volvió a ceder ante las exigencias de Junts y vimos cómo, desde La Moncloa, él mismo salía ante las cámaras para anunciarnos el recorte de su decreto ómnibus –al gusto de Puigdemont– y la próxima tramitación, en el Congreso, de la cuestión de confianza que reclamaba con tanta insistencia el independentista fugado. Sánchez seguirá cediendo progresivamente. Queda claro que otorgará lo que sea necesario para sacar adelante los presupuestos. ¿Se atreverá su Gobierno a cederle a Cataluña la competencia en inmigración? Si eso sucediera, en las próximas generales no será descabellado ver a Abascal compartiendo Ejecutivo con el PP. Feijóo tendrá dos problemas entonces: a su izquierda y a su extrema derecha.