Pedro Sánchez
No hay más salida que el desbloqueo
Lo único cierto que puede adelantarse sobre las elecciones del próximo 10 de noviembre es que nadie ganará por mayoría absoluta. Es decir, que el más votado necesitará del acuerdo de uno o varios partidos para que el candidato a la presidencia del Gobierno salga elegido. Parece una obviedad, pero en las circunstancias políticas actuales, tras cuatro elecciones en cuatro años y sin capacidad de alumbrar un acuerdo sólido entre las formaciones, parece que es más un inconveniente. Nadie quiere pactar con nadie, nadie quiere comprometerse a dar su apoyo –o su abstención– a su adversario, aunque sea por la responsabilidad de hacer posible la apertura de la legislatura, pero tampoco nadie está dispuesto a asumir el coste de tener paralizado el Gobierno, el Parlamento y el país. Ha empezado la campaña –afortunadamente, de una semana– y en vez de enseñar sus cartas y decir cuáles son los pactos que estarían dispuestos a facilitar, los candidatos amagan con falacias propagandísticas que no es precisamente lo que necesitamos ahora. Pedro Sánchez dijo ayer que no hará ninguna «gran coalición» con el PP, algo que puede gustar oírlo a sus seguidores en caliente, pero que es más que coger el rábano por las hojas, ya que en la pasada legislatura pidió a los populares que se abstuvieran para permitirle formar Gobierno. A este respecto, Pablo Casado respondió que tampoco habrá una «gran coalición», pero también eludió dar respuesta a lo esencial de la cuestión, que, llegado el momento, ante el dilema de que Sánchez acabé reeditando un «Gobierno Frankenstein» –con Unidas Podemos e independentistas–, que es, según el líder popular, lo que quiere La Moncloa, si estaría dispuesto a abstenerse para que España no acabe en manos de los que precisamente ahora están empeñados en una gran operación de desestabilización del Estado. Puede entenderse que en campaña electoral –aunque el votante haya perdido la inocencia– Casado quiera reservarse esa posibilidad, pero nos tememos que llegado el momento no tendrá más opción que desbloquear la legislatura. ¿O preferiría un «Gobierno Frankenstein»? Albert Rivera pone como ejemplo el papel de Cs en el gobierno de Andalucía junto a PP y Vox, pero no desvela qué pasaría si el bloque de centro derecha no suma lo suficiente y su apoyo, solo o junto al de los populares, pudiese abrir un pacto de Estado que asegure una salida de contención a la situación de Cataluña y otros acuerdos estratégicos. Si al final de la lamentable pasada legislatura, cuando el país se veía abocado a repetir las elecciones, aceptó llegar a un acuerdo con el PSOE, ¿qué ha cambiado para Rivera para no mantener ese ofrecimiento? Suponemos que una espectacular caída de votos. Y, finalmente, Unidas Podemos sigue elucubrando sobre un Gobierno de izquierdas que rechazó en su momento, queriendo ahora hacer valer sus escaños que, con toda seguridad, serán menos. Por lo tanto, el panorama nos indica que nadie estaría dispuesto a desbloquear la situación, lo que, por el bien de la sociedad española, suponemos que es una mera artimaña electoralista. Hay tres partidos que, en el grado que le corresponda –PSOE, PP y Cs– tienen la responsabilidad de dar una salida a la situación, por lo que no hay más objetivo que desbloquear el embrollo, lo que debe ser transmitido a los votantes para aminorar dentro de lo posible una abstención que anuncia niveles muy altos. Está bien que estén en campaña y quieran marcar un perfil propio, pero en las elecciones del 10-N nos jugamos más: estabilidad política ante desafíos que no son menores. Si Sánchez no quiere tener pesadillas y dormir tranquilo no tiene más que descartar una alianza con UP e independentistas y Casado no tiene muchas más opciones si no consigue sumar todos los votos de la derecha.
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