Insensateces
Yo, Leonor
Altibajos iba perfecta, siempre con ese mentón que podría perfectamente cortar un jamón entero en chullas pero, Paquita le copió el color del vestido y casi hiperventilamos las dos
Las ganas que tenía de quitarme de en medio. Con lo a gusto que estoy yo en mi cuartel, con mi cadete Reynoso llamándome guapa, con mi rancho, mis dominadas y el verde militar que me sienta que te mueres. Y eso que en la jura del otro día iba de parar el tráfico con el traje blanco. Debe ser que la estilista ha caído en la cuenta de que ya estaba bien de ese look que me pone siempre que parezco Mildred Roper, que me calzan unos vestidos que soy un plafón. Pero yo, el otro día, iba monísima, pero monísima.
NuestrohijoFelipe estaba con la baba hasta el zapato. Y Altibajos pues estaba en su esencia, muy de altibajos. Apareció en el acto con una cara de acelga que mataba marcianos con los ojos y así estuvo todo el día. Y en la merienda cena de por la tarde era Hellraiser. Menos mal que, en el almuerzo le tocó al lado de Perro Sanxe y estuvo entretenida. Que, por cierto, a ver si el sastre le acierta a Perro con el pantalón, porque le hacía en lo que viene siendo la zona ecuatorial un poquito de tienda de campaña.
Altibajos iba perfecta, siempre con ese mentón que podría perfectamente cortar un jamón entero en chullas pero, Paquita le copió el color del vestido y casi hiperventilamos las dos. Así que, entre que vino mala, que había pasado una noche revuelta, que Paquita le quiso hacer la puñeta con el tono del atuendo y lo que nos esperaba en la merienda cena, estaba la pobre con el carácter de un schnauzer enano. Gracias a mi gracejo natural (¿?) logré sacarle una sonrisa cuando probé el champán por primera vez (¿?) en el brindis. Mojarme los labios nada más.
Y luego, pues a la trinchera de por la noche con la familia, que aquello fue ya de pegarse chocazos contra una columna. Nos podrían haber dado a todos el Premio Max porque hicimos todos un teatrito fino filipino. Menos mal que vino el primo Pipe, que le da igual ocho que ochenta y ocho y eso lo anima todo siempre.
En fin, que Alabado sea el Señor en su infinita misericordia. Pa Zaragoza, que me esperan las sentadillas.
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