Escrito en la pared
El informe PISA y el capital humano
España carece de una élite educativa suficientemente amplia como para compensar, en el promedio, las deficiencias que se observan en el grueso de la distribución de las notas que logran los alumnos
En el curso del último medio siglo se ha asistido en España a una mejora indudable del capital humano, basada principalmente en la extensión de la educación gracias a un esfuerzo importante de asignación de recursos a esta finalidad, desde la enseñanza primaria hasta los estudios universitarios. Sin embargo, medido ese capital por los años de escolaridad de la población, se puede constatar que, en términos comparativos internacionales, aún queda mucho camino por recorrer, pues apenas hemos llegado al promedio que tenían los países de la OCDE hace veinte años.
Pero en el capital humano no solo cuentan los años pasados en la escuela, sino también la calidad y el nivel de los conocimientos adquiridos en ella. Y en esto, también los resultados que se obtienen revelan la posición mediocre de España. Esta semana se han difundido los del último informe PISA, referido a los estudiantes de quince años de edad, que señalan una reducción generalizada de las puntuaciones alcanzadas por los escolares con respecto al año 2015, tanto en lectura como en matemáticas y ciencias. Es verdad que eso mismo ha ocurrido en el promedio de los países europeos y de la OCDE, pero tal coincidencia no puede servir de justificación para disimular el importante problema que tenemos en nuestro país con la calidad educativa. Simple y llanamente, llueve sobre mojado, pues las evaluaciones internacionales realizadas para otras edades, desde la infancia hasta la madurez, apuntan todas en la misma dirección: España carece de una élite educativa suficientemente amplia como para compensar, en el promedio, las deficiencias que se observan en el grueso de la distribución de las notas que logran los alumnos. Parece que nuestro sistema educativo ha renunciado a formar a los jóvenes mejor dotados para el estudio y el aprendizaje, en favor de un cultivo generalizado de la medianía. Algunos, sobre todo en la izquierda, confunden esto con la igualdad, pues sostienen que ésta tiene que hacer referencia esencialmente al resultado educativo –o sea, la emisión de un título– y no a la oferta de idénticas oportunidades a todos los que, en cada nivel, son capaces de alcanzar el máximo conocimiento. El capital humano se resiente con esto y el país también.
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