El trípode
La «excomunión política» de Vox
La sorpresiva retirada (¿temporal?) de la política del portavoz parlamentario de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, ha reavivado el debate acerca de la presunta «desaparición» de dicho partido
La sorpresiva retirada (¿temporal?) de la política del portavoz parlamentario de Vox en el Congreso, Ivan Espinosa de los Monteros, –a la que se añade la de quien le sigue en la candidatura por Madrid y que ha renunciado a recoger el acta de Diputado– ha reavivado el debate acerca de la presunta «desaparición» de dicho partido. Debate en el que medios, opinadores, adversarios y competidores políticos –a un lado y otro del espectro– están instalados desde hace tiempo confundiendo no pocos de ellos, y en no pocas ocasiones, sus deseos (de desaparición), con la realidad. Desde luego es muy de lamentar la pérdida de cualificados profesionales como el mencionado Espinosa de los Monteros, como anteriormente la de Macarena Olona –al margen del incomprensible itinerario que siguió después– a los que se les añade ahora el del candidato y médico Juan Luis Steegmann, conocido por ser un comprometido defensor de las vacunas anti covid (es decir claro opositor a los descalificados como «negacionistas»). Estas pérdidas representan una evidente descapitalización humana del partido, al tratarse de personas de una calidad y nivel que por desgracia no abundan en nuestro actual establishment político. Y es cierto que un partido se asienta sobre las ideas, proyectos, convicciones y principios que conforman su programa, pero esto no implica minusvalorar la importancia que tienen las personas que lo encarnan, lo representan y lideran, que por supuesto influyen y mucho en los resultados obtenidos en las elecciones, aunque sean instrumentales respecto del ideario del proyecto. De hecho, es preciso conseguir una adecuada identificación entre los principios y convicciones de los candidatos con los propios de aquellos a quienes aspiran representar trabajando por el bien común, y para lo que piden su confianza mediante el voto. Dejando constancia expresa de todo ello, la razón fundamental de la demonización permanente de dicha formación no es personal ni debida a otros errores que obviamente existen, sino que responde a otra realidad sin la cual el diagnóstico y análisis de la situación resulta erróneo. Esa realidad la describió de manera tan lúcida como magistral Benedicto XVI, una de las mentes dotada de mayor sabiduría y conocimiento de la verdad sobre el hombre –«varón y mujer los creó»–, cuando definió la «dictadura del relativismo» en el que está instalado el Occidente otrora cristiano. Describió el dogma de esa nueva religión laica, al que bautizó como el «credo del anticristo», integrado por el aborto, la eutanasia y la ideología de género, vaticinando que serían «excomulgados» de la vida política y la sociedad quienes se opusieran a ese nuevo credo. Vox de momento lo desafía y sufre las consecuencias.
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